viernes, 15 de septiembre de 2023

IGLESIA DE NUESTRA SEÑORA DE LAS ANGUSTIAS DE GRANADA. UNA CATEQUESIS PLÁSTICA.


15 de Septiembre
Festividad de Ntra. Sra. de las Angustias.
PATRONA DE GRANADA Y SU ARCHIDIÓCESIS
Hoy, 15 de septiembre, día de Nuestra Señora de los Dolores es también el día de la Santísima Virgen de las Angustias, patrona de Granada y de su Archidiócesis.
Hemos encontrado este artículo en la página del Centenario de la Coronación Canónica de Ntra. Sra. de las Angustias,  pero nos ha parecido tan interesan te que no nos resistimos a compartirlo pues  como todo buen granadino, no podemos menos que asomarnos a la casa de la Madre en la Carrera y la lectura de este artículo hace que nos podamos acercar desde cualquier rincón del mundo, conociendo mejor la Basílica, verdadera obra de arte.

"La iglesia parroquial de Nuestra Señora de las Angustias, basílica menor desde el año 1922, presenta una clásica planta de cruz latina, cuyos brazos (nave central y crucero) se unen ante el presbiterio. La progenie barroca del proyecto explica la profusa ornamentación interior que no deja espacio alguno sin decorar (horror vacui). Sus elevadas bóvedas de cañón refuerzan el sentido de elevación y diafanidad, quebrada a los pies de la iglesia por el coro, construido ya a principios del siglo XX, que alberga el órgano para el acompañamiento musical de los oficios litúrgicos.
La imagen es de la red
La nave central, flanqueada por capillas laterales (cuatro a cada lado), es el espacio ceremonial destinado a los fieles durante los oficios litúrgicos y mantiene su carácter de peregrinación, conduciendo inexorablemente hasta el altar mayor, centro de las celebraciones y lugar donde se expone la imagen titular de la parroquia, la venerada imagen de Nuestra Señora de las Angustias. Una soberbia cúpula sobre pechinas (con escudos del corazón traspasado de María y de los reyes de España) remata la confluencia de la nave y el crucero, con laboriosas yeserías policromadas. Su sentido de glorificación, con representaciones angélicas, se confirma con la intensidad de la luz que penetra en la iglesia por las ventanas del tambor.
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La nave ofrece la primera catequesis plástica en el interior de la iglesia, diferenciada en altura. El nivel inferior corresponde a devociones particulares que se expresan en las imágenes veneradas en cada capilla, fruto de una larga cronología devocional. Se incluyen devociones antiguas, como la del Cristo de Burgos (cofradía de los pastores) o la Virgen del Carmen (especial abogada de las ánimas del purgatorio), otras encarnadas en imágenes procedentes de la desamortización, como S. Antonio de Padua o Sta. Lucía, o devociones introducidas en el templo más recientemente como la Virgen del Perpetuo Socorro, Sta. Bárbara, la Virgen del Pilar y el Corazón de Jesús.
En lugares destacados, en ambos brazos del crucero, mirando hacia los fieles, dos magníficos retablos barrocos dorados ofrecen a la veneración las imágenes San José con el Niño (atribuida a Agustín de Vera) y de Jesús Nazareno (obra de Pablo de Rojas), que en otro tiempo acompañaba la procesión penitencial de la Virgen de las Angustias. De Belén hasta el Calvario, subrayan dos momentos, principio y fin, de la vida terrenal de Jesús. Fueron imágenes de especial devoción desde el siglo XVIII.
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En un plano intermedio, por encima de las capillas, doce figuras barrocas de dinámica factura se proyectan sobre la nave y el crucero, elevadas desde sus repisas, hacia los cuatro puntos cardinales. Es imposible que la mirada de los fieles no se cruce con los rostros, a veces de místico dramatismo, del Apostolado que talló Pedro Duque Cornejo. Superpuestos a los pilares del templo, son expresión del fundamento de la Iglesia. Ostentando en sus manos los atributos de su martirio, confirman los méritos de la Pasión de Cristo, a la que se asocian por el seguimiento (discípulos) y la imitación (mártires). Más elevados, al estarlo también el presbiterio, la última pareja, S. Pedro cabeza de la Iglesia y S. Pablo apóstol de los gentiles, nos introducen directamente en el altar mayor.
Precisamente la Pasión conforma el tercer nivel, más elevado, de la ornamentación de la nave y el crucero. Casi una decena de cuadros rectangulares pintados al óleo, obra de autores como Juan Leandro de la Fuente, Miguel Jerónimo de Cieza y Ambrosio Martínez de Bustos, con marcos barrocos de Duque Cornejo, imparten la catequesis de la Pasión, que funde las tradiciones populares de los Dolores y de las Angustias de María, de manera que en el testero de la izquierda se concentran, como una sucesión de episodios con fuerza expresiva, distintos momentos del sufrimiento de Cristo en la cruz. Precisamente este ciclo de la Pasión, el más relevante del cuerpo de la Iglesia se completa con sendas pinturas ovaladas sobre los citados retablos del crucero: la Oración en Getsemaní y el Entierro de Cristo, como principio y fin del ciclo pasionista.
A este ciclo se une, coronándolo, la representación escultórica de la Patrona de Granada. Reservada en su camarín, costumbre dieciochesca extendida entre imágenes de gran devoción, Nuestra Señora de las Angustias se asoma al templo por el impresionante “ventanal de jaspes” de su retablo, sobre diseño de Marcos Fernández Raya y José de Bada. Si hasta llegar a este lugar domina la pintura, la madera y el yeso, la importancia de la imagen merece una excelente conjunción de mármoles polícromos. Por un lado, como Madre oferente, presenta el cuerpo muerto de Jesús en su regazo completando el mencionado ciclo de la Pasión. Por otro lado, como imagen individualizada de indudable efecto devocional, su retablo resume, de forma discreta para no restar importancia a la representación de María, algunas circunstancias de su origen en Granada, como son las figuras marmóreas de las mártires Úrsula y Susana, titulares de la ermita donde comenzó el culto a la Piedad o Angustias de María, así como los santos S. Lorenzo y S. Nicolás de Bari, relativos a la protección regia de Felipe II y a la dimensión diocesana del templo.
La fuerza con la que avanzan los estípites sobre el presbiterio y su monumentalidad no hace más que acentuar la importancia del centro de todas las miradas. Y es que bajo un cuerpo superior centrado por la Stma. Trinidad y con la primitiva heráldica de la hermandad (corazón de María traspasado por siete espadas), un arco abocinado sostiene la cristalera desde la que se observa plenamente la Patrona de Granada. Los laterales del presbiterio se rematan con sendas tribunas con retratos de los reyes Fernando VI y Bárbara de Braganza, especiales protectores de la hermandad de las Angustias.
Las estancias que rodean la cabecera de la iglesia son altamente significativas. De forma especial el camarín donde se venera la bendita imagen, con un diseño en el que intervinieron los mejores tracistas de su tiempo, otorgándole su definitiva configuración el mercedario fray Baltasar de la Pasión. A modo de “palacio celeste” profusamente ornamentado, presenta un cuerpo central con el pedestal marmóreo para la Virgen de las Angustias, una sala donde el juego de luces y de colores (columnas, paredes, cornisa y solería) refuerza la idea de la glorificación de María. Muy interesante es el programa pictórico de las dependencias aledañas, en las que la pintura, yuxtaponiendo escenas de la vida de la Virgen y de Jesús, invade paredes y techos enmascarando la estructura arquitectónica. El antecamarín subraya la infancia de Jesús con escenas entrañables centradas en María. El poscamarín concluye el ciclo con pasajes de la Pasión, en los que María aparece como corredentora.
A ambos lados del altar mayor se disponen las dependencias de la hermandad (destacando la sala de reuniones o capitular) y de la parroquia (en especial la sacristía, con aires de capilla, presidida por el extraordinario Crucificado de Pablo de Rojas, que fue también titular de las Angustias). En el lado opuesto, el extremo del crucero da paso a la capilla del sagrario, un ámbito apacible para la adoración del Santísimo Sacramento.

