domingo, 9 de julio de 2023

SANTIDAD, ¿UNA PALABRA YA SUPERADA O BIEN UNA POSIBILIDAD DE PLENITUD DE VIDA?

Lanzados al infinito
De la página de Focolares

Los santos son grandes
porque, habiendo visto en el Señor
su propia grandeza,
se juegan por Dios, como hijos suyos,
todo lo que tienen.
Dan sin pedir nada a cambio.
Dan la vida, el alma, la alegría,
todo vínculo terreno, toda riqueza.
Libres y solos, lanzados al infinito
esperan que el amor los introduzca
en Reinos eternos;
pero, ya en esta vida
sienten llenarse el corazón de amor,
del verdadero amor, del único amor
que sacia, que consuela,
de ese amor que traspasa los párpados del alma
y da lágrimas nuevas.
¡Ah! Ningún hombre sabe lo que es un santo.
Ha dado y ahora recibe;
y un flujo continuo pasa entre Cielo y tierra,
une la tierra al Cielo y fluye del abismo
ebriedad única, linfa celestial,
que no se detiene en el santo,
sino que pasa a los cansados, los mortales,
los ciegos y paralíticos del alma,
y poda y riega, alivia, atrae y salva.
Si quieres conocer el amor, pregúntaselo al santo.

Chiara Lubich

domingo, 2 de julio de 2023

PALABRA DE VIDA DE JULIO DE 2023.

 «Todo aquel que dé de beber tan solo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, os aseguro que no perderá su recompensa» 

(Mt 70,42).

Mateo es un escriba cristiano muy instruido: conoce las promesas del Dios de Israel, y para él las palabras y acciones de Jesús representan su cumplimiento. En su Evangelio presenta su enseñanza en forma de cinco grandes discursos, como un nuevo Moisés.

Esta Palabra de vida concluye el «discurso misionero» que comienza con la elección de los Doce e indica las exigencias de la predicación: las incomprensiones y las persecuciones que van a encontrar requieren un testimonio creíble que implica decisiones radicales.

Además, Jesús revela que el enviar a sus discípulos tiene su raíz en la misión que él mismo ha recibido del Padre. Una convicción ya viva en el Antiguo Testamento: en el mensajero de Dios, el mismo Dios se hace presente, se compromete. A través del testimonio de Jesús y de aquellos que Jesús envía, el amor mismo de Dios llega a cada persona.

«Todo aquel que dé de beber tan solo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, os aseguro que no perderá su recompensa».

Además de la misión específica de los apóstoles, los pastores, los profetas..., todo cristiano puede ser discípulo de Jesús, destinatario y a la vez portador de la misión. Aunque seamos «pequeños» y no tengamos cualidades o títulos especiales, todos nosotros, por ser discípulos, podemos testimoniar la cercanía de Dios. La comunidad cristiana entera es enviada a la humanidad por el Padre de todos.

Todos hemos recibido cuidados, perdón y confianza de Dios a través de los hermanos; todos podemos transmitir a los demás la ternura del Padre, como hizo Jesús. En el Padre está la garantía de que las «pequeñas cosas» pueden cambiar el mundo.

«No cuenta si podemos dar mucho o poco. Lo importante es cómo damos, cuánto amor ponemos incluso en un pequeño gesto de atención al otro. A veces basta con ofrecerle un vaso de agua, un vaso de agua fresca [...]. un gesto sencillo y grande a los ojos de Dios si lo hacemos en su nombre, o sea, por amor. [...] Todo puede transformarse en servicio atento y solícito. El amor nos dará ojos nuevos para intuir lo que los demás necesitan y atenderlos con creatividad y generosidad. Y como fruto, los dones circularán, porque el amor llama al amor»[1].

«Todo aquel que dé de beber tan solo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, os aseguro que no perderá su recompensa».

«Lo que Jesús nos pide es muy exigente; nos pide que lleguemos a cada prójimo con el corazón abierto y un servicio concreto, superando categorías y juicios. Él quiere nuestra colaboración activa, creativa y responsable por el bien común a partir de las pequeñas cosas, pero no dejará de recompensarnos: siempre cuidará de nosotros y nos acompañará en la misión.

«[...] Dejé mi trabajo en Filipinas y me fui a Australia para estar con mi familia [...] encontré trabajo como limpiador de los comedores, las oficinas y la cantina, que utilizan más de 500 trabajadores. Un trabajo completamente diferente del que tenía antes como ingeniero [...] Me aseguro de que los comedores estén siempre limpios y ordenados, aunque hay personas que no se preocupan de la limpieza. [...] No he perdido la paciencia porque para mí es una oportunidad de amar a Jesús en cada persona con la que me encuentro. Poco a poco estas personas empiezan a limpiar y, con el tiempo, nos hacemos amigos y empiezo a ganarme su confianza y su respeto [...]. He experimentado que el amor es contagioso y que todo lo que se hace por amor permanece[2].

Letizia Magri y el equipo de la Palabra de vida



[1] C. LUBICH, Palabra de vida, octubre 2006: Ciudad Nueva n. 435 (10/2006), p. 22.

[2] S. PELLEGRINI, G. SALERNO, M. CAPORALE (eds.). Una transformación silenciosa, Ciudad Nueva, Madrid 2022, pp. 65-66.