lunes, 31 de agosto de 2020

JOSE FRIAS RUIZ. MARTIR DE GRANADA DEL SIGLO XX.

 

6 José Frías Ruíz.

Nació en Comares (Málaga) el 20 de abril de 1902.

Inició sus estudios en el Seminario de Málaga y después del primer año de filosofía, por motivos de salud estuvo un año fuera del Seminario y después pidió por la misma causa entrar en el Seminario de San Cecilio de Granada y “ser clérigo de esa diócesis”. En Granada recibió el presbiterado el 25 de mayo de 1929. Fue coadjutor de Alhama de Granada donde mostró grandes virtudes sacerdotales. Era fervoroso, buen catequista y confesor, con una ejemplar dedicación a la administración del sacramento de la penitencia y la dirección espiritual. De buen trato y amena conversación, alegre y comunicativo, era un hombre de mucho carácter y entereza de ánimo. Un testigo dice de él: “Era muy bueno, se trataba con todo el mundo y era magnífico… yo era su monaguillo y me confesaba con él”. Atendía espiritualmente a la comunidad contemplativa de monjas clarisas del convento de San Diego.

El Siervo de Dios fue detenido el 27 de julio. Su martirio en la carretera de Loja a Alhama tuvo notas especiales. Ya en el traslado hacia la muerte en camión, recibió una cuchillada en el cuello y, después, no cayó muerto en la descarga que recibió junto a los otros que le acompañaban, entre ellos su propio padre, un anciano de venerable figura. Sangrando caminó hacia el pueblo y, sorprendido en su intento, recibió nuevos disparos que le causaron la muerte en la entrada al pueblo por San Diego. Era el 30 de julio y el Siervo de Dios tenía 34 años. Sus restos están en el Valle de los Caídos.

Un benemérito y recordado sacerdote alhameño ya fallecido testificó en la Causa que, a pesar de tener entonces sólo cinco años, la muerte del Siervo de Dios: marcó mi posterior vocación sacerdotal pues durante mis estudios siempre relacioné el dar la vida por Cristo, que se nos inculcaba, con este hecho de la muerte de Don José.

FUENTE: NOTICIAS DIÓCESIS DE GRANADA.

viernes, 28 de agosto de 2020

FRANCISCO MORALES VALENZUELA. MARTIR DE GRANADA DEL SIGLO XX.

 

5 Francisco Morales Valenzuela.

Nació en Alhama de Granada el 22 de noviembre de 1877.

Estudió en el Seminario de San Cecilio, terminando cuarto de teología con 22 años. Hizo dos cursos más ampliando estudios pero sin optar a grados académicos. Fue ordenado presbítero el 6 de junio de 1900.

Fue párroco de Beas de Granada, coadjutor de Alhama de Granada, párroco de Quéntar y, finalmente, sacerdote adjunto a la parroquia de su pueblo, sirviendo algún tiempo a Santa Cruz del Comercio. Celebraba habitualmente en la Iglesia del Carmen.

Fue detenido el 27 de julio y encarcelado con los demás sacerdotes del pueblo, pero no salió con ellos el día 30 para ser asesinado. Murió el 1 de agosto. El Siervo de Dios, nacido en Alhama dio su vida en la misma ciudad, entre los suyos, por defender su fe y su sacerdocio.

Estas fueron las circunstancias de su martirio. Unos aviones atacaron a una columna que salía de Alhama hacia Granada, como represalia algunos se dirigieron a la cárcel con la intención de fusilar a los presos que quedaban. Pero antes el carcelero abrió las puertas y los presos huyeron e intentaron buscar un refugio, pero poco a poco fueron descubiertos y muertos. Fueron unos quince. El sacerdote junto con otros tres busca amparo en la sacristía de la Iglesia Mayor. Allí le buscan. Abre el Siervo de Dios la puerta y se encuentra cara a los que los buscan. Todos fueron muertos allí. El Siervo de Dios, al parecer, quedó con alguna vida sufriendo vejaciones por parte de los transeúntes durante unas horas. Finalmente su cadáver fue arrojado por el pretil existente cerca de la puerta de la sacristía. Estuvo sepultado en el cementerio de Alhama y posteriormente fueron trasladados sus restos al Valle de los Caídos.

FUENTE: NOTICIAS DIÓCESIS DE GRANADA.

jueves, 27 de agosto de 2020

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 4. EL DESTINO UNIVERSAL DE LOS BIENES Y LA VIRTUD DE LA ESPERANZA.

Catequesis - “Curar el mundo”: 4. El destino universal de los bienes y la virtud de la esperanza

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Ante de la pandemia y sus consecuencias sociales, muchos corren el riesgo de perder la esperanza. En este tiempo de incertidumbre y de angustia, invito a todos a acoger el don de la esperanza que viene de Cristo. Él nos ayuda a navegar en las aguas turbulentas de la enfermedad, de la muerte y de la injusticia, que no tienen la última palabra sobre nuestro destino final.

La pandemia ha puesto de relieve y agravado problemas sociales, sobre todo la desigualdad. Algunos pueden trabajar desde casa, mientras que para muchos otros esto es imposible. Ciertos niños, a pesar de las dificultades, pueden seguir recibiendo una educación escolar, mientras que para muchísimos otros esta se ha interrumpido bruscamente. Algunas naciones poderosas pueden emitir moneda para afrontar la emergencia, mientras que para otras esto significaría hipotecar el futuro.

Estos síntomas de desigualdad revelan una enfermedad social; es un virus que viene de una economía enferma. Tenemos que decirlo sencillamente: la economía está enferma. Se ha enfermado. Es el fruto de un crecimiento económico injusto —esta es la enfermedad: el fruto de un crecimiento económico injusto— que prescinde de los valores humanos fundamentales. En el mundo de hoy, unos pocos muy ricos poseen más que todo el resto de la humanidad. Repito esto porque nos hará pensar: pocos muy ricos, un grupito, poseen más que todo el resto de la humanidad. Esto es estadística pura. ¡Es una injusticia que clama al cielo! Al mismo tiempo, este modelo económico es indiferente a los daños infligidos a la casa común. No cuida de la casa común. Estamos cerca de superar muchos de los límites de nuestro maravilloso planeta, con consecuencias graves e irreversibles: de la pérdida de biodiversidad y del cambio climático hasta el aumento del nivel de los mares y a la destrucción de los bosques tropicales. La desigualdad social y el degrado ambiental van de la mano y tienen la misma raíz  (cfr. Enc. Laudato si’, 101): la del pecado de querer poseer, de querer dominar a los hermanos y las hermanas, de querer poseer y dominar la naturaleza y al mismo Dios. Pero este no es el diseño de la creación.

