Primer domingo
del Adviento de Nuestro Señor Jesucristo.
Isaías 2, 1-5: “El Señor congrega a todas las naciones en la paz eterna del Reino de Dios”.
Salmo 121: “Vamos
alegres a la casa del Señor”.
Romanos 13, 11-4a: “La salvación está más cerca de nosotros”.
Mateo 24, 37-44: “Estad en vela para estar preparados”.
En aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando
venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé.
En los
días antes del diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y las
mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando
menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá
cuando venga el Hijo del hombre: dos hombres estarán en el campo, a uno se lo
llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la
llevarán y a otra la dejarán.
Por
tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.
Comprended
que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría
en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa.
Por eso,
estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el
Hijo del hombre».
* * * * *
Meditación del Papa Francisco.
Comenzamos
hoy, el primer de Adviento, un nuevo año litúrgico, es decir un nuevo camino
del Pueblo de Dios con Jesucristo, nuestro Pastor, que nos guía en la historia
hacia la realización del Reino de Dios. Es una peregrinación universal hacia
una meta común, que en el Antiguo Testamento es Jerusalén, donde surge el
templo del Señor,, porque desde allí, de Jerusalén ha venido la revelación del
rostro de Dios y de su ley. La revelación ha encontrado su realización en
Jesucristo, y Él mismo, el Verbo hecho carne, se ha convertido en el “templo
del Señor”: es Él la guía y al mismo tiempo la meta de nuestra peregrinación,
de la peregrinación de todo el Pueblo de Dios; y bajo su luz también los demás
pueblos pueden caminar hacia el Reino de la justicia, hacia el Reino de la paz.
El tiempo de Adviento, que hoy de nuevo comenzamos, nos devuelve el horizonte
de la esperanza, una esperanza que no decepciona porque está fundada en la
Palabra de Dios. ¡Él es fiel!, ¡Él no decepciona! ¡Pensemos y sintamos esta
belleza! El modelo de esta actitud espiritual, de este modo de ser y de caminar
en la vida, es la Virgen María. Una sencilla muchacha de pueblo, que lleva en
el corazón toda la esperanza de Dios. En su seno, la esperanza de Dios se hizo
carne, se hizo hombre, se hizo historia: Jesucristo.
FUENTE: EL PAN DE LOS POBRES
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