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La imagen de Nuestra Señora de las Angustias es el principal foco de atracción del templo, entendido como lugar de peregrinación. Su iconografía es compleja, pues la inspiración de una primitiva tabla dejada en su antigua ermita por Isabel la Católica y la superposición y encaje de diversos elementos escultóricos ha derivado en una representación muy singular de la Piedad.
Aunque no se trata de un pasaje bíblico, en época medieval se popularizó esta representación que recoge unos instantes de indudable dramatismo y emoción: el momento en que María sostiene el cuerpo de Cristo descendido de la cruz y antes de ser sepultado. Precisamente la naturaleza pasionista de la representación explica el carácter penitencial de su hermandad durante siglos, que procesionó la imagen por las calles de Granada generalmente en la noche del Jueves Santo.
El tránsito de la veneración de un cuadro a la de una representación escultórica se esconde aún en el misterio, reforzado por la tradición de la prodigiosa aparición de la imagen, traída por personajes sobrenaturales y llamada a ser el “amparo” de la ciudad. Estilísticamente lo más aceptado es su vinculación con el arte de Gaspar Becerra, el imaginero español que mejor representó a María Dolorosa en las décadas centrales del siglo XVI.
La composición de la imagen es el fruto de un largo proceso histórico-artístico, iniciado con la representación de María arrodillada al pie del calvario, a la que se antepone el cuerpo muerto de Jesús sobre una mesa, para acabar configurando un conjunto único de Cristo amorosamente sostenido por una Virgen que lo ofrece a Dios y al pueblo cristiano, desde su condición de madre del Salvador, perfecta discípula y corredentora del género humano. Este profundo simbolismo acentúa su carácter mediador, que gana consistencia con la devoción del pueblo de Granada y los testimonios de su continuo amparo a lo largo de casi quinientos años de veneración.
Este peculiar conjunto de Madre e Hijo, que exhala tanto dolor como consuelo, se ve singularizado por elementos ya inseparables de su iconografía, como es la corona de reina, la media luna a sus pies, la cruz con el sudario a su espalda y, especialmente, el manto (con un extraordinario elenco de mantos bordados en su ajuar), el elemento que mejor simboliza su amparo maternal sobre la ciudad.
Las joyas que ornan su pecherín son un extraordinario testimonio de una veneración aquilatada durante siglos. Una veneración, que se manifiesta a diario con la visita de los granadinos a su templo, depositando ante la Madre de las Angustias sus oraciones, inquietudes y peticiones. Un amor, desbordado cada mes de septiembre con profusión de cultos, ofrenda floral el día de su festividad litúrgica (15 de septiembre) y la multitudinaria y emotiva procesión patronal por las calles de Granada el último domingo de septiembre".
Miguel Luis López-Guadalupe Muñoz.

