miércoles, 29 de diciembre de 2021

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 5: “SAN JOSE, EMIGRANTE PERSEGUIDO Y VALIENTE”.

 Catequesis sobre san José 5. San José, emigrante perseguido y valiente

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy quiero presentarles a san José como un migrante perseguido y valiente. Así lo describe el evangelista Mateo. Este acontecimiento concreto de la vida de Jesús, en el que también están implicados José y María, se conoce tradicionalmente como “la huida a Egipto” (cf. Mt 2,13-23). La familia de Nazaret sufrió tal humillación y experimentó en primera persona la precariedad, el miedo y el dolor de tener que abandonar su tierra natal. Aún hoy en día muchos de nuestros hermanos y hermanas se ven obligados a experimentar la misma injusticia y sufrimiento. El motivo es casi siempre la prepotencia y la violencia de los poderosos. También para Jesús ocurrió así.

El rey Herodes se entera por los Reyes Magos del nacimiento del "rey de los Judíos", y la noticia lo trastorna. Se siente inseguro, se siente amenazado en su poder. Así que reúne a todas las autoridades de Jerusalén para averiguar el lugar del nacimiento, y ruega a los Reyes Magos que se lo comuniquen con precisión, para que ―dice falsamente― él también pueda ir a adorarle. Pero cuando se dio cuenta de que los Reyes Magos se habían ido en otra dirección, concibió un malvado plan: matar a todos los niños de Belén de dos años para abajo, que era el tiempo en que, según el cálculo de los Reyes Magos, Jesús había nacido.

Mientras tanto, un ángel ordena a José: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; allí estarás hasta que te avise. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle» (Mt 2,13). Pensemos hoy en tantas personas que sienten esta inspiración en su interior: “Huyamos, huyamos, porque aquí hay peligro”. El plan de Herodes recuerda al del faraón de arrojar al Nilo a todos los hijos varones del pueblo de Israel (cf. Ex 1,22). Y la huida a Egipto evoca toda la historia de Israel, desde Abraham, que también estuvo allí (cf. Gn 12,10), hasta José, hijo de Jacob, vendido por sus hermanos (cf. Gn 37,36) y luego convertido en “líder del país” (cf. Gn 41,37-57); y a Moisés, que liberó a su pueblo de la esclavitud de los egipcios (cf. Ex 1,18).

La huida de la Sagrada Familia a Egipto salva a Jesús, pero desgraciadamente no impide que Herodes lleve a cabo su masacre. Nos encontramos así con dos personalidades opuestas: por un lado, Herodes con su ferocidad, y, por otro lado, José con su premura y valentía. Herodes quiere defender su poder, su propia “piel”, con una crueldad despiadada, como atestiguan las ejecuciones de una de sus esposas, de algunos de sus hijos y de cientos de opositores. Era un hombre cruel: para resolver los problemas, sólo tenía una receta: matar. Es el símbolo de muchos tiranos de ayer y de hoy. Y para ellos, para estos tiranos, las personas no cuentan, cuenta el poder, y si necesitan un espacio de poder, eliminan a las personas. Y esto ocurre hoy: no tenemos que ir a la historia antigua, ocurre hoy. Es el hombre que se convierte en “lobo” para los otros hombres. La historia está llena de personalidades que, viviendo a merced de sus miedos, intentan vencerlos ejerciendo el poder de manera despótica y realizando actos de violencia inhumanos. Pero no debemos pensar que sólo vivimos en la perspectiva de Herodes si nos convertimos en tiranos, no. De hecho, todos nosotros podemos caer en esta actitud, cada vez que tratamos de disipar nuestros miedos con la prepotencia, aunque sea sólo verbal o hecha a base de pequeños abusos realizados para mortificar a los que nos rodean. También nosotros tenemos en nuestro corazón la posibilidad de ser pequeños Herodes.

