15 de
Septiembre
Festividad
de Ntra. Sra. de las Angustias.
PATRONA
DE GRANADA Y SU ARCHIDIÓCESIS
Hoy, 15 de septiembre, día de Nuestra
Señora de los Dolores es también el día de la Santísima Virgen de las
Angustias, patrona de Granada y de su Archidiócesis.
Hemos encontrado este artículo en la página
del Centenario de la Coronación Canónica de Ntra. Sra. de las Angustias, pero
nos ha parecido tan interesan te que no nos resistimos a compartirlo pues como todo buen granadino, no podemos menos que
asomarnos a la casa de la Madre en la Carrera y la lectura de este artículo
hace que nos podamos acercar desde cualquier rincón del mundo, conociendo mejor
la Basílica, verdadera obra de arte.
"La iglesia
parroquial de Nuestra Señora de las Angustias, basílica menor desde el año
1922, presenta una clásica planta de cruz latina, cuy os brazos (nave central y
crucero) se unen ante el presbiterio. La progenie barroca del proyecto explica
la profusa ornamentación interior que no deja espacio alguno sin
decorar (horror vacui). Sus elevadas bóvedas de cañón refuerzan el sentido de
elevación y diafanidad, quebrada a los pies de la iglesia por el coro,
construido ya a principios del siglo XX, que alberga el órgano para el
acompañamiento musical de los oficios litúrgicos.
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La nave central,
flanqueada por capillas laterales (cuatro a cada lado), es el espacio
ceremonial destinado a los fieles durante los oficios litúrgicos y mantiene su
carácter de peregrinación, conduciendo inexorablemente hasta el altar mayor,
centro de las celebraciones y lugar donde se expone la imagen titular de la
parroquia, la venerada imagen de Nuestra Señora de las Angustias. Una soberbia
cúpula sobre pechinas (con escudos del corazón traspasado de María y de los
reyes de España) remata la confluencia de la nave y el crucero, con laboriosas
yeserías policromadas. Su sentido de glorificación, con representaciones
angélicas, se confirma con la intensidad de la luz que penetra en la iglesia
por las ventanas del tambor.
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La nave
ofrece la primera catequesis plástica en el interior de la iglesia,
diferenciada en altura. El nivel inferior corresponde a devociones
particulares que se expresan en las imágenes veneradas en cada capilla,
fruto de una larga cronología devocional. Se incluyen devociones antiguas, como
la del Cristo de Burgos (cofradía de los pastores) o la Virgen del Carmen
(especial abogada de las ánimas del purgatorio), otras encarnadas en imágenes
procedentes de la desamortización, como S. Antonio de Padua o Sta. Lucía, o
devociones introducidas en el templo más recientemente como la Virgen del
Perpetuo Socorro, Sta. Bárbara, la Virgen del Pilar y el Corazón de Jesús.
En
lugares destacados, en ambos brazos del crucero, mirando hacia los fieles, dos
magníficos retablos barrocos dorados ofrecen a la veneración las imágenes San
José con el Niño (atribuida a Agustín de Vera) y de Jesús Nazareno (obra de
Pablo de Rojas), que en otro tiempo acompañaba la procesión penitencial de la
Virgen de las Angustias. De Belén hasta el Calvario, subrayan dos momentos,
principio y fin, de la vida terrenal de Jesús. Fueron imágenes de especial
devoción desde el siglo XVIII.
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En un plano intermedio, por encima de las capillas, doce figuras barrocas de dinámica factura se proyectan sobre la nave y el crucero, elevadas desde sus repisas, hacia los cuatro puntos cardinales. Es imposible que la mirada de los fieles no se cruce con los rostros, a veces de místico dramatismo, del Apostolado que talló Pedro Duque Cornejo. Superpuestos a los pilares del templo, son expresión del fundamento de la Iglesia. Ostentando en sus manos los atributos de su martirio, confirman los méritos de la Pasión de Cristo, a la que se asocian por el seguimiento (discípulos) y la imitación (mártires). Más elevados, al estarlo también el presbiterio, la última pareja, S. Pedro cabeza de la Iglesia y S. Pablo apóstol de los gentiles, nos introducen directamente en el altar mayor.
Precisamente
la Pasión conforma el tercer nivel, más elevado, de la ornamentación de la nave
y el crucero. Casi una decena de cuadros rectangulares pintados al óleo, obra
de autores como Juan Leandro de la Fuente, Miguel Jerónimo de Cieza y Ambrosio
Martínez de Bustos, con marcos barrocos de Duque Cornejo, imparten la
catequesis de la Pasión, que funde las tradiciones populares de los
Dolores y de las Angustias de María, de manera que en el testero de la
izquierda se concentran, como una sucesión de episodios con fuerza expresiva,
distintos momentos del sufrimiento de Cristo en la cruz. Precisamente este
ciclo de la Pasión, el más relevante del cuerpo de la Iglesia se completa con
sendas pinturas ovaladas sobre los citados retablos del crucero: la Oración en
Getsemaní y el Entierro de Cristo, como principio y fin del ciclo pasionista.
