domingo, 9 de julio de 2023
SANTIDAD, ¿UNA PALABRA YA SUPERADA O BIEN UNA POSIBILIDAD DE PLENITUD DE VIDA?
domingo, 2 de julio de 2023
PALABRA DE VIDA DE JULIO DE 2023.
«Todo aquel que dé de beber tan solo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, os aseguro que no perderá su recompensa»
(Mt 70,42).
Mateo es
un escriba cristiano muy instruido: conoce las promesas del Dios de Israel, y
para él las palabras y acciones de Jesús representan su cumplimiento. En su
Evangelio presenta su enseñanza en forma de cinco grandes discursos, como un
nuevo Moisés.
Esta
Palabra de vida concluye el «discurso misionero» que comienza con la elección
de los Doce e indica las exigencias de la predicación: las incomprensiones y
las persecuciones que van a encontrar requieren un testimonio creíble que
implica decisiones radicales.
Además,
Jesús revela que el enviar a sus discípulos tiene su raíz en la misión que él
mismo ha recibido del Padre. Una convicción ya viva en el Antiguo Testamento:
en el mensajero de Dios, el mismo Dios se hace presente, se compromete. A
través del testimonio de Jesús y de aquellos que Jesús envía, el amor mismo de Dios
llega a cada persona.
«Todo aquel que dé de beber tan solo un vaso de
agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, os aseguro que no
perderá su recompensa».
Además de
la misión específica de los apóstoles, los pastores, los profetas..., todo
cristiano puede ser discípulo de Jesús, destinatario y a la vez portador de la
misión. Aunque seamos «pequeños» y no tengamos cualidades o títulos especiales,
todos nosotros, por ser discípulos, podemos testimoniar la cercanía de Dios. La
comunidad cristiana entera es enviada a la humanidad por el Padre de todos.
Todos
hemos recibido cuidados, perdón y confianza de Dios a través de los hermanos;
todos podemos transmitir a los demás la ternura del Padre, como hizo Jesús. En
el Padre está la garantía de que las «pequeñas cosas» pueden cambiar el mundo.
«No cuenta
si podemos dar mucho o poco. Lo importante es cómo damos, cuánto amor ponemos
incluso en un pequeño gesto de atención al otro. A veces basta con ofrecerle un
vaso de agua, un vaso de agua fresca [...]. un gesto sencillo y grande a los
ojos de Dios si lo hacemos en su nombre, o sea, por amor. [...] Todo puede
transformarse en servicio atento y solícito. El amor nos dará ojos nuevos para
intuir lo que los demás necesitan y atenderlos con creatividad y generosidad. Y
como fruto, los dones circularán, porque el amor llama al amor»[1].
«Todo aquel que dé de beber tan solo un vaso de
agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, os aseguro que no
perderá su recompensa».
«Lo que
Jesús nos pide es muy exigente; nos pide que lleguemos a cada prójimo con el
corazón abierto y un servicio concreto, superando categorías y juicios. Él
quiere nuestra colaboración activa, creativa y responsable por el bien común a
partir de las pequeñas cosas, pero no dejará de recompensarnos: siempre cuidará
de nosotros y nos acompañará en la misión.
«[...]
Dejé mi trabajo en Filipinas y me fui a Australia para estar con mi familia
[...] encontré trabajo como limpiador de los comedores, las oficinas y la
cantina, que utilizan más de 500 trabajadores. Un trabajo completamente
diferente del que tenía antes como ingeniero [...] Me aseguro de que los
comedores estén siempre limpios y ordenados, aunque hay personas que no se
preocupan de la limpieza. [...] No he perdido la paciencia porque para mí es
una oportunidad de amar a Jesús en cada persona con la que me encuentro. Poco a
poco estas personas empiezan a limpiar y, con el tiempo, nos hacemos amigos y
empiezo a ganarme su confianza y su respeto [...]. He experimentado que el amor
es contagioso y que todo lo que se hace por amor permanece[2].
Letizia Magri y el equipo de la Palabra de vida