José es todo lo contrario a Herodes: en primer lugar, es «un hombre justo» (Mt 1,19), mientras que Herodes es un dictador; además, muestra valor al cumplir la orden del Ángel. Cabe imaginar las vicisitudes que tuvo que afrontar durante el largo y peligroso viaje y las dificultades de su permanencia en un país extranjero, con otra lengua: muchas dificultades. Su valentía surge también en el momento de su regreso, cuando, tranquilizado por el Ángel, supera sus comprensibles temores y se instala con María y Jesús en Nazaret (cf. Mt 2,19-23). Herodes y José son dos personajes opuestos, que reflejan las dos caras de la humanidad de siempre. Es un error común considerar la valentía como la virtud exclusiva del héroe. En realidad, la vida cotidiana de cada persona requiere valor. Nuestra vida ―la tuya, la mía, la de todos nosotros― requiere valentía: ¡no se puede vivir sin valentía! La valentía para afrontar las dificultades de cada día. En todas las épocas y culturas encontramos hombres y mujeres valientes que, por ser coherentes con sus creencias, han superado todo tipo de dificultades, soportado injusticias, condenas e incluso la muerte. La valentía es sinónimo de fortaleza, que, junto con la justicia, la prudencia y la templanza forma parte del grupo de virtudes humanas conocidas como “cardinales”.

La lección que hoy nos deja José es la siguiente: la vida siempre nos depara adversidades, esto es verdad, y ante ellas también podemos sentirnos amenazados, con miedo, pero sacar lo peor de nosotros, como hace Herodes, no es el modo para superar ciertos momentos, sino actuando como José, que reacciona ante el miedo con la valentía de confiar en la Providencia de Dios. Hoy creo que es necesaria una oración por todos los migrantes, todos los perseguidos y por todos aquellos que son víctimas de circunstancias adversas: ya sea por circunstancias políticas, históricas o personales. Pero, pensemos en tantas personas, víctimas de las guerras, que quieren huir de su patria y no pueden; pensemos en los migrantes que inician ese camino para ser libres y muchos acaban en la calle o en el mar; pensemos en Jesús en brazos de José y María, huyendo, y veamos en él a cada uno de los migrantes de hoy. La migración actual es una realidad ante la que no podemos cerrar los ojos. Es un escándalo social de la humanidad.

San José,
tú que has experimentado el sufrimiento de los que deben huir
tú que te has visto obligado a huir
para salvar la vida de los seres queridos,
protege a todos los que huyen a causa de la guerra,
el odio, el hambre.
Sostenlos en sus dificultades,
fortalécelos en la esperanza y haz que encuentren acogida y solidaridad.
Guía sus pasos y abre los corazones de quienes pueden ayudarlos. Amén.

AUDIENCIA GENERAL PAPA FRANCISCO
Aula Plablo VI
Miércoles, 29 de diciembre de 2021
FUENTE: VATICAN_VA

CATEQUESIS PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE:

 CARTA APOSTOLICA “PATRIS CORDE” DEL SANTO PADRE FRANCISCO.  150 ANIVERSARIO DE LA DECLARACION DE SAN JOSE COMO PATRONO DE LA IGLESIA UNIVERSAL.


CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 1: “SAN JOSE Y EL AMBIENTE EN EL QUE VIVIÓ”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 2: “SAN JOSE EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 3: “JOSÉ, HOMBRE JUSTO Y ESPOSO DE MARIA”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 4: “SAN JOSE, HOMBRE DEL SILENCIO”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 5: “SAN JOSE, EMIGRANTE PERSEGUIDO Y VALIENTE”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 6: “SAN JOSE, EL PADRE PUTATIVO DE JESUS”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 7: “SAN JOSE EL CARPINTERO”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 8: “SAN JOSE PADRE EN LA TERNURA”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 9: “SAN JOSE, HOMBRE QUE “SUEÑA”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 10: “SAN JOSE Y LA COMUNION DE LOS SANTOS”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 10: “SAN JOSE Y LA COMUNION DE LOS SANTOS”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 11: “SAN JOSE, PATRONO DE LA BUENA MUERTE”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 12: “SAN JOSE, PATRONO DE LA IGLESIA UNIVERSAL”.

lunes, 20 de diciembre de 2021

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 4: “SAN JOSE, HOMBRE DEL SILENCIO”.

Catequesis sobre san José 4. San José, hombre del silencio

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Seguimos nuestro camino de reflexión sobre san José. Después de haber ilustrado el ambiente en el que vivió, su papel en la historia de la salvación y su ser justo y esposo de María, hoy quisiera considerar otro aspecto importante de su figura: el silencio. Muchas veces hoy es necesario el silencio. El silencio es importante, a mí me conmueve un versículo del Libro de la Sabiduría que fue leído pensando en la Navidad y dice: “Cuando la noche estaba en el silencio más profundo, ahí tu palabra bajó a la tierra”. En el momento de más silencio Dios se manifestó. Es importante pensar en el silencio en esta época en la que parece no tenga tanto valor.