«Al comienzo Dios confió la tierra y sus recursos a la administración común de la humanidad para que tuviera cuidado de ellos» (Catecismo de la Iglesia Católica, 2402). Dios nos ha pedido dominar la tierra en su nombre (cfr. Gen 1, 28), cultivándola y cuidándola como un jardín, el jardín de todos (cfr. Gen 2,15). «Mientras “labrar” significa cultivar, arar o trabajar [...],  “cuidar” significa proteger, custodiar, preservar» (LS, 67). Pero cuidado con no interpretar esto como carta blanca para hacer de la tierra lo que uno quiere. No. Existe «una relación de reciprocidad responsable» (ibid.) entre nosotros y la naturaleza. Una relación de reciprocidad responsable entre nosotros y la naturaleza. Recibimos de la creación y damos a nuestra vez. «Cada comunidad puede tomar de la bondad de la tierra lo que necesita para su supervivencia, pero también tiene el deber de protegerla» (ibid.). Ambas partes.

De hecho, la tierra «nos precede y nos ha sido dada» (ibid.), ha sido dada por Dios «a toda la humanidad» (CIC, 2402). Y por tanto es nuestro deber hacer que sus frutos lleguen a todos, no solo a algunos. Y este es un elemento-clave de nuestra relación con los bienes terrenos. Como recordaban los padres del Concilio Vaticano II «el hombre, al usarlos, no debe tener las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás» (Const. past. Gaudium et spes, 69). De hecho, «la propiedad de un bien hace de su dueño un administrador de la providencia para hacerlo fructificar y comunicar sus beneficios a otros» (CIC, 2404). Nosotros somos administradores de los bienes, no dueños. Administradores. “Sí, pero el bien es mío”. Es verdad, es tuyo, pero para administrarlo, no para tenerlo egoístamente para ti.

Para asegurar que lo que poseemos lleve valor a la comunidad, «la autoridad política tiene el derecho y el deber de regular en función del bien común el ejercicio legítimo del derecho de propiedad» (ibid., 2406). La «subordinación de la propiedad privada al destino universal de los bienes [...] es una “regla de oro” del comportamiento social y el primer principio de todo el ordenamiento ético-social» (LS, 93).

Las propiedades, el dinero son instrumentos que pueden servir a la misión. Pero los transformamos fácilmente en fines, individuales o colectivos. Y cuando esto sucede, se socavan los valores humanos esenciales. El homo sapiens se deforma y se convierte en una especie de homo œconomicus —en un sentido peor— individualista, calculador y dominador. Nos olvidamos de que, siendo creados a imagen y semejanza de Dios, somos seres sociales, creativos y solidarios, con una inmensa capacidad de amar. Nos olvidamos a menudo de esto. De hecho, somos los seres más cooperativos entre todas las especies, y florecemos en comunidad, como se ve bien en la experiencia de los santos. Hay un dicho español que me ha inspirado esta frase, y dice así: florecemos en racimo como los santos. Florecemos en comunidad como se ve en la experiencia de los santos.

Cuando la obsesión por poseer y dominar excluye a millones de personas de los bienes primarios; cuando la desigualdad económica y tecnológica es tal que lacera el tejido social; y cuando la dependencia de un progreso material ilimitado amenaza la casa común, entonces no podemos quedarnos mirando. No, esto es desolador. ¡No podemos quedarnos mirando! Con la mirada fija en Jesús (cfr. Heb 12, 2) y con la certeza de que su amor obra mediante la comunidad de sus discípulos, debemos actuar todos juntos, en la esperanza de generar algo diferente y mejor. La esperanza cristiana, enraizada en Dios, es nuestra ancla. Ella sostiene la voluntad de compartir, reforzando nuestra misión como discípulos de Cristo, que ha compartido todo con nosotros.

Y esto lo entendieron las primeras comunidades cristianas, que como nosotros vivieron tiempos difíciles. Conscientes de formar un solo corazón y una sola alma, ponían todos sus bienes en común, testimoniando la gracia abundante de Cristo sobre ellos (cfr. Hch 4, 32-35). Nosotros estamos viviendo una crisis. La pandemia nos ha puesto a todos en crisis. Pero recordad: de una crisis no se puede salir iguales, o salimos mejores, o salimos peores. Esta es nuestra opción. Después de la crisis, ¿seguiremos con este sistema económico de injusticia social y de desprecio por el cuidado del ambiente, de la creación, de la casa común? Pensémoslo. Que las comunidades cristianas del siglo XXI puedan recuperar esta realidad —el cuidado de la creación y la justicia social: van juntas—, dando así testimonio de la Resurrección del Señor. Si cuidamos los bienes que el Creador nos dona, si ponemos en común lo que poseemos de forma que a nadie le falte, entonces realmente podremos inspirar esperanza para regenerar un mundo más sano y más justo.

Y para finalizar, pensemos en los niños. Leed las estadísticas: cuántos niños, hoy, mueren de hambre por una no buena distribución de las riquezas, por un sistema económico como he dicho antes; y cuántos niños, hoy, no tienen derecho a la escuela, por el mismo motivo. Que esta imagen, de los niños necesitados por hambre y por falta de educación, nos ayude a entender que después de esta crisis debemos salir mejores. Gracias.


Saludos:

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. En estos momentos de pandemia que aflige al mundo entero, los animo a acoger el don de la esperanza que viene de Dios. Cristo, Señor de la Historia, nos ayuda a navegar por las tumultuosas aguas que nos toca atravesar, de la enfermedad, de la muerte, de la injusticia, y a navegar siempre con la mirada fija en Él. Que Dios los bendiga.


Resumen leído por el Santo Padre en español

Queridos hermanos y hermanas:

La pandemia actual ha puesto de relieve y ha agravado algunos problemas ya existentes, especialmente la brecha entre las clases sociales. Esto hace que muchas personas corran el peligro de perder la esperanza. La desigualdad que se vive revela una enfermedad social; un virus que proviene de una economía enferma; fruto de un crecimiento económico que ignora los valores humanos fundamentales. El modelo económico se muestra indiferente ante el daño infligido a la Casa común; es el pecado de querer poseer y dominar a los demás, a la naturaleza e incluso al mismo Dios.

Sin embargo, debemos recordar que Dios nos dio la tierra “a todos” para que la cuidáramos y la cultiváramos. Nosotros somos administradores de lo que el Señor nos ha otorgado y estamos llamados a asegurar que sus frutos lleguen a todos, no sólo a unos pocos. Sin embargo, observamos que el homo sapiens, llamado a ser solidario, se deforma y se convierte en una especie de homo œconomicus, que busca su propio interés de forma individualista.

