«Muéstrame tus caminos, Señor, enséñame tus sendas» (Sal 25, 4).
Este
salmo nos presenta a un hombre que se siente rodeado de peligros y amenazas y
necesita encontrar el camino recto que lo ponga por fin a resguardo. ¿A quién
pedir ayuda?
Consciente
de su debilidad, al final eleva los ojos y clama al Señor, al Dios de Israel,
el cual nunca ha abandonado a su pueblo, sino que lo ha guiado a través del
largo viaje por el desierto hasta la Tierra Prometida.
La
experiencia del camino hace que renazca en el viajero la esperanza; es la
ocasión privilegiada para una nueva intimidad con Dios, para abandonarse
confiadamente al Amor fiel de Él a pesar de su propia infidelidad.
En
el lenguaje de la Biblia, caminar con Dios es también una lección de vida, es
aprender a reconocer su designio de salvación.
«Muéstrame tus caminos, Señor, enséñame
tus sendas»,
A
menudo, después de haber recorrido los senderos de nuestra presunta
autosuficiencia, nos encontramos desorientados, confundidos, nos volvemos más
conscientes de nuestros límites y carencias. Quisiéramos recuperar la brújula
de la vida y así conocer el itinerario hasta la meta.
Este
salmo nos ofrece una gran ayuda; nos incita a experimentar de nuevo o por
primera vez el encuentro personal con Dios, a confiar en su amistad.
Nos
anima a ser dóciles a sus enseñanzas, que nos invitan constantemente a salir de
nosotros mismos para seguirlo por el camino del amor, que Él es el primero en
recorrer para ir a nuestro encuentro.
Puede
ser una oración que nos acompaña durante la jornada y transforma cada momento,
gozoso o doloroso, en una etapa de nuestro camino.
«Muéstrame tus caminos, Señor, enséñame
tus sendas».
En
Suiza, Hedy, casada y madre de cuatro hijos, hace tiempo que procura vivir la
Palabra. Ahora está gravemente enferma, y sabe que está llegando a la meta de
su camino en la tierra.
Cuenta
su querida amiga Kati: «Cada vez que la visito, y también con el personal que
la cuida, Hedy siempre está proyectada en el otro, se interesa por cada uno,
aunque ya le cuesta mucho hablar. Da las gracias a todos por estar ahí y ofrece
su experiencia. ¡Es solo Amor, un vivo Sí a la voluntad de Dios! Congrega a
muchas personas: amigos, familiares, sacerdotes. Todos están profundamente
impresionados por la atención que presta a todas las visitas y por su fuerza,
fruto de su fe en el amor de Dios».
Chiara
Lubich comparó la vida con un «santo viaje»: «[…] El "santo viaje" es
el símbolo de nuestro itinerario hacia Dios. […] ¿Por qué no convertir la única
vida que tenemos en un viaje, un viaje santo, como Santo es Aquel que nos
espera? [...] También quienes no tienen un credo religioso pueden hacer de su
vida una obra maestra y emprender con rectitud un camino de sincero compromiso
moral. Ya que la vida es un "santo viaje" siguiendo el trazado de la
voluntad de Dios, nuestro camino nos pide avanzar todos los días. [...] Pero ¿y
si nos paramos? [...] ¿Debemos abandonar la empresa, desanimados por nuestros
fallos? No; en esos momentos el santo y seña es "volver a empezar"
[...] poniendo toda la confianza en la gracia de Dios más que en nuestras
capacidades. [...] Y sobre todo, caminemos juntos, unidos en el amor,
ayudándonos unos a otros. El Santo estará en medio de nosotros, y Él se
convertirá en nuestro "Camino”: Él nos hará entender más claramente la
voluntad de Dios y nos dará el deseo y la capacidad de ponerla en práctica.
Unidos, todos será más fácil y tendremos la bienaventuranza prometida a quienes
emprenden "el santo viaje"».
LETIZIA MAGRI
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