«Amarás al Señor tu Dios... y a tu prójimo como a ti mismo» (Lc 10, 27).
La
Semana de oración por la unidad de los cristianos[1]
ofrece este año como motivo de reflexión la frase arriba citada, cuyo origen se
encuentra en el Antiguo Testamento (Dt 6, 4-5; Lv 19, 18). En su camino hacia
Jerusalén, Jesús es interceptado por un doctor de la ley que le pregunta:
«Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?» (Lc 10, 25).
Así se abre un diálogo, y Jesús responde preguntando a su vez: «¿Qué está
escrito en la Ley?» (Lc 10, 26), lo que suscita la respuesta en su
interlocutor: el amor a Dios y el amor al prójimo en su conjunto se consideran
la síntesis de la Ley y los Profetas.
«Amarás al
Señor tu Dios ... y a tu prójimo como a ti mismo»,
«Y
¿quién es mi prójimo?», continúa el doctor de la ley. El Maestro responde
relatando la parábola del buen samaritano. No enumera los distintos tipos de
personas que pueden representar al prójimo, sino que describe la actitud de
profunda compasión que debe animar cualquier acción nuestra. Somos nosotros
mismos quienes debemos hacernos prójimos de los demás.
La
pregunta que hemos de hacernos es: «Y yo ¿de quién soy prójimo?», Tal como hizo
el samaritano, debemos preocuparnos de los hermanos cuyas necesidades
conocemos, dejarnos arrastrar hasta el fondo a las situaciones que se
presentan, sin ningún temor, con un amor que se preocupe de ayudar, sostener y
alentar a todos.
Es
necesario ver en la otra persona a otro yo, y hacer a la otra persona lo que
nos haríamos a nosotros mismos. Es lo que se llama la «regla de oro», que
encontramos en todas las religiones. Gandhi la explica de un modo eficaz: «Tú y
yo somos un todo. No puedo hacerte daño sin herirme»[2].
«Amarás al
Señor tu Dios ... y a tu prójimo como a ti mismo».
«Si
permanecemos indiferentes o resignados ante las necesidades del prójimo, tanto
en el plano de los bienes materiales como en el de los bienes espirituales, no
podemos decir que amamos al prójimo como a nosotros mismos. No podemos decir
que lo amamos como lo amó Jesús. En una comunidad que quiera inspirarse en el
amor que Jesús nos enseñó, no puede haber lugar para las desigualdades, los
desniveles, la marginación ni la negligencia. [...] Mientras veamos en nuestro
prójimo a un extraño, a aquel que perturba nuestra tranquilidad o desbarata
nuestros planes, no podemos decir que amamos a Dios con todo el corazón»[3].
«Amarás al
Señor tu Dios ... y a tu prójimo como a ti mismo».
La
vida es lo que te sucede en el momento presente. Darnos cuenta de quien pasa a
nuestro lado, saber escuchar al otro puede abrirnos horizontes interesantes y
desencadenar iniciativas insospechadas.
Así
le sucedió a Victoria:
«En
la iglesia, me impresionó la hermosa voz de una mujer africana sentada a mi
lado. Me dio alegría y la animé a unirse al coro de la parroquia. Nos paramos a
hablar. Es una religiosa de Guinea Ecuatorial que está de paso por Madrid. En
su congregación recogen a recién nacidos, niños abandonados, y los acompañan
hasta la edad adulta mediante estudios universitarios o enseñando un oficio. Su
taller de sastrería está bien montado, pero no hay suficientes máquinas de
coser.
»Me
ofrezco a ayudarla a encontrar más máquinas fiándome de Jesús, segura de que
nos escucha y me empuja a amar sin escatimar.
»Un
amigo mío conoce a un artesano que se alegra de participar en esta cadena de
amor. Se encarga de reparar ocho máquinas de coser y encuentra además una
máquina planchadora. Una pareja de amigos se ofrece a llevarlas hasta Madrid
cambiando su lugar de vacaciones y recorriendo casi 1.000 kilómetros. Así, las
«máquinas de la esperanza» llegan hasta Malabo a través de un largo viaje por
tierra y por mar. ¡En Guinea no se lo creen! Sus mensajes muestran toda su
gratitud».
Patrizia
Mazzola y el equipo de la Palabra de vida.
[1] Esta se celebra en todo el hemisferio boreal
del 18 al 25 de enero, y en el hemisferio austral, en
la semana de Pentecostés. Los textos de la oración de este año están preparados
por un equipo ecuménico de Burkina Faso.
[2] C. LUBICH, El arte de
amar, Ciudad Nueva, Madrid 2006, p. 19.
[3] C. LUBICH, Palabra de vida, noviembre 1985, en
EAD., Palabras de vida/1 (1943-1990) (ed. F. Ciardi), Ciudad Nueva, Madrid
2020, pp. 357-358
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