11 Manuel Vilches
Montalvo.
Nació en Moreda
(Granada) el 5 de junio de 1889.
Estudió
en el Seminario de Guadix hasta final del curso 1912- 13 en que concluyó el 4º
de teología y recibió el diaconado. El curso 1913-14 hizo ya en el Seminario de
San Cecilio de Granada el 5º curso de Teología y obtuvo el doctorado. En
Granada fue ordenado el 6 de junio de 1914, incardinado en su diócesis de Guadix.
Fue
coadjutor de la Iglesia Mayor de Baza, párroco de Castril, beneficiado de la
Catedral de Guadix y profesor en el Seminario de San Torcuato y, finalmente,
mediante oposición pasó a la archidiócesis como párroco de la parroquia de
Iznalloz de la que tomó posesión el 12 de octubre de 1923.
El 29 de
abril de 1936 fue incendiada la iglesia de Iznalloz y el Siervo de Dios tuvo
que contemplar el destrozo del monumental templo y sufrir la expulsión de su
parroquia. Pasó, pues, a Granada donde prestó sus servicios ministeriales en la
parroquia de los Santos Justo y Pastor durante un tiempo y pocos días antes del
18 de julio marchó a Moreda, donde esperaba estar más seguro entre sus
familiares y paisanos. Pero no fue así: durante meses vivió escondido en casas
de diversos familiares. Finalmente decide que esta situación es demasiado
peligrosa para él y para la familia y debe marcharse e intentar pasar a Granada
por Sierra Nevada con la ayuda de un experto que se dedicaba a este oficio.
Marchaba como un cordero llevado al matadero, señala un testigo: estaba ya muy
torpe después de tantos meses encerrado y consciente de lo que podía ocurrir:
que sepáis donde me entregáis, avisó a sus familiares. Afrontaba una marcha
dolorosa y difícil por lo agreste del recorrido y la necesidad de atravesar un
frente de guerra. El bien de sus familiares, siempre acosados, está en el fondo
de la decisión. Salió de Moreda pero no llegó a Granada, murió el 7 de marzo de
1937 y sus restos no se han encontrado.
En
realidad su martirio comenzó cuando, hostigado, hubo de dejar la parroquia y
después, cuando refugiado entre sus familiares, fue buscado constantemente.
Además de este sufrido destierro, en la tradición cristiana también se tiene
como un valor martirial la muerte del perseguido por la fe vivida en soledad.
Es claro el testimonio de San Cipriano: “Y si durante la huída le atacase una
fiera, o se viera angustiado por el hambre, o la sed o el frío… Cristo está
mirando a su soldado donde quiera que luche… Y no es la menor gloria del
martirio haber perecido no públicamente y ante mucha gente, pues que la razón
de morir es morir por Cristo; basta para testimonio de su martirio aquel
testigo que prueba a los mártires y los corona” (Carta a los fieles de
Thibaris). Es el martirio del perseguido, que muere solo, sin ningún testigo
que pregone su fidelidad a Cristo, sin que brille la luz de su fortaleza.
FUENTE: NOTICIAS DIÓCESIS DE GRANADA.
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