Pablo VI invitó a ampliar el llamado a la renovación,
para expresar con fuerza que no se dirige sólo a los individuos aislados, sino
a la Iglesia entera. Recordemos este memorable texto que no ha perdido su
fuerza interpelante: «La Iglesia debe profundizar en la conciencia de sí misma,
debe meditar sobre el misterio que le es propio […] De esta iluminada y
operante conciencia brota un espontáneo deseo de comparar la imagen ideal de la
Iglesia -tal como Cristo la vio, la quiso y la amó como Esposa suya santa e
inmaculada (cf. Ef 5,27)- y el rostro real que hoy la Iglesia
presenta […] Brota, por lo tanto, un anhelo generoso y casi impaciente de
renovación, es decir, de enmienda de los defectos que denuncia y refleja la
conciencia, a modo de examen interior, frente al espejo del modelo que Cristo
nos dejó de sí».
Exhortación Apostólica “La alegría del Evangelio” (nº 26)
Papa Francisco.
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