«Solo una cosa es
necesaria» (Lc 10, 42).
Jesús
va camino de Jerusalén, donde ya está a punto de cumplirse su misión, y se
detiene en un pueblo, en casa de Marta y María. El evangelista Lucas describe
así la acogida que le reservan a Jesús las dos hermanas: Marta, que desempeña
el papel tradicional de señora de la casa, «estaba atareada en muchos
quehaceres» (Lc 10,40) propios de la hospitalidad, mientras que María, «sentada
a los pies del Señor, escuchaba su Palabra» (v, 39). La atención de María se
opone a la agitación de Marta; y, en efecto, a sus quejas por haberse quedado
sola sirviendo, Jesús replica: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con
muchas cosas; solo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no le
será quitada» (vv. 41-42). Este pasaje se sitúa entre la parábola del buen
samaritano -tal vez la página más elevada en relación con la caridad hacia el
prójimo- y esa otra en la que Jesús enseña a sus discípulos cómo rezar
-seguramente la página más elevada en la relación con Dios-Padre-, lo que
constituye casi el justo medio entre el amor al hermano y el amor a Dios.
«Solo una cosa es necesaria»
Las
protagonistas de este pasaje del Evangelio son dos mujeres. El diálogo que se
desarrolla entre Jesús y Marta describe su relación de amistad, que le da pie a
esta a lamentarse ante su Maestro. Pero ¿cuál es el servicio que Jesús desea?
Lo que Él desea es que Marta no se afane, que salga del papel tradicional
asignado a las mujeres y se ponga también ella a escuchar su Palabra, como María,
que adopta una nueva categoría, la de discípula. A menudo se ha reducido el
mensaje de este texto a una contraposición entre la vida activa y la vida
contemplativa, casi como dos enfoques religiosos alternativos. Pero tanto Marta
como María aman a Jesús y quieren servirle. De hecho, el Evangelio no dice que
sea más importante orar y escuchar la Palabra que la caridad; lo que hace falta
más bien es encontrar el modo de unir estos dos amores indisolublemente. Dos
amores -el amor a Dios y el amor al prójimo- que no se contraponen, sino que
son complementarios, porque el Amor es uno.
«Solo una cosa es necesaria»
Así
pues, falta por entender bien qué es lo único necesario. En esto nos puede
ayudar el inicio de la frase: «Marta, Marta...» (v. 41). La repetición del
nombre, que puede sonar casi como anunciadora de un reproche, en realidad
responde a la modalidad propia de la «llamada vocación». O sea, parece que
Jesús llama a Marta a un nuevo modo de relacionarse, a tejer un vínculo que no
sea el de una servidora sino el de una amiga que entra en una relación profunda
con Él. Escribe Chiara Lubich: «Jesús se valió de esta circunstancia para
explicar lo más necesario en la vida del ser humano. [...] Escuchar la Palabra
de Jesús. Y para Lucas, que escribió este pasaje, escuchar la Palabra significa
también vivirla. [...] Y esto es lo que tienes que hacer también tú: acoger la
Palabra y dejar que obre en ti una transformación. No solo eso, sino permanecer
fiel a ella, guardándola en el corazón para que modele tu vida, como la tierra
guarda en su seno la semilla para que germine y dé fruto. O sea, dar frutos de
vida nueva, efectos de la Palabra».
«Solo una cosa es necesaria»
¡Cuántas
ocasiones tenemos también nosotros de acoger al Maestro en la intimidad de nuestra
casa, precisamente como Marta y María, a cuyos pies podemos ponernos a
escucharlo como auténticos discípulos! Con frecuencia, la ansiedad, la
enfermedad, las obligaciones e incluso las alegrías y satisfacciones nos
distraen, en la vorágine de tantas cosas por hacer, y no nos dejan tiempo para
detenernos a reconocer al Señor ni para escucharlo.
Esta
Palabra es una ocasión excelente para ejercitarnos en elegir la mejor parte, es
decir, escuchar su Palabra y así adquirir la libertad interior que nos lleva a
actuar en consecuencia en nuestra vida diaria: una acción que es fruto de una
relación de amor que da sentido al servicio y a la escucha.
LETIZIA MAGRI