Los Evangelios no relatan ninguna palabra de José de Nazaret, nada, no habló nunca. Eso no significa que fuera taciturno, no, hay un motivo más profundo. Con su silencio, José confirma lo que escribe san Agustín: «Cuando el Verbo de Dios crece, las palabras del hombre disminuyen».En la medida en que Jesús ―la vida espiritual― crece, las palabras disminuyen. Esto que podemos definir como el “papagayismo”, hablar como papagayos, continuamente, disminuye un poco. El mismo Juan Bautista, que es «voz que clama en el desierto: preparad del camino del Señor”» (Mt 3,1), dice sobre el Verbo: «Es preciso que él crezca y que yo disminuya» (Jn  3,30). Esto quiere decir que Él debe hablar y yo estar callado y José con su silencio nos invita a dejar espacio a la Presencia de la Palabra hecha carne, a Jesús.

El silencio de José no es mutismo; es un silencio lleno de escucha, un silencio trabajador, un silencio que hace emerger su gran interioridad. «Una palabra habló el Padre, que fue su Hijo ― comenta san Juan de la Cruz― y ésta habla siempre en eterno silencio, y en silencio ha de ser oída del alma».

Jesús creció en esta “escuela”, en la casa de Nazaret, con el ejemplo cotidiano de María y José. Y no sorprende el hecho de que Él mismo busque espacios de silencio en sus jornadas (cf. Mt 14,23) e invite a sus discípulos a hacer tal experiencia, por ejemplo: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco» (Mc 6,31).

Qué bonito sería si cada uno de nosotros, siguiendo el ejemplo de san José, lograra recuperar esta dimensión contemplativa de la vida abierta de par en par precisamente por el silencio. Pero todos sabemos por experiencia que no es fácil: el silencio nos asusta un poco, porque nos pide entrar dentro de nosotros mismos y encontrar la parte más verdadera de nosotros. Y mucha gente tiene miedo del silencio, debe hablar, hablar, hablar o escuchar, radio, televisión…, pero el silencio no puede aceptarlo porque tiene miedo. El filósofo Pascal observaba que «toda la desgracia de los hombres viene de una sola cosa: el no saber quedarse tranquilos en una habitación».

Queridos hermanos y hermanas, aprendamos de san José a cultivar espacios de silencio, en los que pueda emerger otra Palabra, es decir, Jesús, la Palabra: la del Espíritu Santo que habita en nosotros y que lleva a Jesús. No es fácil reconocer esta Voz, confusa a menudo con los miles de voces de preocupaciones, tentaciones, deseos, esperanzas que albergamos; pero sin este entrenamiento que viene precisamente de la práctica del silencio, puede enfermarse también nuestra habla. Sin la práctica del silencio se enferma nuestra habla. Esta, en lugar de hacer que brille la verdad, se puede convertir en un arma peligrosa. De hecho, nuestras palabras se pueden convertir en adulación, vanagloria, mentira, maledicencia, calumnia. Es un dato de experiencia que, como nos recuerda el Libro del Eclesiástico, «muchos han caído a filo de espada, mas no tantos como los caídos por la lengua» (28,18). Jesús lo dijo claramente: quien habla mal del hermano y de la hermana, quien calumnia al prójimo, es homicida (cf. Mt 5,21-22). Mata con la lengua. Nosotros no creemos en esto pero es la verdad. Pensemos un poco en las veces que hemos matado con la lengua ¡nos avergonzaremos! Pero nos hará muy bien, muy bien.

La sabiduría bíblica afirma que «muerte y vida estarán en poder de la lengua, el que la ama comerá su fruto» (Pr 18,21). Y el apóstol Santiago, en su Carta, desarrolla este antiguo tema del poder, positivo y negativo, de la palabra con ejemplos deslumbrantes y dice así: «Si alguno no cae hablando, es un hombre perfecto, capaz de poner freno a todo su cuerpo. […] también la lengua es un miembro pequeño y puede gloriarse de grandes cosas. […] Con ella bendecimos al Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios; de una misma boca proceden la bendición y la maldición» (3,2-10).

