Catequesis
- “Curar el mundo”: 6. Amor y bien
común.
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La crisis que estamos viviendo a
causa de la pandemia golpea a todos; podemos salir mejores si buscamos todos
juntos el bien común; al contrario, saldremos peores. Lamentablemente, asistimos al
surgimiento de intereses partidistas. Por ejemplo, hay quien quisiera
apropiarse de posibles soluciones, como en el caso de las vacunas y después
venderlas a los otros. Algunos aprovechan la situación para fomentar
divisiones: para buscar ventajas económicas o políticas, generando o aumentando
conflictos. Otros simplemente no se interesan por el sufrimiento de los demás,
pasan por encima y van por su camino (cfr. Lc 10, 30-32). Son
los devotos de Poncio Pilato, se lavan las manos.
La
respuesta cristiana a la pandemia y a las consecuentes crisis socio-económicas
se basa en el amor, ante todo el amor de Dios que siempre nos precede
(cfr. 1 Jn 4, 19). Él nos ama primero, Él siempre nos precede
en el amor y en las soluciones. Él nos ama incondicionalmente, y cuando
acogemos este amor divino, entonces podemos responder de forma parecida. Amo no
solo a quien me ama: mi familia, mis amigos, mi grupo, sino también a los que
no me aman, amo también a los que no me conocen, amo también a lo que son
extranjeros, y también a los que me hacen sufrir o que considero enemigos (cfr. Mt 5,
44). Esta es la sabiduría cristiana, esta es la actitud de Jesús. Y el punto
más alto de la santidad, digamos así, es amar a los enemigos, y no es fácil.
Cierto, amar a todos, incluidos los enemigos, es difícil —¡diría que es un
arte!—. Pero es un arte que se puede aprender y mejorar. El amor verdadero, que nos hace fecundos y libres, es siempre expansivo
e inclusivo. Este amor cura, sana y hace bien. Muchas veces hace más bien una
caricia que muchos argumentos, una caricia de perdón y no tantos argumentos
para defenderse. Es el amor inclusivo que sana.
Por
tanto, el amor no se limita a las relaciones entre dos o tres personas, o a los
amigos, o a la familia, va más allá. Incluye las relaciones cívicas y políticas
(cfr. Catecismo de la Iglesia Católica [CIC],
1907-1912), incluso la relación con la naturaleza (Enc. Laudato si’ [LS], 231). Como somos
seres sociales y políticos, una de las más altas expresiones de amor es
precisamente la social y política, decisiva para el desarrollo humano y para
afrontar todo tipo de crisis (ibid.,
231). Sabemos que el amor fructifica a las familias y las amistades; pero está
bien recordar que fructifica también las relaciones sociales, culturales,
económicas y políticas, permitiéndonos construir una “civilización del amor”,
como le gustaba decir a san Pablo
VI y, siguiendo su huella, a san Juan Pablo II. Sin esta inspiración,
prevalece la cultura del egoísmo, de la indiferencia, del descarte, es decir
descartar lo que yo no quiero, lo que no puedo amar o aquellos que a mí me
parece que son inútiles en la sociedad. Hoy a la entrada una pareja me ha
dicho: “Rece por nosotros porque tenemos un hijo discapacitado”. Yo he
preguntado: “¿Cuántos años tiene? —Tantos —¿Y qué hace? —Nosotros le
acompañamos, le ayudamos”. Toda una vida de los padres para ese hijo
discapacitado. Esto es amor. Y los enemigos, los adversarios políticos, según
nuestra opinión, parecen ser discapacitados políticos o sociales, pero parecen.
Solo Dios sabe si lo son o no. Pero nosotros debemos amarles, debemos dialogar,
debemos construir esta civilización del amor, esta civilización política,
social, de la unidad de toda la humanidad. Todo esto es lo opuesto a las
guerras, divisiones, envidias, también de las guerras en familia. El amor
inclusivo es social, es familiar, es político: ¡el amor lo impregna todo!
El
coronavirus nos muestra que el verdadero bien para cada uno es un bien común y,
viceversa, el bien común es un verdadero bien para la persona (cfr. CIC, 1905-1906). Si una persona busca
solamente el propio bien es un egoísta. Sin embargo la persona es más persona,
precisamente cuando el propio bien lo abre a todos, lo comparte. La salud,
además de individual, es también un bien público. Una sociedad sana es la que
cuida de la salud de todos.
Un
virus que no conoce barreras, fronteras o distinciones culturales y políticas
debe ser afrontado con un amor sin barreras, fronteras o distinciones. Este
amor puede generar estructuras sociales que nos animen a compartir más que a
competir, que nos permitan incluir a los más vulnerables y no descartarlos, y
que nos ayuden a expresar lo mejor de nuestra naturaleza humana y no lo peor. El verdadero amor no conoce la cultura del
descarte, no sabe qué es. De hecho, cuando amamos y generamos creatividad,
cuando generamos confianza y solidaridad, es ahí que emergen iniciativas
concretas por el bien común. Y esto vale tanto a nivel de las pequeñas y
grandes comunidades, como a nivel internacional. Lo que se hace en
familia, lo que se hace en el barrio, lo que se hace en el pueblo, lo que se
hace en la gran ciudad e internacionalmente es lo mismo: es la misma semilla
que crece y da fruto. Si tú en familia, en el barrio empiezas con la envidia,
con la lucha, al final habrá la “guerra”. Sin embargo si tú empiezas con el
amor, a compartir el amor, el perdón, entonces habrá amor y perdón para todos.
