«El que quiera llegar a ser grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será esclavo de todos»
(Mc
10, 43-44)
De camino hacia
Jerusalén, Jesús prepara por tercera vez a sus discípulos para el evento
dramático de su pasión y muerte, pero precisamente quienes más de cerca lo han
seguido se muestran incapaces de entender.
Es más, entre los
mismos apóstoles se desata el conflicto: Santiago y Juan piden ocupar puestos
de honor «en su gloria» (Mc 10, 37), los demás se indignan y reclaman, y el
grupo está dividido.
Entonces Jesús, con
paciencia, los llama a todos consigo y les revela una vez más la perturbadora
novedad de su anuncio.
«El
que quiera llegar a ser grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que
quiera ser el primero entre vosotros será esclavo de todos»
En esta frase del Evangelio
de Marcos, Jesús nos lleva desde una actitud de mera disponibilidad en un grupo
limitado y tranquilizador, a una dedicación total a todos sin excepción.
Una propuesta a
contracorriente respecto a la concepción humana de la autoridad y del gobierno
que quizá atraía a los propios apóstoles y que nos contagia también a nosotros.
¿Será este el secreto del
amor cristiano?
«Hay una palabra del
Evangelio que los cristianos no subrayamos lo suficiente: servir. Nos parece
anticuada e impropia de la dignidad del hombre, que da y que recibe. Sin
embargo el Evangelio está todo ahí, porque es amor. Y amar significa servir.
Jesús no vino para mandar sino para servir. […] Servir, servirse mutuamente es
cristianismo, y quien lo hace con sencillez -y todos lo pueden hacer- lo ha
hecho todo; y no un todo que se queda ahí, sino que, porque es cristianismo vivo,
se propaga como un incendio»[1].
«El
que quiera llegar a ser grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que
quiera ser el primero entre vosotros será esclavo de todos»
El encuentro con Jesús
en su Palabra nos abre los ojos, como le sucede al ciego Bartimeo en los
versículos siguientes (cf. Mc 10, 46-52): nos libera de la estrechez de
nuestros esquemas, nos hace contemplar los horizonte de Dios mismo, su proyecto
de «nuevos cielos y nueva tierra» (2 P 3, 13).
Él, el Señor que lava
los pies (cf. Jn 13, 14) contradice con su ejemplo la rigidez de las tareas de
servicio que nuestras comunidades civiles -y a veces las religiosas- reservan a
categorías de personas socialmente frágiles. El servicio cristiano es imitar el
ejemplo de Jesús, aprender de él un estilo nuevo de «socialidad»: hacerse
prójimo de toda persona, en cualquier condición humana, social o cultural y
hasta el fondo. Igino Giordani, escritor, periodista, político y padre de
familia, en un momento histórico marcado por la dictadura, escribe para
expresar su experiencia: «La política es -en el sentido cristiano más digno-
una sierva, y no debe convertirse en amo: no hacerse abuso ni dominio ni
tampoco dogma. Aquí está su función y su dignidad: en ser servicio social,
caridad en acción: la primera forma de la caridad de patria»[2].
Con el testimonio de su
vida, Jesús propone una opción consciente y libre: no vivir ya replegados sobre
nosotros mismos y nuestros intereses sino «vivir el otro», con sus sentimientos,
llevando sus peso y compartiendo sus alegrías.
Todos tenemos pequeñas
o grandes responsabilidades y espacios de autoridad: en el campo político y
social, pero también en la familia, en los estudios, en la comunidad de fe. Aprovechemos
nuestros «puestos de honor» para ponernos al servicio del bien común,
construyendo relaciones humanas justas y solidarias.
Letizia Magri
y el equipo de la Palabra de Vida
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