Este es el motivo por el cual debemos aprender de José a cultivar el silencio: ese espacio de interioridad en nuestras jornadas en el que damos la posibilidad al Espíritu de regenerarnos, de consolarnos, de corregirnos. No digo caer en un mutismo, no, sino cultivar el silencio. Cada uno mire dentro de sí: muchas veces estamos haciendo un trabajo y cuando terminamos enseguida buscamos el móvil para hacer otra cosa, siempre estamos así. Y esto no ayuda, esto nos hace caer en la superficialidad. La profundidad del corazón crece con el silencio, silencio que no es mutismo, como he dicho, sino que deja espacio a la sabiduría, a la reflexión y al Espíritu Santo. A veces tenemos miedo de los momentos de silencio, ¡pero no debemos tener miedo! Nos hará mucho bien el silencio. Y el beneficio del corazón que tendremos sanará también nuestra lengua, nuestras palabras y sobre todo nuestras decisiones. De hecho, José ha unido la acción al silencio. Él no ha hablado, pero ha hecho, y nos ha mostrado así lo que un día Jesús dijo a sus discípulos: «No todo el que me diga: “Señor, Señor”, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial» (Mt 7,21). Palabras fecundas cuando hablemos, nos recordamos de aquella canción “Palabras, palabras, palabras…” y nada de sustancial. Silencio, hablar justo, alguna vez morderse la lengua, que hace bien, en vez de decir tonterías.

Concluimos con una oración:

San José, hombre de silencio,

tú que en el Evangelio no has pronunciado ninguna palabra,

enséñanos a ayunar de las palabras vanas,

a redescubrir el valor de las palabras que edifican, animan, consuelan, sostienen.

Hazte cercano a aquellos que sufren a causa de las palabras que hieren,

como las calumnias y las maledicencias,

y ayúdanos a unir siempre los hechos a las palabras. Amén.



AUDIENCIA GENERAL PAPA FRANCISCO
Aula Pablo VI
Miércoles, 15 de diciembre de 2021
FUENTE: VATICAN_VA

CATEQUESIS PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE:

 CARTA APOSTOLICA “PATRIS CORDE” DEL SANTO PADRE FRANCISCO.  150 ANIVERSARIO DE LA DECLARACION DE SAN JOSE COMO PATRONO DE LA IGLESIA UNIVERSAL.


CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 1: “SAN JOSE Y EL AMBIENTE EN EL QUE VIVIÓ”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 2: “SAN JOSE EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 3: “JOSÉ, HOMBRE JUSTO Y ESPOSO DE MARIA”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 4: “SAN JOSE, HOMBRE DEL SILENCIO”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 5: “SAN JOSE, EMIGRANTE PERSEGUIDO Y VALIENTE”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 6: “SAN JOSE, EL PADRE PUTATIVO DE JESUS”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 7: “SAN JOSE EL CARPINTERO”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 8: “SAN JOSE PADRE EN LA TERNURA”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 9: “SAN JOSE, HOMBRE QUE “SUEÑA”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 10: “SAN JOSE Y LA COMUNION DE LOS SANTOS”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 10: “SAN JOSE Y LA COMUNION DE LOS SANTOS”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 11: “SAN JOSE, PATRONO DE LA BUENA MUERTE”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 12: “SAN JOSE, PATRONO DE LA IGLESIA UNIVERSAL”.

miércoles, 1 de diciembre de 2021

PALABRA DE VIDA DE DICIEMBRE DE 2021.

 


«¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (Lc 1, 45).

También en este mes la Palabra de vida nos propone una bienaventuranza. Es el saludo gozoso e inspirado de una mujer, Isabel, a otra mujer, María, que ha ido a su casa para ayudarla. Sí, porque ambas esperan un hijo y ambas, profundamente creyentes, han acogido la Palabra de Dios y han experimentado su poder generador en su propia pequeñez.

María es la primera bienaventurada del Evangelio de Lucas, aquella que experimenta la alegría de la intimidad con Dios. Con esta bienaventuranza, el evangelista introduce la reflexión sobre la relación entre la Palabra de Dios anunciada y la fe que la acoge, entre la iniciativa de Dios y la libre adhesión de la persona.

«¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!»,

María es la verdadera creyente en la promesa «a Abraham y a su linaje por los siglos» (cf. Lc 1, 55). Está tan vacía de sí misma, tan humilde y abierta a escuchar la Palabra, que el mismo Verbo de Dios puede encarnarse en su seno y entrar en la historia de la humanidad.