Con la mirada fija en Jesús, y unidos como comunidad, necesitamos actuar todos juntos, con la esperanza de generar algo diferente y mejor. La esperanza cristiana, arraigada en Dios, es nuestra ancla. Así lo entendieron y practicaron las primeras comunidades cristianas que, viviendo también tiempos difíciles, se sostenían recíprocamente y ponían todo en común.

AUDIENCIA GENERAL PAPA FRANCISCO

Biblioteca del Palacio Apostólico.

Miércoles, 26 de agosto de 2020

FUENTE: VATICAN_VA

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE “CURAR EL MUNDO”:

 

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 1. INTRODUCCION.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 2. FE Y DIGNIDAD HUMANA.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 3 LA OPCION PREFERENCIAL POR LOS POBRES Y LA VIRTUD DE LA CARIDAD.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 4. EL DESTINO UNIVERSAL DE LOS BIENES Y LA VIRTUD DE LA ESPERANZA.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 5. LA SOLIDARIDAD Y LA VIRTUD DE LA FE.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 6 AMOR Y BIEN COMÚN.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 7 CUIDADO DE LA CASA COMÚN Y ACTITUD CONTEMPLATIVA.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 8. SUBSIDIARIEDAD Y VIRTUD DE LA ESPERANZA.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 9. PREPARAR EL FUTURO JUNTO CON JESUS QUE SANA Y SALVA.

GABRIELA MISTRAL AL CRISTO DEL CALVARIO.


En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.

¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?

¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?

Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mí todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.

Y sólo pido no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta.


Amén,

miércoles, 26 de agosto de 2020

PEDRO RUIZ DE VALDIVIA. MARTIR DE GRANADA DEL SIGLO XX.

 

4 Pedro Ruiz de Valdivia. 

Nació el 30 de diciembre de 1872 en Huétor Vega, donde fue bautizado el 1 de enero siguiente por Antonio Ruiz de Valdivia, tío suyo.

Pero la casa familiar estuvo en La Zubia. Estudió en el Seminario de San Cecilio residiendo en el Colegio de San Fernando, con unas calificaciones brillantísimas. Recibió el presbiterado el 30 de mayo de 1896. Fue coadjutor residencial de Santa Fe en Láchar, coadjutor y párroco de La Zubia, párroco de San José y Santa Ana en Granada, y, por último, durante varias semanas, párroco y arcipreste de la Encarnación de Alhama de Granada. Era el Siervo de Dios un sacerdote de mucho prestigio entre el clero granadino. Mostró una generosa disponibilidad y obediencia al asumir un cambio de la Ciudad a un pueblo importante y de rica tradición, pero donde ya se habían producido graves hechos contra la Iglesia.

El 25 de julio, después de haber celebrado la Misa, previendo el asalto al templo, volvió por la tarde a consumir las Sagradas Formas. Fue arrestado el 27 y en la cárcel ayudó espiritualmente a los demás presos con el sacramento de la Reconciliación. Murió el 30 de julio de 1936 en la Carretera de Alhama a Loja, con cuatro más a los que animó y dio la absolución. El murió con el crucifijo en sus manos. A los perseguidores les dijo: “Que Dios os perdone, que yo también os perdono”. Y al oír la orden de disparar añadió: “Cúmplase la voluntad del Eterno”. Tenía 63 años. Fue sepultado en el cementerio de Alhama y en abril de 1937 sus restos fueron trasladados al panteón familiar en La Zubia, pueblo que dio su nombre a la calle del domicilio familiar.

FUENTE: NOTICIAS DIÓCESIS DE GRANADA.

martes, 25 de agosto de 2020

EL EVANGELIO: UNA INVITACION A RESPONDER A DIOS.

 

Cuando la predicación es fiel al Evangelio, se manifiesta con claridad la centralidad de algunas verdades y queda claro que la predicación moral cristiana no es una ética estoica, es más que una ascesis, no es una mera filosofía práctica ni un catálogo de pecados y errores. El Evangelio invita ante todo a responder al Dios amante que nos salva, reconociéndolo en los demás y saliendo de nosotros mismos para buscar el bien de todos. ¡Esa invitación en ninguna circunstancia se debe ensombrecer! Todas las virtudes están al servicio de esta respuesta de amor. Si esa invitación no brilla con fuerza y atractivo, el edificio moral de la Iglesia corre el riesgo de convertirse en un castillo de naipes, y allí está nuestro peor peligro. Porque no será propiamente el Evangelio lo que se anuncie, sino algunos acentos doctrinales o morales que proceden de determinadas opciones ideológicas. El mensaje correrá el riesgo de perder su frescura y dejará de tener «olor a Evangelio».

Exhortación Apostólica “La alegría del Evangelio” (nº 39)

Papa Francisco.

lunes, 24 de agosto de 2020

JOSE MUÑOZ CALVO. MARTIR DE GRANADA DEL SIGLO XX.

 

16 José Muñoz Calvo.

Nació el 16 de abril de 1913 en Alhama de Granada, hijo de una familia profundamente cristiana.

En 1936 era un joven jovial y alegre, titulado en bachillerato. Al concluir el servicio militar se inscribió en la Acción Católica. Se sentía orgulloso de llevar la insignia prendida en la solapa de su chaqueta. El joven piadoso se convirtió en apóstol: daba catequesis a los pequeños y sesiones de formación a los jóvenes. Fue nombrado Presidente de los Jóvenes de Acción Católica.

Ayudó la Santa Misa a su párroco, Pedro Ruiz de Valdivia, en la festividad de Santiago Apóstol y se sintió fortalecido espiritualmente frente a la situación antirreligiosa que se respiraba en el pueblo. El 27 lo buscaron en su casa y cuando preguntó qué querían de él, le contestaron: ¿no eres tú el presidente de Acción Católica?; sí, lo soy –respondió él- si es por eso, vámonos. Permaneció en la cárcel hasta el día 30, día en que murió en la carretera de Alhama a Loja, junto con los compañeros a los que animó con estas palabras: “Muramos tranquilos, somos católicos y nuestro único delito es serlo. Vamos a ser mártires de Cristo. Viva Cristo Rey”. Tenía 23 años.

