Por otra
parte, tanto los Pastores como todos los fieles que acompañen a sus hermanos en
la fe o en un camino de apertura a Dios, no pueden olvidar lo que con tanta
claridad enseña el Catecismo de la Iglesia católica: «La imputabilidad
y la responsabilidad de una acción pueden quedar disminuidas e incluso
suprimidas a causa de la ignorancia, la inadvertencia, la violencia, el temor,
los hábitos, los afectos desordenados y otros factores psíquicos o sociales».
Por lo
tanto, sin disminuir el valor del ideal evangélico, hay que acompañar con
misericordia y paciencia las etapas posibles de crecimiento de las personas que
se van construyendo día a día. A los sacerdotes les recuerdo que el
confesionario no debe ser una sala de torturas sino el lugar de la misericordia
del Señor que nos estimula a hacer el bien posible. Un pequeño paso, en medio
de grandes límites humanos, puede ser más agradable a Dios que la vida
exteriormente correcta de quien transcurre sus días sin enfrentar importantes
dificultades. A todos debe llegar el
consuelo y el estímulo del amor salvífico de Dios, que obra misteriosamente en
cada persona, más allá de sus defectos y caídas.
Exhortación Apostólica “La alegría del Evangelio” (nº44)
Papa Francisco.
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