Nadie podrá experimentar la maternidad virginal de María, pero todos podemos imitar su confianza en el amor de Dios. Si la Palabra es acogida con corazón abierto, puede encarnarse también en nosotros con sus promesas y hacer fecunda nuestra vida de ciudadanos, padres y madres, estudiantes, trabajadores y políticos, jóvenes y ancianos, sanos y enfermos.

¿Y si nuestra fe es insegura, como la de Zacarías (cf. Lc 1, 5-25; 67-79)? Sigamos confiando en la misericordia de Dios Él no dejará de buscarnos hasta que descubramos también nosotros su fidelidad y lo bendigamos.

«¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».

Entre las mismas colinas de Tierra Santa, pero en tiempos mucho más próximos a los nuestros, otra madre profundamente creyente enseñaba a sus hijos el arte del perdón y del diálogo que había aprendido en el Evangelio. Es un pequeño signo en esta tierra cuna de civilizaciones, que siempre busca la paz y la estabilidad entre fieles de religiones diversas. Cuenta Margaret: «A nosotros, sus hijos, ofendidos por expresiones de rechazo de otros niños vecinos nuestros, nuestra madre nos dijo: "Invitad a esos niños a nuestra casa"; ella misma les dio pan recién hecho en casa para que lo llevasen a sus familias. Desde entonces hemos mantenido relaciones de amistad con esas personas».

También Chiara Lubich nos sostiene en esta fe valiente: «Después de Jesús, María es quien mejor y más perfectamente ha sabido decir sí a Dios. Ahí radica sobre todo su santidad y su grandeza. Y si Jesús es el Verbo, la Palabra encarnada, María, por su fe en la Palabra, es la Palabra vivida, aun siendo una criatura como nosotros, igual a nosotros. [...] Así pues, creamos con María que se realizarán todas las promesas contenidas en la Palabra de Jesús y atrevámonos como María, en caso necesario, a exponernos al absurdo que a veces conlleva su Palabra. A quien cree en la Palabra le suceden hechos grandes y pequeños, pero siempre maravillosos. Se podrían escribir libros con los hechos que lo confirman. [...] Cuando, en la vida de todos los días, al leer las Sagradas Escrituras, nos encontremos con la Palabra de Dios, abramos el corazón a la escucha, con la fe de que se cumplirá lo que Jesús nos pide y promete. No tardaremos en descubrir [...] que Él mantiene sus promesas».

«¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».

En este tiempo de preparación a la Navidad, recordemos la sorprendente promesa de Jesús de hacerse presente entre quienes acogen y viven el mandamiento del amor recíproco: «Donde están dos o tres reunidos en mi nombre -es decir, en el amor evangélico-, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18, 20).

Confiados en esta promesa, dejemos que Jesús renazca también hoy en nuestras casas y en nuestras calles gracias a la acogida recíproca, a la escucha profunda del otro, al abrazo fraterno como el de María e Isabel.

LETIZIA MAGRI

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 3: “JOSÉ, HOMBRE JUSTO Y ESPOSO DE MARIA”.

 

Catequesis sobre san José 3. José, hombre justo y esposo de María

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Seguimos nuestro camino de reflexión sobre la figura de san José. Hoy quisiera profundizar en su ser “justo” y “desposado con María”, y dar así un mensaje a todos los novios, también a los recién casados. Muchas historias relacionadas con José llenan los pasajes de los evangelios apócrifos, es decir, no canónicos, que han influido también en el arte y diferentes lugares de culto. Estos escritos que no están en la Biblia —son historias que la piedad cristiana hacía en esa época— responden al deseo de colmar los vacíos narrativos de los Evangelios canónicos, los que están en la Biblia, los cuales nos dan todo lo que es esencial para la fe y la vida cristiana.

El evangelista Mateo. Esto es importante: ¿qué dice el Evangelio sobre José? No qué dicen esos evangelios apócrifos, que no son una cosa fea o mala; son bonitos, pero no son la Palabra de Dios. En cambio, los Evangelios, que están en la Biblia, son la Palabra de Dios. Entre estos el evangelista Mateo que define José como hombre “justo”. Escuchamos su pasaje: «La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto» (1,18-19). Porque los novios, cuando la novia no era fiel o se quedaba embarazada, ¡tenían que denunciarla! Y las mujeres en aquella época eran lapidadas. Pero José era justo. Dice: “No, esto no lo haré. Me quedaré callado”.

