jueves, 25 de julio de 2024

NUESTROS MARTIRES: GOZAN DE LA TERNURA DE DIOS.

“A gusto de Dios”

La imagen es de Fano

Hace ya tiempo me encontré con unos buenos amigos ya mayores en un funeral y cuando ya estábamos saludándonos después de la misa, le pregunté a ella como estaba. Era algo más que una pregunta formal, pues estaba pasando unos momentos complicados de salud, más por la edad que por enfermedad.

Con esa sonrisa que la caracterizaba, de esto hace ya más de seis o siete años, y con esa sencillez que hacía aún más personal  su respuesta me dijo: “a gusto de Dios”. Yo me quedé mirándola sorprendido por la respuesta (me esperaba la retahíla de dolencias propias de la edad).

Sí, me dijo, es lo que le contestó un  anciano fraile carmelita a un joven novicio cuando le preguntó que como estaba: -hermano, “a gusto de Dios”-.

Hasta ese momento siempre me había dicho “que sea lo que Dios quiera”, como una manera de aceptar la cosas que cada día me presentaba, aunque después de comparar esa expresión con la de “estar a gusto de Dios”, me parecía que mi antigua expresión “que sea lo que Dios quiera”, llevaba implícita una aceptación por mi parte, pero una aceptación resignada: ¡cómo no hay más remedio! Y no te digo nada del ¡ojalá Dios lo quiera!.

A gusto de Dios” me parecía tan novedoso, tan liberador: hacer mía su voluntad, me hacía sentirme bien, muy bien.

No sé explicarlo mejor, solo que me hacía sentirme bien. Y era algo real, tangible…. Inexplicable, pero repito: real…

Estar a gusto de Dios”, el alma está en calma, sin agitación, tranquila, en paz… está a gusto con Dios… al alma está a gusto consigo misma, en paz… Siento que con Dios no se pierde el tiempo, todo es ganancia…

Estar a gusto de Dios”, el alma se siente importante, es importante para Dios, siento que le importo de verdad, me tiene en cuenta, para El soy una prioridad.

No me resulta difícil imaginar al tío Ángel, a él o a cualquier de sus compañeros,  responder a ¿cómo estás? responder con total confianza “a gusto de Dios” porque realmente sus almas eran ya propiedad de Dios.

Paco H.

domingo, 14 de julio de 2024

DESCUBRIR LA TERNURA DE DIOS.

 


Experimentar la ternura significa "sentirse amado y acogido precisamente en nuestra pobreza y miseria". Significa "ser transformados por el amor de Dios". La ternura es algo más grande que la lógica del mundo. Es una forma inesperada de hacer justicia. Por eso no debemos olvidar nunca que Dios no teme nuestros pecados: pongamos este bien en nuestra cabeza. Dios no teme nuestros pecados, es más grande que nuestros pecados: es padre, es amor, es tierno.

Papa Francisco - Audiencia general - 19.01.2022

lunes, 8 de julio de 2024

ALABANZA AL FINALIZAR EL DÍA.

 


Gracias, porque al fin del día
podemos agradecerte
los méritos de tu muerte,
y el pan de la Eucaristía,
la plenitud de alegría
de haber vivido tu alianza,
la fe, el amor, la esperanza
y esta bondad de tu empeño
de convertir nuestro sueño
en una humilde alabanza.

Gloria al Padre, gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos.

Amén.

(Liturgia de las Horas, himno de completas)

sábado, 6 de julio de 2024

EL EVANGELIO: INVITA LA IGLESIA A TENER LAS PUERTAS SIEMPRE ABIERTAS.

La imagen es de FANO, tomada de la red

 “La Iglesia «en salida» es una Iglesia con las puertas abiertas. Salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino. A veces es como el padre del hijo pródigo, que se queda con las puertas abiertas para que, cuando regrese, pueda entrar sin dificultad”.

 

Exhortación Apostólica “La alegría del Evangelio” (nº 46)

Papa Francisco.

lunes, 1 de julio de 2024

PALABRA DE VIDA DE JULIO DE 2024.

 


«El Señor es mi pastor, nada me falta» (SaI 23, 1).

El salmo 23 es uno de los salmos más conocidos y amados. Se trata de un cántico de confianza que tiene, a la vez, un carácter de profesión de fe gozosa. Quien reza lo hace como perteneciente al pueblo de Israel, al cual el Señor prometió por medio de los profetas ser su Pastor. El autor proclama su felicidad personal por saberse protegido en el Templo (cf. Sal 23, 6), lugar de refugio y de gracia. Pero, de igual modo, con su experiencia quiere animar a otros a confiar en la presencia del Señor.

«El Señor es mi pastor, nada me falta»

La imagen del pastor y del rebaño es muy querida para toda la literatura bíblica. Para entenderla bien tenemos que trasladarnos mentalmente a los desiertos áridos y rocosos de Oriente Próximo. El pastor guía a su rebaño, que se deja llevar dócilmente, pues sin él se desorientaría y moriría. Las ovejas deben aprender a confiarse a él, escuchando su voz. Él es sobre todo su compañero de viaje constante.

«El Señor es mi pastor, nada me falta»

Este salmo nos invita a reforzar nuestra relación íntima con Dios y a experimentar su amor. Habrá quien se pregunte: ¿cómo es posible que el autor llegue a decir «nada me falta»? Nuestra experiencia de cada día nunca está exenta de problemas y desafíos: de salud, familiares, de trabajo, etc., sin olvidar los ingentes sufrimientos que tantas hermanas y hermanos nuestros viven hoy a causa de la guerra, de las consecuencias del cambio climático, de las migraciones, de la violencia...

«El Señor es mi pastor, nada me falta»

Quizá la clave de lectura esté en el versículo que dice «porque tú vas conmigo» (Sal 23, 4). Se trata de la certeza del amor de un Dios que nos acompaña siempre y nos lleva a vivir la existencia de un modo distinto. Escribía Chiara Lubich: «Una cosa es saber que podemos recurrir a un Ser que existe, que tiene piedad de nosotros y que ha pagado por nuestros pecados, y otra distinta es vivir y sentirse el centro de las predilecciones de Dios, lo que, en consecuencia, elimina todo miedo que hace de freno, toda soledad, todo sentido de orfandad y toda incertidumbre. [...] La persona sabe que es amada y cree con todo su ser en este amor. A él se abandona confiada y a él lo quiere seguir. Las circunstancias de la vida, tristes o alegres quedan iluminadas por un motivo de amor que las ha querido o permitido todas».[1]

«El Señor es mi pastor, nada me faltan

Pero quien llevó a cumplimiento esta bellísima profecía es Jesús, que en el Evangelio de Juan no duda en autodenominarse «el buen Pastor». La relación con este pastor se caracteriza por un vínculo personal e íntimo: «Yo soy el buen pastor; y conozco a mis ovejas y las mías me conocen a mí» (Jn 10, 14). Él las conduce a los pastos de su Palabra, que es vida; en particular la Palabra que contiene el mensaje expresado en el «Mandamiento nuevo», el cual, si se vive, hace «visible» la presencia del Resucitado en la comunidad reunida en su nombre, en su amor» (cf Mt 18,20).

Augusto Parody Reyes y el equipo de la Palabra de vida



[1] C. LUBICH, "Lo esencial de hoy»: Escritos espirituales/2, Madrid 1999, p. 148 ...