Catequesis - “Curar el mundo”: 9. Preparar
el futuro junto con Jesús que salva y sana
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En las semanas pasadas, hemos reflexionado juntos, a la luz del
Evangelio, sobre cómo sanar al mundo que sufre por un malestar que la pandemia
ha evidenciado y acentuado. El malestar estaba: la pandemia lo ha evidenciado
más, lo ha acentuado. Hemos recorrido los caminos de la dignidad, de la
solidaridad y de la subsidiariedad, caminos indispensables para promover la
dignidad humana y el bien común. Y como discípulos de Jesús, nos hemos
propuesto seguir sus pasos optando por los pobres, repensando el uso de los
bienes y cuidando la casa común. En medio de la pandemia que nos aflige, nos
hemos anclado en los principios de la doctrina social de la Iglesia, dejándonos
guiar por la fe, la esperanza y la caridad. Aquí hemos encontrado una ayuda
sólida para ser trabajadores de transformaciones que sueñan en grande, no se
detienen en las mezquindades que dividen y hieren, sino que animan a generar un
mundo nuevo y mejor.
Quisiera que este camino no termine con estas catequesis mías,
sino que se pueda continuar caminando juntos, teniendo «fijos los ojos en
Jesús» (Hb 12, 2), como hemos escuchado al principio; la mirada en
Jesús que salva y sana al mundo. Como nos muestra el Evangelio, Jesús ha sanado
a enfermos de todo tipo (cfr. Mt 9, 35), ha dado la vista a
los ciegos, la palabra a los mudos, el oído a los sordos. Y cuando sanaba las
enfermedades y las dolencias físicas, sanaba también el espíritu perdonando los
pecados, porque Jesús siempre perdona, así como los “dolores sociales”
incluyendo a los marginados (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1421).
Jesús, que renueva y reconcilia a cada criatura (cfr. 2 Cor 5,
17; Col 1, 19-20), nos regala los dones necesarios para amar y
sanar como Él sabía hacerlo (cfr. Lc 10, 1-9; Jn 15,
9-17), para cuidar de todos sin distinción de raza, lengua o nación.
Para que esto suceda realmente, necesitamos contemplar y apreciar
la belleza de cada ser humano y de cada criatura. Hemos sido concebidos en el
corazón de Dios (cfr. Ef 1, 3-5). «Cada uno de nosotros es el
fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno de
nosotros es amado, cada uno es necesario». Además, cada criatura tiene algo que
decirnos de Dios creador (cfr. Enc. Laudato si’, 69. 239). Reconocer tal verdad y dar las gracias por
los vínculos íntimos de nuestra comunión universal con todas las personas y con
todas las criaturas, activa «un cuidado generoso y lleno de ternura» (ibid., 220). Y nos ayuda también a reconocer
a Cristo presente en nuestros hermanos y hermanas pobres y sufrientes, a
encontrarles y escuchar su clamor y el clamor de la tierra que se hace eco
(cfr. ibid., 49).
Interiormente movilizados por estos gritos que nos reclaman otra
ruta (cfr. ibid., 53), reclaman cambiar, podremos
contribuir a la nueva sanación de las relaciones con nuestros dones y nuestras
capacidades (cfr. ibid., 19). Podremos regenerar la sociedad y
no volver a la llamada “normalidad”, que es una normalidad enferma, en realidad
enferma antes de la pandemia: ¡la pandemia lo ha evidenciado! “Ahora volvemos a
la normalidad”: no, esto no va porque esta normalidad estaba enferma de
injusticias, desigualdades y degrado ambiental. La normalidad a la cual estamos
llamados es la del Reino de Dios, donde «los ciegos ven y los cojos andan, los
leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncian
a los pobres la Buena Nueva» (Mt 11, 5). Y nadie se hace pasar por
tonto mirando a otro lado. Esto es lo que debemos hacer, para cambiar. En la
normalidad del Reino de Dios el pan llega a todos y sobra, la organización social
se basa en el contribuir, compartir y distribuir, no en el poseer, excluir y
acumular (cfr. Mt 14, 13-21). El gesto que hace ir adelante a
una sociedad, una familia, un barrio, una ciudad, todos, es el de darse, dar,
que no es dar una limosna, sino que es un darse que viene del corazón. Un gesto
que aleja el egoísmo y el ansia de poseer. Pero la forma cristiana de hacer
esto no es una forma mecánica: es una forma humana. Nosotros no podremos salir
nunca de la crisis que se ha evidenciado por la pandemia, mecánicamente, con
nuevos instrumentos —que son importantísimos, nos hacen ir adelante y de los
cuales no hay que tener miedo—, sino sabiendo que los medios más sofisticados
podrán hacer muchas cosas pero una cosa no la podrán hacer: la ternura. Y la ternura
es la señal propia de la presencia de Jesús. Ese acercarse al prójimo para
caminar, para sanar, para ayudar, para sacrificarse por el otro.
Así es importante esa normalidad del Reino de Dios: que el pan
llegue a todos, que la organización social se base en el contribuir, compartir
y distribuir, con ternura, no en el poseer, excluir y acumular. ¡Porque al
final de la vida no llevaremos nada a la otra vida!
Un pequeño virus sigue causando heridas profundas y desenmascara
nuestras vulnerabilidades físicas, sociales y espirituales. Ha expuesto la gran
desigualdad que reina en el mundo: desigualdad de oportunidades, de bienes, de
acceso a la sanidad, a la tecnología, a la educación: millones de niños no
pueden ir al colegio, y así sucesivamente la lista. Estas injusticias no son
naturales ni inevitables. Son obras del hombre, provienen de un modelo de
crecimiento desprendido de los valores más profundos. El derroche de la
comida que sobra: con ese derroche se puede dar de comer a todos. Y esto ha hecho
perder la esperanza en muchos y ha aumentado la incertidumbre y la angustia.