Para comprender el comportamiento de José en relación con María, es útil recordar las costumbres matrimoniales del antiguo Israel. El matrimonio comprendía dos fases muy definidas. La primera era como un noviazgo oficial, que conllevaba ya una situación nueva: en particular la mujer, incluso viviendo aún en la casa paterna todavía durante un año, era considerada de hecho “mujer” del prometido esposo. Todavía no vivían juntos, pero era como si fuera la esposa. El segundo hecho era el traslado de la esposa de la casa paterna a la casa del esposo. Esto sucedía con una procesión festiva, que completaba el matrimonio. Y las amigas de la esposa la acompañaban allí. En base a estas costumbres, el hecho de que «antes de estar juntos ellos, se encontró encinta», exponía a la Virgen a la acusación de adulterio. Y esta culpa, según la Ley antigua, tenía que ser castigada con la lapidación (cf. Dt 22,20-21). Sin embargo, en la praxis judía sucesiva se había afianzado una interpretación más moderada que imponía solo el acto de repudio, pero con consecuencias civiles y penales para la mujer, pero no la lapidación.

El Evangelio dice que José era “justo” precisamente por estar sujeto a la ley como todo hombre pío israelita. Pero dentro de él el amor por María y la confianza que tiene en ella le sugieren una forma que salva la observancia de la ley y el honor de la esposa: decide repudiarla en secreto, sin clamor, sin someterla a la humillación pública. Elige el camino de la discreción, sin juicio ni venganza. ¡Pero cuánta santidad en José! Nosotros, que apenas tenemos una noticia un poco folclorista o un poco fea sobre alguien, ¡vamos enseguida al chismorreo! José sin embargo está callado.

Pero añade enseguida el evangelista Mateo: «Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús porque él salvará a su pueblo de sus pecados”» (1,20-21). Interviene en el discernimiento de José la voz de Dios que, a través de un sueño, le desvela un significado más grande de su misma justicia. ¡Y qué importante es para cada uno de nosotros cultivar una vida justa y al mismo tiempo sentirnos siempre necesitados de la ayuda de Dios! Para poder ampliar nuestros horizontes y considerar las circunstancias de la vida desde un punto de vista diferente, más amplio. Muchas veces nos sentimos prisioneros de lo que nos ha sucedido: “¡Pero mira lo que me ha pasado!” y nosotros permanecemos prisioneros de esa cosa mala que nos ha pasado; pero precisamente ante algunas circunstancias de la vida, que nos parecen inicialmente dramáticas, se esconde una Providencia que con el tiempo toma forma e ilumina de significado también el dolor que nos ha golpeado.  La tentación es cerrarnos en ese dolor, en ese pensamiento de las cosas no bonitas que nos suceden a nosotros. Y esto no hace bien. Esto lleva a la tristeza y a la amargura. El corazón amargo es muy feo.

Quisiera que nos detuviéramos a reflexionar sobre un detalle de esta historia narrada por el Evangelio y que muy a menudo descuidamos. María y José son dos novios que probablemente han cultivado sueños y expectativas respecto a su vida y a su futuro. Dios parece entrar como un imprevisto en su historia y, aunque con un esfuerzo inicial, ambos abren de par en par el corazón a la realidad que se pone ante ellos.

