jueves, 7 de septiembre de 2023

PALABRA DE VIDA DE SEPTIEMBRE DE 2023.

 «Todos los días te bendeciré, alabaré tu nombre por siempre» (Sal 145 [144], 2).

Esta Palabra de la Escritura es una oración. Los salmos reflejan la experiencia religiosa individual y colectiva del pueblo de Israel en su historia y sus vicisitudes. La oración hecha poesía se eleva al Señor como lamento, súplica, acción de gracias y alabanza: toda una variedad de sentimientos y actitudes con los que expresar nuestra relación con el Dios vivo.

En el salmo 145 el salmista exalta la grandeza de Dios basándose en su experiencia personal: «Grande es el Señor, muy digno de alabanza» (v. 3); magnifica su bondad y la universalidad de su amor: «Bueno es el Señor para con todos, tierno con todas sus criaturas» (v. 9); reconoce su fidelidad: «Fiel es el Señor en todo lo que dice» (v. 13b), e incluso abraza a todos los seres vivos en un canto cósmico: «Que bendigan los viviente su nombre sacrosanto, para siempre jamás» (v. 21).

«Todos los días te bendeciré, alabaré tu nombre por siempre»

Pero el hombre moderno se siente a veces perdido, abandonado a su suerte. Teme que sus días estén en manos del azar, en un sucederse de eventos sin sentido ni meta.

Este salmo da esperanza: «Dios es creador del cielo y de la tierra; es fiel al pacto que lo vincula a su pueblo…, hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos y libertad a los cautivos; … abre los ojos a los ciegos, endereza a los que ya se doblan, ama a los justos, guarda a los peregrinos, sustenta al huérfano y a la viuda […]»[1].

«Todos los días te bendeciré, alabaré tu nombre por siempre»

Esta Palabra nos invita a cuidar nuestra relación personal con Dios, a acoger sin reservas su amor y su misericordia y ponernos a la escucha de su voz. Ahí radica el fundamento de toda oración. Pero este amor nunca está desligado del amor al prójimo: cuando imitamos a Dios Padre y amamos a cada hermano y hermana -en particular a los últimos, los descartados, los más solos-, percibimos su presencia en nuestra vida. Chiara Lubich lo resume así en una asamblea de budistas donde comparte su vivencia cristiana: «El núcleo de mi experiencia consiste en esto: cuanto más se ama al hombre, más se encuentra a Dios. Cuanto más se encuentra a Dios, más se ama al hombre».

«Todos los días te bendeciré, alabaré tu nombre por siempre»

Pero hay otro modo de encontrarlo. La humanidad es cada vez más consciente del problema ecológico, en particular los jóvenes, que proponen un estilo de vida más sobrio, un nuevo modelo de desarrollo que se comprometa por el derecho de todos al agua, a los alimentos y al aire limpio y busque fuentes de energía alternativas. Así el ser humano podrá recuperar su relación con la naturaleza y alabar a Dios, al descubrir con asombro su ternura hacia toda la creación.

Ya de niño, en su Burundi natal, Venant se despertaba al alba con el canto de los pájaros y recorría decenas de kilómetros por la selva para ir a la escuela, en plena armonía con los árboles, los animales, los riachuelos… y con sus compañeros. Se sentía parte de un ecosistema en el que criatura y Creador estaban en total armonía. Esta consciencia se transformaba en alabanza durante todo el día.

¿Y nosotros? «En nuestras metrópolis de cemento, levantadas por la mano del hombre en medio del bullicio del mundo, rara vez se salva la naturaleza. Pero, si lo queremos, basta con una rendija de cielo azul entre los rascacielos para acordarnos de Dios; basta con un rayo de sol, que no deja de penetrar ni siquiera entre los barrotes de una prisión; basta con una flor, una pradera o el rostro de un niño…»[2].

Augusto Parody Reyes y el equipo de la Palabra de Vida



[1] JUAN PABLO II, Audiencia general, 2-7-2003, Comentario al salmo 145, n. 2.

[2] C. LUBICH, Conversazioni in collegamento telefonico/1 (ed. M. Vandeleene), «Opere di Chiara Lubich» 8.1, Città Nuova, Roma 2019, p. 340

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