Por esto, para salir de la pandemia, tenemos que encontrar la cura no solamente
para el coronavirus —¡que es importante!—, sino también para los grandes virus
humanos y socioeconómicos. No hay que esconderlos, haciendo una capa de pintura
para que no se vean. Y ciertamente no podemos esperar que el modelo económico
que está en la base de un desarrollo injusto e insostenible resuelva nuestros
problemas. No lo ha hecho y no lo hará, porque no puede hacerlo, incluso si
ciertos falsos profetas siguen prometiendo “el efecto cascada” que no llega
nunca. Habéis escuchado vosotros, el teorema del vaso: lo importante es que el
vaso se llene y así después cae sobre los pobres y sobre los otros, y reciben
riquezas. Pero esto es un fenómeno: el vaso empieza a llenarse y cuando está
casi lleno crece, crece y crece y no sucede nunca la cascada. Es necesario
estar atentos.
Tenemos que ponernos a trabajar con urgencia para generar buenas
políticas, diseñar sistemas de organización social en la que se premie la
participación, el cuidado y la generosidad, en vez de la indiferencia, la
explotación y los intereses particulares. Tenemos que ir adelante con la
ternura. Una sociedad solidaria y justa es una sociedad más sana. Una sociedad
participativa —donde a los “últimos” se les tiene en consideración igual que a
los “primeros”— refuerza la comunión. Una sociedad donde se respeta la
diversidad es mucho más resistente a cualquier tipo de virus.
Ponemos este camino de sanación bajo la protección de la Virgen
María, Virgen de la Salud. Ella, que llevó en el vientre a Jesús, nos ayude a
ser confiados. Animados por el Espíritu Santo, podremos trabajar juntos por el
Reino de Dios que Cristo ha inaugurado en este mundo, viniendo entre nosotros.
Es un Reino de luz en medio de la oscuridad, de justicia en medio de tantos ultrajes,
de alegría en medio de tantos dolores, de sanación y de salvación en medio de
las enfermedades y la muerte, de ternura en medio del odio. Dios nos conceda
“viralizar” el amor y globalizar la esperanza a la luz de la fe.
Saludos
Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. De modo
particular, saludo al grupo de sacerdotes del Pontificio Colegio Mexicano, que
siguen aquí en Roma su formación integral, para conformarse cada día más a
Cristo Buen Pastor.
Hoy hacemos memoria de san Jerónimo, un estudioso apasionado de la
Sagrada Escritura, que hizo de ella el motor y el alimento de su vida. Que su
ejemplo nos ayude también a nosotros a leer y conocer la Palabra de Dios,
«porque ignorar las Escrituras ―decía él― es ignorar a Cristo». Que el
Señor los bendiga.
Llamamiento
Hoy he firmado la Carta apostólica «Sacrae Scripturae affectus», en el 16°
centenario de la muerte de San Jerónimo.
El ejemplo de este gran doctor y padre de la Iglesia, que puso la
Biblia en el centro de su vida, suscite en todos un amor renovado por la
Sagrada Escritura y el deseo de vivir en diálogo personal con la Palabra de
Dios.
Resumen leído por el Santo Padre en español
Queridos hermanos y hermanas:
En las catequesis anteriores hemos reflexionado, a la luz del
Evangelio, sobre cómo curar el mundo que sufre. Los caminos a seguir son la
solidaridad y la subsidiariedad, indispensables para promover la dignidad
humana y el bien común. Como discípulos de Jesús, seguimos su ejemplo optando
por los pobres, haciendo un uso adecuado de los bienes y cuidando nuestra casa
común.
Como vemos en el Evangelio, Jesús curó enfermos de todo tipo y,
cuando curaba los males físicos, sanaba también el espíritu con el perdón de
los pecados, así como los “dolores sociales”, incluyendo a los marginados.
También a nosotros Jesús nos concede los dones necesarios para amar y curar
como Él lo hizo, acogiendo a todos sin distinción de raza, lengua o nación.
En medio de la pandemia que nos aflige, comprobamos cómo un
pequeño virus continúa causando heridas profundas y desenmascarando nuestra
fragilidad física, social y espiritual. También pone en evidencia la
desigualdad que reina en el mundo, que ha hecho crecer en muchas personas la
incertidumbre, la angustia y la falta de esperanza. En este contexto, con la
mirada fija en Jesús, estamos llamados a construir la normalidad del Reino de
Dios: donde el pan llega a todos y sobra, y la organización social se basa en
contribuir, compartir y distribuir.
AUDIENCIA
GENERAL PAPA FRANCISCO
Patio de San Dámaso.
Miércoles, 30 de septiembre de 2020
FUENTE: VATICAN_VA
CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE “CURAR EL MUNDO”:
CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 1. INTRODUCCION.
CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 2. FE Y DIGNIDAD HUMANA.
CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 5. LA SOLIDARIDAD Y LA VIRTUD DE LA FE.
CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 6 AMOR Y BIEN COMÚN.
CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 7 CUIDADO DE LA CASA COMÚN Y ACTITUD CONTEMPLATIVA.
CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO “CURAR EL MUNDO”: 8. SUBSIDIARIEDAD Y VIRTUD DE LA ESPERANZA.
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