“El mundo necesita una cura de Evangelio”
Decía Chiara Lubich, que el mundo
necesitaba una cura de Evangelio. Y a esa reevangelización dedicó toda su vida,
una nueva evangelización que fuera capaz de renovar la manera de ser, de pensar
y de actuar. A este compromiso de vivir la Palabra, se han ido adhiriendo
numerosas personas: vivirla y aplicarla a las diversas situaciones de todos los
días.
La vida cambia completamente y resulta
necesario comunicarse recíprocamente como va actuando en cada uno este vivir la
Palabra. Vivir la Palabra genera vida y la vida atrae.
Con palabras de Chiara “...quizás mis palabras parezcan simples,
pero ¡qué transformación exigen! ¡Qué lejanas están de nuestro modo corriente
de pensar y actuar! Pero ¡ánimo! probemos. Un día gastado de este modo vale una
vida. Y por la noche ya no nos reconoceremos a nosotros mismos. Una alegría
jamás experimentada nos invadirá, Una fuerza nos investirá”.
“Comprenderemos
que el Evangelio contiene la vida más fascinante, enciende la luz en el mundo,
da sabor a nuestra existencia, tiene en sí el principio de la solución de todos
los problemas”.
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”
(Mc. 12,31). Que palabras tan
rotundas y que luz para una vida de familia que se fundamente en esa decisión
de no hacer nuestra voluntad, sino la de Dios.
Porque para la familia, como para
cualquier seguidor de Cristo, si algo importa en esta vida es hacer la voluntad
de Dios. En una ocasión Chiara hablaba de la voluntad de Dios, como rayos que
parten del sol: Cada uno camina por su rayo, distinto del rayo del que camina
al lado, pero siempre rayo de sol, es decir, voluntad de Dios. Todos, por lo
tanto, hacemos una sola voluntad, la de Dios, pero distinta para cada uno. Los
rayos, además, cuanto más se acercan al sol, más se acercan entre ellos.
También nosotros, cuanto más nos acercamos a Dios, con el cumplimiento cada vez
más perfecto de la voluntad divina, más nos acercamos entre nosotros... hasta
que todos seamos uno.
Paco H.
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