A este
ciclo se une, coronándolo, la representación escultórica de la Patrona de
Granada. Reservada en su camarín, costumbre dieciochesca extendida entre
imágenes de gran devoción, Nuestra Señora de las Angustias se asoma al templo
por el impresionante “ventanal de jaspes” de su retablo, sobre diseño de
Marcos Fernández Raya y José de Bada. Si hasta llegar a este lugar domina la
pintura, la madera y el yeso, la importancia de la imagen merece una excelente
conjunción de mármoles polícromos. Por un lado, como Madre oferente, presenta
el cuerpo muerto de Jesús en su regazo completando el mencionado ciclo de la
Pasión. Por otro lado, como imagen individualizada de indudable efecto
devocional, su retablo resume, de forma discreta para no restar importancia a
la representación de María, algunas circunstancias de su origen en Granada,
como son las figuras marmóreas de las mártires Úrsula y Susana, titulares de la
ermita donde comenzó el culto a la Piedad o Angustias de María, así como los
santos S. Lorenzo y S. Nicolás de Bari, relativos a la protección regia de
Felipe II y a la dimensión diocesana del templo.
La fuerza
con la que avanzan los estípites sobre el presbiterio y su monumentalidad no
hace más que acentuar la importancia del centro de todas las miradas. Y es que
bajo un cuerpo superior centrado por la Stma. Trinidad y con la primitiva
heráldica de la hermandad (corazón de María traspasado por siete espadas), un
arco abocinado sostiene la cristalera desde la que se observa plenamente la
Patrona de Granada. Los laterales del presbiterio se rematan con sendas
tribunas con retratos de los reyes Fernando VI y Bárbara de Braganza,
especiales protectores de la hermandad de las Angustias.
Las
estancias que rodean la cabecera de la iglesia son altamente significativas. De
forma especial el camarín donde se venera la bendita imagen, con un
diseño en el que intervinieron los mejores tracistas de su tiempo, otorgándole
su definitiva configuración el mercedario fray Baltasar de la Pasión. A modo de
“palacio celeste” profusamente ornamentado, presenta un cuerpo central con el
pedestal marmóreo para la Virgen de las Angustias, una sala donde el juego de
luces y de colores (columnas, paredes, cornisa y solería) refuerza la idea de
la glorificación de María. Muy interesante es el programa pictórico de las
dependencias aledañas, en las que la pintura, yuxtaponiendo escenas de la vida
de la Virgen y de Jesús, invade paredes y techos enmascarando la estructura
arquitectónica. El antecamarín subraya la infancia de Jesús con escenas
entrañables centradas en María. El poscamarín concluye el ciclo con pasajes de
la Pasión, en los que María aparece como corredentora.
A ambos
lados del altar mayor se disponen las dependencias de la hermandad (destacando
la sala de reuniones o capitular) y de la parroquia (en especial la sacristía,
con aires de capilla, presidida por el extraordinario Crucificado de Pablo de
Rojas, que fue también titular de las Angustias). En el lado opuesto, el
extremo del crucero da paso a la capilla del sagrario, un ámbito apacible para
la adoración del Santísimo Sacramento.
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La imagen
de Nuestra Señora de las Angustias es el principal foco de atracción del
templo, entendido como lugar de peregrinación. Su iconografía es compleja, pues
la inspiración de una primitiva tabla dejada en su antigua ermita por Isabel la
Católica y la superposición y encaje de diversos elementos escultóricos ha
derivado en una representación muy singular de la Piedad.
Aunque no
se trata de un pasaje bíblico, en época medieval se popularizó esta
representación que recoge unos instantes de indudable dramatismo y emoción: el
momento en que María sostiene el cuerpo de Cristo descendido de la cruz y antes
de ser sepultado. Precisamente la naturaleza pasionista de la representación
explica el carácter penitencial de su hermandad durante siglos, que procesionó
la imagen por las calles de Granada generalmente en la noche del Jueves Santo.
El tránsito
de la veneración de un cuadro a la de una representación escultórica se esconde
aún en el misterio, reforzado por la tradición de la prodigiosa aparición de la
imagen, traída por personajes sobrenaturales y llamada a ser el “amparo” de la
ciudad. Estilísticamente lo más aceptado es su vinculación con el arte de
Gaspar Becerra, el imaginero español que mejor representó a María Dolorosa en
las décadas centrales del siglo XVI.
La
composición de la imagen es el fruto de un largo proceso histórico-artístico,
iniciado con la representación de María arrodillada al pie del calvario, a la
que se antepone el cuerpo muerto de Jesús sobre una mesa, para acabar
configurando un conjunto único de Cristo amorosamente sostenido por una Virgen
que lo ofrece a Dios y al pueblo cristiano, desde su condición de madre del
Salvador, perfecta discípula y corredentora del género humano. Este profundo
simbolismo acentúa su carácter mediador, que gana consistencia con la devoción
del pueblo de Granada y los testimonios de su continuo amparo a lo largo de
casi quinientos años de veneración.
Este
peculiar conjunto de Madre e Hijo, que exhala tanto dolor como consuelo, se ve
singularizado por elementos ya inseparables de su iconografía, como es la
corona de reina, la media luna a sus pies, la cruz con el sudario a su espalda
y, especialmente, el manto (con un extraordinario elenco de mantos bordados en
su ajuar), el elemento que mejor simboliza su amparo maternal sobre la ciudad.
Las joyas
que ornan su pecherín son un extraordinario testimonio de una veneración
aquilatada durante siglos. Una veneración, que se manifiesta a diario con la
visita de los granadinos a su templo, depositando ante la Madre de las
Angustias sus oraciones, inquietudes y peticiones. Un amor, desbordado cada mes
de septiembre con profusión de cultos, ofrenda floral el día de su festividad
litúrgica (15 de septiembre) y la multitudinaria y emotiva procesión patronal
por las calles de Granada el último domingo de septiembre".
Miguel Luis
López-Guadalupe Muñoz.
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