Tenemos un mártir en el cielo, es la noticia que la madre del Siervo de Dios recibe de sus hijas. Así presentan a la madre la más terrible noticia con palabras iluminadas por la fe y la esperanza cristianas. Y esta es la reacción de la madre: “Que la sangre de mi hijo, tan inocente, sirva para la conversión de los que le han matado”. También hay en esta familia una admirable muestra de amor cristiano. María y Virginia, hermanas del Siervo de Dios, habían llevado la comida a su hermano durante los días que estuvo en la cárcel. Seis meses después cambió la situación en Alhama. Una mujer que estuvo de acuerdo con la muerte de los mártires está ahora en la misma prisión. Se entera la madre del Siervo de Dios y envía a su hija María a la cárcel con comida para ella. Cuando la reclusa ve quién es la que la socorre exclama: “Ahora sí creo que existe Dios”.

Los restos del Siervo de Dios fueron trasladados al Valle de los Caídos.

FUENTE: NOTICIAS DIÓCESIS DE GRANADA.

domingo, 23 de agosto de 2020

NUESTROS MARTIRES: TESTIGOS DEL AMOR DE DIOS POR CADA UNO DE NOSOTROS.

 

“Gozosos testigos del amor de Cristo”

En esta lección de fe en el Amor gratuito de Dios que nos dan nuestros mártires y que ellos la llevan hasta el extremo, es que este amor es un amor de misericordia, un amor que disculpa y perdona todo, un amor que ama y perdona a sus enemigos. Nuestros mártires no solo mueren perdonando, sino que es un perdón lleno de amor por aquellos que les quitan la vida: ¡es el misterio del martirio!.

Misterio que ilumina nuestra manera de actuar en medio de una humanidad que atraviesa una noche oscura, una humanidad sometida al sufrimiento de tantos hermanos nuestros, una humanidad que parece inclinarse hacia un abismo de violencia cada vez más generalizada. Mirar a nuestros mártires, a su amor misericordioso hacia aquellos que les arrebatan la vida, es ver en ellos como Dios sigue amando a la humanidad, es ver cómo cada día vuelve a consumarse el sacrificio de Cristo en la cruz por nosotros. Nuestros mártires, son testigos fieles que nos recuerdan que el amor de Dios por el hombre, por cada hombre, es un amor fiel y eterno.

Solo se puede entender el martirio desde la cruz de Cristo, donde el amor se hace nuevo y eterno, la cruz es la opción de Dios por los hombres, en ella y a través de Cristo, se renueva la alianza de Dios con la humanidad.

Solo así se entiende como el mártir sale victorioso de su martirio, el sí es el del mártir pero con las fuerzas son las de Cristo.

Porque “¿Quién nos separará del amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?; como está escrito: Por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan como a ovejas de matanza. Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Rom 8, 35-39).

viernes, 21 de agosto de 2020

JOSE JIMENEZ REYES. MARTIR DE GRANADA DEL SIGLO XX.

 

3 José Jiménez Reyes.

Nació en Santa Fe el 20 de septiembre de 1889.

Estudió en el Seminario de San Cecilio y fue ordenado el 27 de febrero de 1915. Fue coadjutor de las parroquias de Pinos Puente, Salobreña, Dúrcal y Órgiva. Cuando fue coadjutor de Dúrcal estuvo encargado de Talará. Fue beneficiado de Santa Fe y, finalmente, Coadjutor de Santa Catalina de Loja y encargado de Río Frío.

Fue detenido el 21 de julio y liberado el 23 por los que tomaron Loja durante unas horas. Fue entonces cuando lo animaron a que se fuese a Granada, pero él optó por permanecer con sus feligreses. De nuevo fue detenido el 1 (ó 2) de agosto cuando los perseguidores buscaban a otro sacerdote que también había estado encarcelado los días 21 al 23. Fue la denuncia de una joven lo que los llevó al Siervo de Dios. Antes de llevarlo a fusilar en el cementerio lo arrojaron varias veces a un lavadero público y lo pasearon por las calles con toda clase improperios.

Un cruel y triste caminar hacia el calvario. Una joven, que sería después madre de un sacerdote, con gran valentía pedía desde el balcón: No maltratéis de esa manera a un hombre bueno, que nunca hizo mal a nadie, sino todo lo contrario, y que, además, es ministro del Señor. Él os ha de pedir cuentas de su sangre un día. Es a Jesucristo a quien vosotros maltratáis. José levantó los ojos y con dulzura le dijo: “Que Dios te lo pague, Asunta”. El sacerdote lojeño, que todavía vive, testificó que para mi madre el tener un hijo sacerdote había sido un don del Señor que venía de la bendición de este sacerdote. Todo terminó en el cementerio. Puesto de rodillas y con los brazos en cruz, recibió los disparos de la muerte. Sus restos están en el cementerio de Loja sin identificar. Tenía 46 años.

FUENTE: NOTICIAS DIÓCESIS DE GRANADA.

jueves, 20 de agosto de 2020

TESTIGOS DE CRISTO.

De la red

Sois fuerza, sois alma, sois tierra;
sois signo de vida y grandeza.
Sois faros, luceros, faroles;
sois luz, sois credo y bandera.

Hombres, mujeres del mundo
que en Dios pusisteis el rumbo
y frente a barbaries humanas
sois fuego y carne y triunfo.

Marcáis de estrellas los cielos
guiando a la Iglesia de Cristo.
Testigos del Dios más profundo
que salva y destierra lo inmundo.

Blasones de perlas y mármol,
entrega, valor, sacrificio,
consagrados y peregrinos,
la sal, la luz, el compromiso.

Sois, pues, los mártires de Cristo
que es Camino, Verdad y Vida...


¡Sois testigos!


miércoles, 19 de agosto de 2020

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 3 LA OPCION PREFERENCIAL POR LOS POBRES Y LA VIRTUD DE LA CARIDAD.

 

Catequesis - “Curar el mundo”: 3. La opción preferencial por los pobres y la virtud de la caridad

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La pandemia ha dejado al descubierto la difícil situación de los pobres y la gran desigualdad que reina en el mundo. Y el virus, si bien no hace excepciones entre las personas, ha encontrado, en su camino devastador, grandes desigualdades y discriminación. ¡Y las ha incrementado!

Por tanto, la respuesta a la pandemia es doble. Por un lado, es indispensable encontrar la cura para un virus pequeño pero terrible, que pone de rodillas a todo el mundo. Por el otro, tenemos que curar un gran virus, el de la injusticia social, de la desigualdad de oportunidades, de la marginación y de la falta de protección de los más débiles. En esta doble respuesta de sanación hay una elección que, según el Evangelio, no puede faltar: es la opción preferencial por los pobres (cfr. Exhort. ap. Evangelii gaudium [EG], 195). Y esta no es una opción política; ni tampoco una opción ideológica, una opción de partidos. La opción preferencial por los pobres está en el centro del Evangelio. Y el primero en hacerlo ha sido Jesús; lo hemos escuchado en el pasaje de la Carta a los Corintios que se ha leído al inicio. Él, siendo rico, se ha hecho pobre para enriquecernos a nosotros. Se ha hecho uno de nosotros y por esto, en el centro del Evangelio, en el centro del anuncio de Jesús está esta opción.

