«Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido» (Lc 15,6).
En
el Antiguo Testamento, los pastores contaban las ovejas al volver de los
campos, dispuestos a buscar a la que se hubiese perdido. Incluso se internaban
en el desierto de noche con tal de encontrar a las ovejas descarriadas.
Esta
parábola es una historia de pérdida y hallazgo que pone en el primer plano el
amor del pastor. Este se da cuenta de que falta una oveja, la busca, la
encuentra y se la carga a hombros porque está debilitada y asustada, quizá
herida, y no es capaz de seguir al pastor por sí sola. Es él quien la lleva a
resguardo y, por último, lleno de alegría, invita a sus vecinos a celebrarlo
con él.
«Alegraos conmigo, porque he
hallado la oveja que se me había perdido».
Los
temas recurrentes de este relato podemos resumirlos en tres verbos: perderse,
encontrar y celebrar.
Perderse. La buena noticia
es que el Señor va a buscar a quien se extravía. Muchas veces nos perdemos en
los desiertos cercanos, o en los que nos vemos obligados a vivir, o en los que
nos refugiamos; son los desiertos del abandono, de la marginación, de la
pobreza, de las incomprensiones, de la falta de unidad. El Pastor nos busca también
allí, y aunque lo perdamos de vista, él nos encontrará siempre.
Encontrar. Intentemos
imaginarnos la escena de la afanosa búsqueda por parte del pastor en el
desierto. Es una imagen que impacta por su fuerza expresiva. Podemos entender
la alegría tanto del pastor como de la oveja. El encuentro entre ambos devuelve
a la oveja la sensación de seguridad por haberse librado del peligro. Por
tanto, el encontrar es un acto de misericordia divina.
Celebrar. Él reúne a sus
amigos para celebrarlo, porque quiere compartir su alegría, tal como ocurre en
las otras dos parábolas que siguen a esta, la de la moneda perdida y la del
padre misericordioso (cf. Lc 15, 8 y 15, 11). Jesús quiere que entendamos la
importancia de participar de la alegría con todos y nos inmuniza contra la
tentación de juzgar al otro. Todos somos personas encontradas.
«Alegraos conmigo, porque he
hallado la oveja que se me había perdido»,
Esta
Palabra de vida es una invitación a ser agradecidos por la misericordia que
Dios tiene con todos nosotros personalmente. El hecho de alegrarnos, de gozar
juntos, nos presenta una imagen de la unidad donde no hay contraposición entre justos
y pecadores, sino que los unos participamos en la alegría de los otros.
Escribe
Chiara Lubich: «Es una invitación a comprender el corazón de Dios, a creer en
su amor. Inclinados como estamos a calcular y a medir, a veces creemos que el
amor de Dios por nosotros también podría llegar a cansarse […] La lógica de
Dios no es como la nuestra. Dios nos espera siempre; es más, le damos una
inmensa alegría cada vez que volvemos a Él, aunque se tratase de un número
infinito de veces»[1].
«Alegraos conmigo, porque he
hallado la oveja que se me había perdido».
A
veces podemos ser nosotros los pastores, los que cuidamos unos de otros y vamos
con amor en busca de quienes se han alejado de nosotros, de nuestra amistad, de
nuestra comunidad, a buscar a los marginados, a quienes están perdidos, a los
pequeños, aquellos que las pruebas de la vida han apartado a los márgenes de
nuestra sociedad.
Nos
cuenta una educadora: «Había varios alumnos que venían a clase esporádicamente.
Durante mis horas libres solía ir por el mercado que está al lado de la
escuela, esperando encontrarlos en ese lugar, porque me había enterado de que
trabajaban allí para sacarse un dinero. Un día por fin los vi, y ellos se
quedaron asombrados de que hubiese ido personalmente a buscarlos, y les impactó
ver lo importantes que eran para toda la comunidad educativa. Desde entonces
empezaron a venir regularmente a clase y fue en verdad una fiesta para todos».
Patrizia Mazzola y el equipo de
la Palabra de Vida
Palabra
de Vida se traduce a más de 90 lenguas e idiomas y se difunde por correo,
prensa, radio, televisión e internet. En la página web del Movimiento de los
Focolares se encuentra publicada junto con testimonios que son fruto de ponerla
en práctica. También promueve con sus contenidos el diálogo sobre la base de la
fraternidad. Se puede acceder a través de este enlace https://.www.focolares.es/
[1] C. Lubich,
Palabra de vida de septiembre de 1986: Palabras de Vida/1 (1943-1990) (ed.
F. Ciardi), Ciudad Nueva, Madrid 2020, pp. 387-388.
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