Queridos hermanos y hermanas, muy a menudo nuestra vida no es como la habíamos imaginado. Sobre todo, en las relaciones de amor, de afecto, nos cuesta pasar de la lógica del enamoramiento a la del amor maduro. Y se debe pasar del enamoramiento al amor maduro. Vosotros recién casados, pensad bien en esto. La primera fase siempre está marcada por un cierto encanto, que nos hace vivir inmersos en un imaginario que a menudo no corresponde con la realidad de los hechos. Pero precisamente cuando el enamoramiento con sus expectativas parece terminar, ahí puede comenzar el amor verdadero. Amar de hecho no es pretender que el otro o la vida corresponda con nuestra imaginación; significa más bien elegir en plena libertad tomar la responsabilidad de la vida, así como se nos ofrece. Es por esto por lo que José nos da una lección importante, elige a María “con los ojos abiertos”. Y podemos decir con todos los riesgos. Pensad, en el Evangelio de Juan, un reproche que hacen los doctores de la ley a Jesús es este: “Nosotros no somos hijos que provienen de allí”, en referencia a la prostitución. Pero porque estos sabían cómo se había quedado embarazada María y querían ensuciar a la madre de Jesús. Para mí es el pasaje más sucio, más demoniaco del Evangelio. Y el riesgo de José nos da esta lección: toma la vida como viene. ¿Dios ha intervenido ahí? La tomo. Y José hace como le había ordenado el Ángel del Señor: de hecho, dice el Evangelio: «Despertándose José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer.  Y no la conocía hasta que ella dio a luz un hijo, y le puso por nombre Jesús» (Mt 1,24-25). Los novios cristianos están llamados a testimoniar un amor así, que tenga la valentía de pasar de las lógicas del enamoramiento a las del amor maduro. Y esta es una elección exigente, que, en lugar de aprisionar la vida, puede fortificar el amor para que sea duradero frente a las pruebas del tiempo.  El amor de una pareja va adelante en la vida y madura cada día. El amor del noviazgo es un poco —permitidme la palabra— un poco romántico. Vosotros lo habéis vivido todo, pero después empieza el amor maduro, de todos los días, el trabajo, los niños que llegan. Y a veces el romanticismo desaparece un poco. ¿Pero no hay amor? Sí, pero amor maduro. “Pero sabe, padre, nosotros a veces nos peleamos…”. Esto sucede desde el tiempo de Adán y Eva hasta hoy: que los esposos peleen es el pan nuestro de cada día. “¿Pero no se debe pelear?” Sí, se puede. “Y, padre, pero a veces levantamos la voz” – “Sucede”. “Y también a veces vuelan los platos” – “Sucede”. ¿Pero qué hacer para que no se dañe la vida del matrimonio? Escuchad bien: no terminar nunca el día sin hacer las paces. Hemos peleado, yo te he dicho palabrotas, Dios mío, te he dicho cosas feas. Pero ahora termina la jornada: tengo que hacer las paces. ¿Sabéis por qué? Porque la guerra fría al día siguiente es muy peligrosa. No dejéis que el día siguiente empiece con una guerra. Por eso hacer las paces antes de ir a la cama. Recordadlo siempre: nunca terminar el día sin hacer las paces. Y esto os ayudará en la vida matrimonial. Este recorrido del enamoramiento al amor maduro es una elección exigente, pero tenemos que ir sobre ese camino.

Y también esta vez concluimos con una oración a san José.

San José,
tú que has amado a María con libertad,
y has elegido renunciar a tu imaginario para hacer espacio a la realidad,
ayuda a cada uno de nosotros a dejarnos sorprender por Dios
y a acoger la vida no como un imprevisto del que defendernos,
sino como un misterio que esconde el secreto de la verdadera alegría.
Obtén para todos los novios cristianos la alegría y la radicalidad,
pero conservando siempre la conciencia
de que solo la misericordia y el perdón hacen posible el amor. Amén.


AUDIENCIA GENERAL PAPA FRANCISCO
Aula Plablo VI
Miércoles, 1 de diciembre de 2021
FUENTE: VATICAN_VA

CATEQUESIS PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE:

 CARTA APOSTOLICA “PATRIS CORDE” DEL SANTO PADRE FRANCISCO.  150 ANIVERSARIO DE LA DECLARACION DE SAN JOSE COMO PATRONO DE LA IGLESIA UNIVERSAL.


CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 1: “SAN JOSE Y EL AMBIENTE EN EL QUE VIVIÓ”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 2: “SAN JOSE EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 3: “JOSÉ, HOMBRE JUSTO Y ESPOSO DE MARIA”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 4: “SAN JOSE, HOMBRE DEL SILENCIO”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 5: “SAN JOSE, EMIGRANTE PERSEGUIDO Y VALIENTE”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 6: “SAN JOSE, EL PADRE PUTATIVO DE JESUS”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 7: “SAN JOSE EL CARPINTERO”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 8: “SAN JOSE PADRE EN LA TERNURA”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 9: “SAN JOSE, HOMBRE QUE “SUEÑA”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 10: “SAN JOSE Y LA COMUNION DE LOS SANTOS”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 10: “SAN JOSE Y LA COMUNION DE LOS SANTOS”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 11: “SAN JOSE, PATRONO DE LA BUENA MUERTE”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE SAN JOSE 12: “SAN JOSE, PATRONO DE LA IGLESIA UNIVERSAL”.