Cristo mismo, que es Dios, se ha despojado a sí mismo, haciéndose igual a los hombres; y no ha elegido una vida de privilegio, sino que ha elegido la condición de siervo (cfr. Fil 2, 6-7). Se aniquiló a sí mismo convirtiéndose en siervo. Nació en una familia humilde y trabajó como artesano. Al principio de su predicación, anunció que en el Reino de Dios los pobres son bienaventurados (cfr. Mt 5, 3; Lc 6, 20; EG, 197). Estaba en medio de los enfermos, los pobres y los excluidos, mostrándoles el amor misericordioso de Dios (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 2444). Y muchas veces ha sido juzgado como un hombre impuro porque iba donde los enfermos, los leprosos, que según la ley de la época eran impuros. Y Él ha corrido el riesgo por estar cerca de los pobres.

Por esto, los seguidores de Jesús se reconocen por su cercanía a los pobres, a los pequeños, a los enfermos y a los presos, a los excluidos, a los olvidados, a quien está privado de alimento y ropa (cfr. Mt 25, 31-36; CIC, 2443). Podemos leer ese famoso parámetro sobre el cual seremos juzgados todos, seremos juzgados todos. Es Mateo, capítulo 25. Este es un criterio-clave de autenticidad cristiana (cfr. Gal 2,10; EG, 195). Algunos piensan, erróneamente, que este amor preferencial por los pobres sea una tarea para pocos, pero en realidad es la misión de toda la Iglesia, decía San Juan Pablo II (cfr. S. Juan Pablo II, Enc. Sollicitudo rei socialis, 42). «Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres» (EG, 187).

La fe, la esperanza y el amor necesariamente nos empujan hacia esta preferencia por los más necesitados, que va más allá de la pura necesaria asistencia (cfr. EG, 198). Implica de hecho el caminar juntos, el dejarse evangelizar por ellos, que conocen bien al Cristo sufriente, el dejarse “contagiar” por su experiencia de la salvación, de su sabiduría y de su creatividad (cfr. ibid.). Compartir con los pobres significa enriquecerse mutuamente. Y, si hay estructuras sociales enfermas que les impiden soñar por el futuro, tenemos que trabajar juntos para sanarlas, para cambiarlas (cfr. ibid., 195). Y a esto conduce el amor de Cristo, que nos ha amado hasta el extremo (cfr. Jn 13, 1) y llega hasta los confines, a los márgenes, a las fronteras existenciales. Llevar las periferias al centro significa centrar nuestra  vida en Cristo, que «se ha hecho pobre» por nosotros, para enriquecernos «por medio de su pobreza» (2 Cor 8, 9).

Todos estamos preocupados por las consecuencias sociales de la pandemia. Todos. Muchos quieren volver a la normalidad y retomar las actividades económicas. Cierto, pero esta “normalidad” no debería comprender las injusticias sociales y la degradación del ambiente. La pandemia es una crisis y de una crisis no se sale iguales: o salimos mejores o salimos peores. Nosotros debemos salir mejores, para mejorar las injusticias sociales y la degradación ambiental. Hoy tenemos una ocasión para construir algo diferente. Por ejemplo, podemos hacer crecer una economía de desarrollo integral de los pobres y no de asistencialismo. Con esto no quiero condenar la asistencia, las obras de asistencia son importantes. Pensemos en el voluntariado, que es una de las estructuras más bellas que tiene la Iglesia italiana. Pero tenemos que ir más allá y resolver los problemas que nos impulsan a hacer asistencia. Una economía que no recurra a remedios que en realidad envenenan la sociedad, como los rendimientos disociados de la creación de puestos de trabajo dignos (cfr. EG, 204). Este tipo de beneficios está disociado por la economía real, la que debería dar beneficio a la gente común (cfr. Enc. Laudato si’ [LS], 109), y además resulta a veces indiferente a los daños infligidos a la casa común. La opción preferencial por los pobres, esta exigencia ético-social que proviene del amor de Dios (cfr. LS, 158), nos da el impulso a pensar y a diseñar una economía donde las personas, y sobre todo los más pobres, estén en el centro. Y nos anima también a proyectar la cura del virus privilegiando a aquellos que más lo necesitan. ¡Sería triste si en la vacuna para el Covid-19 se diera la prioridad a los ricos! Sería triste si esta vacuna se convirtiera en propiedad de esta o aquella nación y no sea universal y para todos. Y qué escándalo sería si toda la asistencia económica que estamos viendo —la mayor parte con dinero público— se concentrase en rescatar industrias que no contribuyen a la inclusión de los excluidos, a la promoción de los últimos, al bien común o al cuidado de la creación (ibid.). Hay criterios para elegir cuáles serán las industrias para ayudar: las que contribuyen a la inclusión de los excluidos, a la promoción de los últimos, al bien común y al cuidado de la creación. Cuatro criterios.

Si el virus tuviera nuevamente que intensificarse en un mundo injusto para los pobres y los más vulnerables, tenemos que cambiar este mundo. Con el ejemplo de Jesús, el médico del amor divino integral, es decir de la sanación física, social y espiritual (cfr. Jn 5, 6-9) —como era la sanación que hacía Jesús—, tenemos que actuar ahora, para sanar las epidemias provocadas por pequeños virus invisibles, y para sanar esas provocadas por las grandes y visibles injusticias sociales. Propongo que esto se haga a partir del amor de Dios, poniendo las periferias en el centro y a los últimos en primer lugar. No olvidar ese parámetro sobre el cual seremos juzgados, Mateo, capítulo 25. Pongámoslo en práctica en este repunte de la epidemia. Y a  partir de este amor concreto, anclado en la esperanza y fundado en la fe, un mundo más sano será posible. De lo contrario, saldremos peor de esta crisis. Que el Señor nos ayude, nos dé la fuerza para salir mejores, respondiendo a la necesidad del mundo de hoy.


Saludos:

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Pidamos a Jesús que nos ayude a curar las enfermedades que provocan los virus, y también los males que causa la injusticia social. Que el amor de Dios, anclado en la esperanza y fundado en la fe, nos impulse a poner las periferias en el centro y a los últimos en primer lugar. Que el Señor los bendiga.


