San Lucas 19, 1-10.
Jesús entró en Jericó y
atravesaba la ciudad.
Allí vivía un hombre
muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos.
El quería ver quién era
Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura.
Entonces se adelantó y
subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí.
Al llegar a ese lugar,
Jesús miró hacia arriba y le dijo: "Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo
que alojarme en tu casa".
Zaqueo bajó rápidamente
y lo recibió con alegría.
Al ver esto, todos
murmuraban, diciendo: "Se ha ido a alojar en casa de un pecador".
Pero Zaqueo dijo
resueltamente al Señor: "Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los
pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más".
Y Jesús le dijo:
"Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un
hijo de Abraham,
porque el Hijo del
hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido".
*
* * * *
Meditación del Papa Francisco
Y Jesús
se detuvo, no pasó de largo precipitadamente, lo miró sin prisa, lo miró con
paz. Lo miró con ojos de misericordia; lo miró como nadie lo había mirado
antes. Y esa mirada abrió su corazón, lo hizo libre, lo sanó, le dio una
esperanza, una nueva vida como a Zaqueo, a Bartimeo, a María Magdalena, a Pedro
y también a cada uno de nosotros. Aunque no nos atrevemos a levantar los ojos
al Señor, Él siempre nos mira primero. Es nuestra historia personal; al igual
que muchos otros, cada uno de nosotros puede decir: yo también soy un pecador
en el que Jesús puso su mirada. Los invito, que hoy en sus casas, o en la
iglesia, cuando estén tranquilos, solos, hagan un momento de silencio para
recordar con gratitud y alegría aquellas circunstancias, aquel momento en que
la mirada misericordiosa de Dios se posó en nuestra vida.
Su amor
nos precede, su mirada se adelanta a nuestra necesidad. Él sabe ver más allá de
las apariencias, más allá del pecado, más allá del fracaso o de la indignidad.
Sabe ver más allá de la categoría social a la que podemos pertenecer. Él ve más
allá de todo eso. Él ve esa dignidad de hijo, que todos tenemos, tal vez
ensuciada por el pecado, pero siempre presente en el fondo de nuestra alma. Es
nuestra dignidad de hijo. Él ha venido precisamente a buscar a todos aquellos
que se sienten indignos de Dios, indignos de los demás. Dejémonos mirar por
Jesús, dejemos que su mirada recorra nuestras calles, dejemos que su mirada nos
devuelva la alegría, la esperanza, el gozo de la vida. (Homilía de S.S.
Francisco, 21 de septiembre de 2015).
FUENTE: CATHOLIC NET
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