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jueves, 7 de septiembre de 2023

PALABRA DE VIDA DE SEPTIEMBRE DE 2023.

 «Todos los días te bendeciré, alabaré tu nombre por siempre» (Sal 145 [144], 2).

Esta Palabra de la Escritura es una oración. Los salmos reflejan la experiencia religiosa individual y colectiva del pueblo de Israel en su historia y sus vicisitudes. La oración hecha poesía se eleva al Señor como lamento, súplica, acción de gracias y alabanza: toda una variedad de sentimientos y actitudes con los que expresar nuestra relación con el Dios vivo.

En el salmo 145 el salmista exalta la grandeza de Dios basándose en su experiencia personal: «Grande es el Señor, muy digno de alabanza» (v. 3); magnifica su bondad y la universalidad de su amor: «Bueno es el Señor para con todos, tierno con todas sus criaturas» (v. 9); reconoce su fidelidad: «Fiel es el Señor en todo lo que dice» (v. 13b), e incluso abraza a todos los seres vivos en un canto cósmico: «Que bendigan los viviente su nombre sacrosanto, para siempre jamás» (v. 21).

«Todos los días te bendeciré, alabaré tu nombre por siempre»

Pero el hombre moderno se siente a veces perdido, abandonado a su suerte. Teme que sus días estén en manos del azar, en un sucederse de eventos sin sentido ni meta.

Este salmo da esperanza: «Dios es creador del cielo y de la tierra; es fiel al pacto que lo vincula a su pueblo…, hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos y libertad a los cautivos; … abre los ojos a los ciegos, endereza a los que ya se doblan, ama a los justos, guarda a los peregrinos, sustenta al huérfano y a la viuda […]»[1].

«Todos los días te bendeciré, alabaré tu nombre por siempre»

Esta Palabra nos invita a cuidar nuestra relación personal con Dios, a acoger sin reservas su amor y su misericordia y ponernos a la escucha de su voz. Ahí radica el fundamento de toda oración. Pero este amor nunca está desligado del amor al prójimo: cuando imitamos a Dios Padre y amamos a cada hermano y hermana -en particular a los últimos, los descartados, los más solos-, percibimos su presencia en nuestra vida. Chiara Lubich lo resume así en una asamblea de budistas donde comparte su vivencia cristiana: «El núcleo de mi experiencia consiste en esto: cuanto más se ama al hombre, más se encuentra a Dios. Cuanto más se encuentra a Dios, más se ama al hombre».

«Todos los días te bendeciré, alabaré tu nombre por siempre»

Pero hay otro modo de encontrarlo. La humanidad es cada vez más consciente del problema ecológico, en particular los jóvenes, que proponen un estilo de vida más sobrio, un nuevo modelo de desarrollo que se comprometa por el derecho de todos al agua, a los alimentos y al aire limpio y busque fuentes de energía alternativas. Así el ser humano podrá recuperar su relación con la naturaleza y alabar a Dios, al descubrir con asombro su ternura hacia toda la creación.

Ya de niño, en su Burundi natal, Venant se despertaba al alba con el canto de los pájaros y recorría decenas de kilómetros por la selva para ir a la escuela, en plena armonía con los árboles, los animales, los riachuelos… y con sus compañeros. Se sentía parte de un ecosistema en el que criatura y Creador estaban en total armonía. Esta consciencia se transformaba en alabanza durante todo el día.

¿Y nosotros? «En nuestras metrópolis de cemento, levantadas por la mano del hombre en medio del bullicio del mundo, rara vez se salva la naturaleza. Pero, si lo queremos, basta con una rendija de cielo azul entre los rascacielos para acordarnos de Dios; basta con un rayo de sol, que no deja de penetrar ni siquiera entre los barrotes de una prisión; basta con una flor, una pradera o el rostro de un niño…»[2].

Augusto Parody Reyes y el equipo de la Palabra de Vida



[1] JUAN PABLO II, Audiencia general, 2-7-2003, Comentario al salmo 145, n. 2.

[2] C. LUBICH, Conversazioni in collegamento telefonico/1 (ed. M. Vandeleene), «Opere di Chiara Lubich» 8.1, Città Nuova, Roma 2019, p. 340