Resumen leído por el Santo Padre en español

Queridos hermanos y hermanas:

La pandemia ha dejado al descubierto la difícil situación de los pobres y la gran desigualdad que reina en el mundo. Ante esta situación, la respuesta es doble. Por un lado, hay que buscar una vacuna para el virus, que esté al alcance de todos. Pero también es necesario curar otro gran virus: el de la injusticia social, la marginación y la falta de oportunidades para los más débiles. Esta doble respuesta implica una elección evangélica, que es la opción preferencial por los pobres.

Cristo mismo, siendo Dios, se despojó de su condición divina. Nació en una familia humilde, trabajó, no eligió una vida de privilegio sino una vida de servicio. Estaba en medio de la gente. Se acercaba a los enfermos y a los pobres, mostrándoles el amor misericordioso de Dios. Su ejemplo es un criterio clave de autenticidad cristiana: todos estamos llamados a ser instrumentos de Dios para ayudar a los más necesitados.

Hoy nos preocupan las consecuencias sociales de la pandemia. Muchos quieren volver a la normalidad y retomar las actividades económicas, pero esa “normalidad”, entre comillas, no debería incluir las injusticias sociales y la degradación ambiental. Tenemos una oportunidad para construir algo nuevo. Por ejemplo, dar impulso a una economía donde las personas, y sobre todo los más pobres, estén en el centro; una economía que contribuya a la inclusión de los marginados, a la promoción de los últimos, al bien común y al cuidado de la creación.

AUDIENCIA GENERAL PAPA FRANCISCO

Biblioteca del Palacio Apostólico.

Miércoles, 19 de agosto de 2020

FUENTE: VATICAN_VA

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE “CURAR EL MUNDO”:

 

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 1. INTRODUCCION.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 2. FE Y DIGNIDAD HUMANA.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 3 LA OPCION PREFERENCIAL POR LOS POBRES Y LA VIRTUD DE LA CARIDAD.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 4. EL DESTINO UNIVERSAL DE LOS BIENES Y LA VIRTUD DE LA ESPERANZA.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 5. LA SOLIDARIDAD Y LA VIRTUD DE LA FE.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 6 AMOR Y BIEN COMÚN.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 7 CUIDADO DE LA CASA COMÚN Y ACTITUD CONTEMPLATIVA.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 8. SUBSIDIARIEDAD Y VIRTUD DE LA ESPERANZA.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 9. PREPARAR EL FUTURO JUNTO CON JESUS QUE SANA Y SALVA.

JOSE BECERRA SANCHEZ. MARTIR DE GRANADA DEL SIGLO XX.


2 José Becerra Sánchez.

Nació el 7 de marzo de 1875 en Alhama de Granada.

Realizó sus estudios en el Seminario de San Cecilio residiendo en el Colegio de San Fernando. Fue ordenado el 26 de marzo de 1902 en Guadix.

Fue coadjutor de Santa Catalina de Loja, Padul y Alhama de Granada. El 6 (ó 7) de noviembre hubo en Alhama nuevas detenciones, entre ellas la del Siervo de Dios José Becerra. Encontrándose en la cárcel tuvo un gesto heroico: un joven de catorce años es detenido y, después de pasar una noche en la cárcel, fue llamado por la mañana. Todos pensaron que se trataba de llevarlo a la muerte, ante lo cual el sacerdote se ofreció a morir en su lugar: “No, no os llevéis a ese muchacho, que es muy joven todavía, llevadme a mí que soy un viejo”. Este joven, que en realidad era llamado para dejarlo en libertad, siempre habló de la generosa disposición del sacerdote a morir en su lugar y dio testimonio de ello en el proceso de beatificación del Siervo de Dios: “La valentía y el coraje de este sacerdote, dispuesto a morir por mí, eso no se me olvidará mientras viva”. Algunos de estos presos fueron puestos en libertad y otros, con ellos el sacerdote, fueron trasladados al cuartel de la Trinidad en Málaga. Allí fue incitado a romper su castidad en varias casas de prostitución, así como a pisar un crucifijo, pero no pudieron romper su fidelidad al Señor: “Antes de hacerlo, prefiero mil veces la muerte”, fueron sus palabras. Finalmente, le atan al cuello una soga y lo arrastran hasta el muelle; una vez allí, lo arrojaron al mar. Aunque consta que su cadáver fue encontrado, se desconoce su enterramiento. Tenía 61 años.

FUENTE: NOTICIAS DIÓCESIS DE GRANADA.

martes, 18 de agosto de 2020

EL EVANGELIO: ESCUELA DE MISERICORDIA.

Santo Tomás de Aquino enseñaba que en el mensaje moral de la Iglesia también hay una jerarquía, en las virtudes y en los actos que de ellas proceden. Allí lo que cuenta es ante todo «la fe que se hace activa por la caridad» (Ga 5,6). Las obras de amor al prójimo son la manifestación externa más perfecta de la gracia interior del Espíritu: «La principalidad de la ley nueva está en la gracia del Espíritu Santo, que se manifiesta en la fe que obra por el amor». Por ello explica que, en cuanto al obrar exterior, la misericordia es la mayor de todas las virtudes: «En sí misma la misericordia es la más grande de las virtudes, ya que a ella pertenece volcarse en otros y, más aún, socorrer sus deficiencias. Esto es peculiar del superior, y por eso se tiene como propio de Dios tener misericordia, en la cual resplandece su omnipotencia de modo máximo».

Exhortación Apostólica “La alegría del Evangelio” (nº 37)

Papa Francisco.

lunes, 17 de agosto de 2020

CAYETANO GIMÉNEZ MARTÍN. MARTIR DE GRANADA DEL SIGLO XX.

 

1 Cayetano Giménez Martín

Nació en Alfornón (Granada) el 27 de noviembre de 1866.

Estudió en el Seminario de San Cecilio, residiendo en el Colegio de San Fernando. Fue un alumno muy brillante que, terminada la licenciatura en teología, hizo tres años de Derecho Canónico. Su primer destino en Alfornón, su pueblo, lo simultaneó con los tres cursos de Derecho.

Después fue coadjutor y párroco de Lújar, párroco de Alboloduy y párroco y arcipreste de la Iglesia Mayor de la Encarnación de Loja. Era un sacerdote devoto, austero y caritativo. Un ministro del Señor bueno, sabio, humilde y prudente, un anciano de aspecto pacífico y venerable. Un hombre de paz que facilitaba, como arcipreste, las relaciones entre el clero de las tres parroquias de la Ciudad. Sus feligreses veían que el Siervo de Dios era un enamorado de la Eucaristía que pasaba grandes ratos de adoración ante el sagrario. Su vida virtuosa dejó en Loja un recuerdo lleno de veneración.