Al
contrario, si las soluciones a la pandemia llevan la huella del egoísmo, ya sea
de personas, empresas o naciones, quizá podamos salir del coronavirus, pero
ciertamente no de la crisis humana y social que el virus ha resaltado y
acentuado. Por tanto, ¡estad atentos con construir sobre la arena (cfr. Mt 7,
21-27)! Para construir una sociedad
sana, inclusiva, justa y pacífica, debemos hacerlo encima de la roca del bien
común. El bien común es una roca. Y esto es tarea de todos nosotros, no
solo de algún especialista. Santo Tomás de Aquino decía que la promoción del
bien común es un deber de justicia que recae sobre cada ciudadano. Cada
ciudadano es responsable del bien común. Y para los cristianos es también una
misión. Como enseña san Ignacio del Loyola, orientar nuestros esfuerzos
cotidianos hacia el bien común es una forma de recibir y difundir la
gloria de Dios.
Lamentablemente,
la política a menudo no goza de buena fama, y sabemos el porqué. Esto no quiere
decir que los políticos sean todos malos, no, no quiero decir esto. Solamente
digo que lamentablemente la política a menudo no goza de buena fama. Pero no
hay que resignarse a esta visión negativa, sino reaccionar demostrando con los hechos que es posible, es más, necesaria
una buena política, la que pone en el centro a la persona humana y el bien
común. Si vosotros leéis la historia de la humanidad encontraréis muchos
políticos santos que han ido por este camino. Es posible en la medida en la que
cada ciudadano, y de forma particular quien asume compromisos y encargos
sociales y políticos, arraigue su actuación en los principios éticos y la anime
con el amor social y político. Los cristianos, de forma particular los fieles
laicos, están llamados a dar buen testimonio de esto y pueden hacerlo gracias a
la virtud de la caridad, cultivando la intrínseca dimensión social.
Es por tanto tiempo de
incrementar nuestro amor social —quiero subrayar esto: nuestro amor social—,
contribuyendo todos, a partir de nuestra pequeñez. El bien común requiere la
participación de todos. Si cada uno pone de su parte, y si no se deja a nadie
fuera, podremos regenerar buenas relaciones a nivel comunitario, nacional,
internacional y también en armonía con el ambiente (cfr. LS, 236). Así en nuestros gestos,
también en los más humildes, se hará visible algo de la imagen de Dios que
llevamos en nosotros, porque Dios es Trinidad, Dios es amor. Esta es la
definición más bonita de Dios en la Biblia. Nos la da el apóstol Juan, que amaba
mucho a Jesús: Dios es amor. Con su ayuda, podemos sanar al mundo trabajando
todos juntos por el bien común, no solo por el propio bien, sino por el bien
común, de todos.
Saludos:
Saludo
cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos a Dios, Trinidad de
amor, que nos ayude a cultivar la virtud de la caridad, a través de gestos de
ternura, gestos de cercanía hacia nuestros hermanos. Así, con su ayuda,
podremos curar el mundo, trabajando unidos por el bien común. Que el Señor los
bendiga a todos.
Resumen leído por el Santo Padre en español
Queridos hermanos y hermanas:
La
crisis que estamos viviendo a causa de la pandemia nos afecta a todos. Para
superar este momento difícil deberíamos buscar entre todos el bien común. Pero
vemos que algunos, lamentablemente, lo que buscan es aprovecharse para obtener
ventajas económicas o políticas. Otros intentan dividir y fomentar conflictos,
y también hay personas que permanecen indiferentes ante el sufrimiento de los
demás.
La
respuesta cristiana a esta situación es el amor y la búsqueda del bien común.
El amor verdadero cura, sana, nos hace libres, nos hace fecundos, es expansivo
e inclusivo. Amar como Dios nos ama no es fácil, pero es un arte que podemos
aprender y mejorar. Porque no se trata de amar sólo a quien me ama, a mi
familia, a mis amigos; sino a todos, incluso a los que no me conocen, a los
extranjeros, o a quienes me han hecho sufrir. El amor verdadero también se
extiende a las relaciones sociales, culturales, económicas y políticas, así
como a la relación con la naturaleza.
El
coronavirus nos muestra que el bien para cada uno es un bien para todos, que la
salud de cada persona es también un bien público. Por eso, una sociedad sana es
la que se hace cargo de la salud de todos. Y a este virus —que no conoce
fronteras ni hace distinciones sociales— es necesario que le respondamos con un
amor generoso, sin límites, que no hace acepción de personas, que nos mueve a
ser creativos y solidarios, y que hace surgir iniciativas concretas para el
bien común.
AUDIENCIA
GENERAL PAPA FRANCISCO
Patio de San Dámaso.
Miércoles, 9 de septiembre de 2020
FUENTE: VATICAN_VA
CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE “CURAR EL MUNDO”:
CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 1. INTRODUCCION.
CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 2. FE Y DIGNIDAD HUMANA.
CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 5. LA SOLIDARIDAD Y LA VIRTUD DE LA FE.
CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 6 AMOR Y BIEN COMÚN.
CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 7 CUIDADO DE LA CASA COMÚN Y ACTITUD CONTEMPLATIVA.
CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 8. SUBSIDIARIEDAD Y VIRTUD DE LA ESPERANZA.
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