Erase un pequeño ratoncito que vivía
muy feliz y tranquilo dando vueltas por el bosque. Podía correr de acá para
allá con total libertad, y hasta los gatos que de vez en cuando pasaban por
allí le respetaban. Pero dicha tranquilidad quedó rota por completo el día en
que el ratón se topó con un extraño animal que jamás había visto. ¡Tenía una
cabeza alargadísima!
El ratón no sabía que se había
encontrado con un oso hormiguero, que a diferencia de él, no parecía muy
tranquilo, sino con muchas ganas de actividad y de reírse un poco. Al ratón
aquello no le hubiera parecido mal, si no fuese porque aquel oso hormiguero
parecía tener ganas de divertirse riéndose de él, que no le había hecho nada a
nadie y correteaba siempre tan tranquilo por el bosque.
-
¿Con lo insignificante
que eres, triste ratoncito, aún nadie ha frenado tus carreras por este bosque?
¡Sería tan fácil pisarte!- dijo muy ufano el oso hormiguero.
-
¿Por qué te metes
conmigo? No creo haberte molestado, siempre voy a mi aire por el bosque sin
comprometer a nadie y espero lo mismo del resto- le respondió el ratón
entristecido.
Pero lamentablemente el ratón no
obtuvo ya ninguna respuesta del oso hormiguero, y ante sus molestas risas,
decidió poner rumbo a otra parte.
Mucho tiempo después el ratón iba,
como de costumbre, paseando y correteando por el bosque cuando, de pronto,
escuchó unos ruidos muy fuertes. Rápidamente el ratón acudió a la zona en la
que se había escuchado aquella algarabía y pudo ver de nuevo a aquel oso
hormiguero que tiempo atrás se había cruzado con él para importunarle.
En esta ocasión era el oso
hormiguero el que gritaba y se lamentaba, porque se había encontrado con un
gran elefante que había encontrado la diversión en meterse con él. Y el ratón,
sin dudarlo un minuto, se subió al lomo del elefante, que con su gran y torpona
trompa no lograba escaparse de él.
-
¿Cómo eres tan grande
crees que puedes meterte con otros animales que no son de tu talla? Pues ya ves
que no, que de mí no consigues zafarte- exclamó el ratón.
El elefante, que tenía pánico a los
ratones, comenzó a correr de un lado a otro despavorido hasta que el pequeño
ratoncito decidió dejarle en paz para que huyera, y cuanto más rápido mejor.
Entonces el oso hormiguero, ya a
salvo de las burlas del elefante, se sintió muy triste y avergonzado consigo
mismo y comprendió que había tenido la misma actitud con él, y hasta pudo
sentir su angustia en aquel día…
-
Ojalá puedas aceptar
mi perdón. Has decidido ayudarme después de mi mala actitud contigo en el
pasado y me has hecho comprender lo necio que fui.
No te preocupes, amigo. Supongo que
has aprendido que todos tenemos derecho a ser felices y a habitar tranquilos en
nuestro hogar, y todo aquel que lo entienda, será mi amigo.
FUENTE: BOSQUE DE LAS FANTASÍAS.
No hay comentarios:
Publicar un comentario