Tuvo la posibilidad de abandonar Loja y le ofrecían un camión para ello en el día decisivo para la ciudad que fue el 23 de julio de 1936, pero él decidió permanecer en su parroquia. Quemado el templo, buscó refugio en casa de un médico amigo donde, días después, fue descubierto y detenido. Durante tres días estuvo en la cárcel hasta que el 8 (ó 9) de agosto, fue fusilado en el cementerio de Loja, con otras seis personas. El Siervo de Dios dijo: “Quisiera de todos estos morir yo el último”. Y sucedió como él quiso: fue dando la absolución a cada uno y finalmente murió gritando: “¡Viva Cristo Rey!”.Ante su entereza, los asesinos volvían al pueblo diciendo:”¡Vaya con el viejo! ¡Qué valor ha tenido!” Sus restos reposan en el cementerio de Loja sin identificar. Tenía 69 años.

FUENTE: NOTICIAS DIÓCESIS DE GRANADA.

domingo, 16 de agosto de 2020

NUESTROS MÁRTIRES: SEGUROS DEL AMOR DE DIOS.

 

¿Quién nos separará del amor de Dios?

En unos días celebraremos el 84 aniversario del martirio del tío Ángel. Quizás por el tiempo pasado y porque no llegamos a conocerlo directamente, sino a través de los recuerdos de su hermana, mas que entristecernos, es un día de júbilo y celebración. El próximo 31 de agosto, día en el que celebramos el aniversario de su martirio, es un día de acción de gracias por su vida y su entrega por amor a Dios.

Pensar en el tío Ángel como Beato de Dios, es pensar en la plenitud de vida, en la luz, en la felicidad, y más que pensar en el martirio como muerte, es pensar en cómo el amor de Dios suscita vida. Recordar el martirio del Beato Ángel Noguera Gallegos es hacer presente, como el amor de Dios es capaz de iluminar toda una vida, y cuando parece que todo acaba, en El toda vida es nueva, todo rebrota de nuevo.

Nuestros mártires nos dan la respuesta a ¿Quién podrá separarnos del amor de Dios?, ellos pueden decir con Pablo que ni las tribulaciones, ni las angustias, ni la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada… ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarlos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.

La respuesta que nos dan nuestros mártires es su confianza plena y total, sin duda, en el Amor de Dios. Seguridad que les lleva a perdonar a sus martirizadores, como hizo Jesús en la cruz.

En nuestros mártires podemos mirarnos para entender esta afirmación de San Pablo, en ellos vemos como el amor de Cristo es un amor de misericordia, un amor que disculpa, un amor que perdona. En ellos podemos aprender a hacer nuestro ese amor de Cristo en la cruz por cada uno de nosotros.

Y no por un esfuerzo personal, sino por pura gratuidad de Dios, por puro amor de Dios, El nos amó primero, siendo nosotros pecadores.

Aprendamos de nuestros mártires a creer en el amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús.  

Paco H.

sábado, 15 de agosto de 2020

SEMBLANZAS PARA CONOCER A LOS PRÓXIMOS NUEVOS BEATOS GRANADINOS.

 FUENTE: NOTICIAS DIÓCESIS DE GRANADA.

Son 16 mártires granadinos, asesinados en la persecución religiosa de 1936, que murieron perdonando a sus verdugos. La fecha de beatificación, prevista en un principio para el 23 de mayo, se retrasó sine die con motivo de la pandemia.

“Los santos, particularmente los mártires, son los que mejor han cumplido las palabras del Señor en la Última Cena: ‘Haced esto en memoria mía’”, es decir, dar la vida por la vida del mundo. Son la prolongación de Cristo, la Iglesia que cumple las palabras del Señor ‘haced esto, dar la vida por la vida del mundo como Yo lo hago'”. (Palabras de D. Javier Martínez, arzobispo de Granada, en la Eucaristía de dedicación de altar en la parroquia de San Antonio de Padua, en Motril, el 18 de julio de 2020).

La pandemia originada por el coronavirus en todo el mundo obligó el pasado mes de marzo a posponer sine die la celebración de beatificación de 16 mártires granadinos de la persecución religiosa de 1936.

Aunque aún no hay fecha para esa celebración, en la web diocesana www.archidiocesisgranada.es ofreceremos a lo largo de este mes de julio una semblanza de cada uno de los próximos nuevos beatos granadinos, para conocer a quienes afirmaron con su propia vida que la Gracia de Dios vale más que nuestra vida y perdonaron a sus verdugos en el momento de su muerte. “Tu Gracia vale más que la vida” es el lema de estas beatificaciones, que se celebrarán en una fecha que se dará a conocer en un futuro, tras ser pospuestas sine die con motivo de la pandemia.

Estas semblanzas de nuestros próximos nuevos beatos, mártires granadinos, están disponibles en www.archidiocesisgranada.es, en el Menú Noticias, apartado Beatificación Mártires Granadinos, o pinchando AQUI

jueves, 13 de agosto de 2020

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 2. FE Y DIGNIDAD HUMANA.

 

Catequesis - “Curar el mundo”: 2. Fe y dignidad humana

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La pandemia ha puesto de relieve lo vulnerables e interconectados que estamos todos. Si no cuidamos el uno del otro, empezando por los últimos, por los que están más afectados, incluso de la creación, no podemos sanar el mundo.

Es loable el compromiso de tantas personas que en estos meses están demostrando el amor humano y cristiano hacia el prójimo, dedicándose a los enfermos poniendo también en riesgo su propia salud. ¡Son héroes! Sin embargo, el coronavirus no es la única enfermedad que hay que combatir, sino que la pandemia ha sacado a la luz patologías sociales más amplias. Una de estas es la visión distorsionada de la persona, una mirada que ignora su dignidad y su carácter relacional. A veces miramos a los otros como objetos, para usar y descartar. En realidad, este tipo de mirada ciega y fomenta una cultura del descarte individualista y agresiva, que transforma el ser humano en un bien de consumo (cfr. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 53; Enc. Laudato si’ [LS], 22).

A la luz de la fe sabemos, sin embargo, que Dios mira al hombre y a la mujer de otra manera. Él nos ha creado no como objetos, sino como personas amadas y capaces de amar; nos ha creado a su imagen y semejanza (cfr. Gen 1, 27). De esta manera nos ha donado una dignidad única, invitándonos a vivir en comunión con Él, en comunión con nuestras hermanas y nuestros hermanos, en el respeto de toda la creación. En comunión, en armonía, podemos decir. La creación es una armonía en la que estamos llamados a vivir. Y en esta comunión, en esta armonía que es comunión, Dios no dona la capacidad de procrear y de custodiar la vida (cfr. Gen 1, 28-29), de trabajar y cuidar la tierra (cfr. Gen 2,15; LS, 67). Se entiende que no se puede procrear y custodiar la vida sin armonía; será destruida.

De esa mirada individualista, la que no es armonía,  tenemos un ejemplo en los Evangelios, en la petición que la madre de Santiago y Juan hace a Jesús (cfr. Mt 20, 20-28). Ella quiere que sus hijos puedan sentarse a la derecha y a la izquierda del nuevo rey. Pero Jesús propone otro tipo de visión: la del servicio y del dar la vida por los otros, y la confirma devolviendo inmediatamente después la vista a dos ciegos y haciéndoles sus discípulos (cfr. Mt 20, 29-34). Tratar de trepar en la vida, de ser superiores a los otros, destruye la armonía. Es la lógica del dominio, de dominar a los otros. La armonía es otra cosa: es el servicio.

Pidamos, por tanto, al Señor que nos dé ojos atentos a los hermanos y a las hermanas, especialmente a aquellos que sufren. Como discípulos de Jesús no queremos ser indiferentes ni individualistas, estas son las dos actitudes malas contra la armonía. Indiferente: yo miro a otro lado. Individualistas: mirar solamente el propio interés. La armonía creada por Dios nos pide mirar a los otros, las necesidades de los otros, los problemas de los otros, estar en comunión. Queremos reconocer la dignidad humana en cada persona, cualquiera que sea su raza, lengua o condición. La armonía te lleva a reconocer la dignidad humana, esa armonía creada por Dios, con el hombre en el centro.

El Concilio Vaticano II subraya que esta dignidad es inalienable, porque  «ha sido creada a imagen de Dios» (Const. past. Gaudium et spes, 12). Es el fundamento de toda la vida social y determina los principios operativos. En la cultura moderna, la referencia más cercana al principio de la dignidad inalienable de la persona es la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, que San Juan Pablo II definió «piedra miliar puesta en el largo y difícil camino del género humano», y como «una de las más altas expresiones de la conciencia humana». Los derechos no son solo individuales, sino también sociales; son de los pueblos, de las naciones. El ser humano, de hecho, en su dignidad personal, es un ser social, creado a imagen de Dios Uno y Trino. Nosotros somos seres sociales, necesitamos vivir en esta armonía social, pero cuando hay egoísmo, nuestra mirada no va a los otros, a la comunidad, sino que vuelve sobre nosotros mismos y esto nos hace feos, malos, egoístas, destruyendo la armonía.

Esta renovada conciencia de la dignidad de todo ser humano tiene serias implicaciones sociales, económicas y políticas. Mirar al hermano y a toda la creación como don recibido por el amor del Padre suscita un comportamiento de atención, de cuidado y de estupor. Así el creyente, contemplando al prójimo como un hermano y no como un extraño, lo mira con compasión y empatía, no con desprecio o enemistad. Y contemplando el mundo a la luz de la fe, se esfuerza por desarrollar, con la ayuda de la gracia, su creatividad y su entusiasmo para resolver los dramas de la historia. Concibe y desarrolla sus capacidades como responsabilidades que brotan de su fe, como dones de Dios para poner al servicio de la humanidad y de la creación.

Mientras todos nosotros trabajamos por la cura de un virus que golpea a todos indistintamente, la fe nos exhorta a comprometernos seria y activamente para contrarrestar la indiferencia delante de las violaciones de la dignidad humana. Esta cultura de la indiferencia que acompaña la cultura del descarte: las cosas que no me tocan no me interesan. La fe siempre exige que nos dejemos sanar y convertir de nuestro individualismo, tanto personal como colectivo; un individualismo de partido, por ejemplo.

Que el Señor pueda “devolvernos la vista” para redescubrir qué significa ser miembros de la familia humana. Y esta mirada pueda traducirse en acciones concretas de compasión y respeto para cada persona y de cuidado y custodia para nuestra casa común.


Saludos:

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Pidamos al Señor que nos conceda ojos atentos para ver en las personas, de cualquier raza, lengua o condición, miembros de la única familia humana. Y que esta mirada se traduzca en acciones concretas de ayuda a los que más sufren, y de cuidado y respeto a nuestra casa común. Que el Señor los bendiga.


Resumen leído por el Santo Padre en español

Queridos hermanos y hermanas:

Es loable el compromiso de tantas personas que en estos meses dan testimonio del amor humano y cristiano dedicándose a los enfermos, aun arriesgando la propia salud. Sin embargo, la pandemia también ha puesto en evidencia patologías sociales que distorsionan la visión de la persona, ignorando su dignidad y su carácter relacional, y que fomentan la cultura del descarte, transformando al ser humano en un bien de consumo.

A la luz de la fe, sabemos que Dios mira al hombre y a la mujer de otro modo. Nos mira no como objetos, sino como personas amadas y capaces de amar, creadas a su imagen y semejanza. Al invitarnos a vivir en comunión con Él y con los demás, en el respeto de todo lo creado, nos ha dado una dignidad única. Una dignidad inalienable que tiene serias implicaciones sociales, económicas y políticas. En la cultura moderna, la referencia más cercana al principio de la dignidad inalienable de la persona es la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

A los creyentes, mirar al prójimo y a la creación como un don recibido del amor del Padre, nos lleva a no ser indiferentes, a estar atentos a quienes nos rodean; a sentir compasión y empatía, no desprecio y enemistad. Y al contemplar el mundo a la luz de la fe podemos desarrollar, con ayuda de la gracia, nuestros dones y capacidades para resolver los dramas de la historia, poniéndonos al servicio de la humanidad y de toda la creación.

 

AUDIENCIA GENERAL PAPA FRANCISCO

Biblioteca del Palacio Apostólico.

Miércoles, 12 de agosto de 2020

FUENTE: VATICAN_VA

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE “CURAR EL MUNDO”:

 

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 1. INTRODUCCION.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 2. FE Y DIGNIDAD HUMANA.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 3 LA OPCION PREFERENCIAL POR LOS POBRES Y LA VIRTUD DE LA CARIDAD.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 4. EL DESTINO UNIVERSAL DE LOS BIENES Y LA VIRTUD DE LA ESPERANZA.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 5. LA SOLIDARIDAD Y LA VIRTUD DE LA FE.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 6 AMOR Y BIEN COMÚN.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 7 CUIDADO DE LA CASA COMÚN Y ACTITUD CONTEMPLATIVA.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 8. SUBSIDIARIEDAD Y VIRTUD DE LA ESPERANZA.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 9. PREPARAR EL FUTURO JUNTO CON JESUS QUE SANA Y SALVA.