«Permaneced en
mi amor: daréis mucho fruto» (cf. Jn 15, 5-9).
Cada
año los cristianos pertenecientes a distintas Iglesias dedican un tiempo común
a la oración para pedir juntos al Padre el don de la unidad, como desea Jesús.
Él
la quiere «para que el mundo crea» (Jn 17, 21): con la unidad podemos cambiar
el mundo, crear comunión, fraternidad y solidaridad. La unidad es
fundamentalmente un don de Dios; por eso es indispensable pedirla al Padre con
insistencia y confianza.
Es
lo que hace un grupo de España que vive la Palabra de vida. Desde hace unos
años se sienten empujados, precisamente en la semana de oración por la unidad
de los cristianos, a pedir la gracia de la unidad y a construir puentes.
Escribe Margarita: «Contactamos con el responsable diocesano de ecumenismo, con
los párrocos, el sacerdote ortodoxo y los pastores evangélicos. Nos recogemos
para rezar como cristianos unánimes, primero en la parroquia católica y luego
en la ortodoxa. En cada ocasión nuestras iglesias se llenan de una alegría que
viene de la presencia de Dios. Es Él quien abre caminos de unidad».
Para
2021, la comunidad monástica de Grandcharnp ha propuesto como luz en este
camino un lema muy eficaz tomado del Evangelio de Juan:
«Permaneced en mi amor: daréis mucho
fruto»,
Es
una invitación apremiante a vivir y trabajar por la unidad de los cristianos en
estos días especiales y a seguir haciéndolo todo el año y toda la vida. Nuestras
divisiones son una herida grave que necesita ser sanada, ante todo con la
misericordia de Dios, y luego con el esfuerzo de conocernos, apreciarnos y dar
testimonio del Evangelio juntos.
Con
estas palabras Jesús nos desvela qué pasos seguros dar: el primero de todos,
«permanecer en su amor.
Para
ello hará falta estrechar más nuestra relación personal con Él, encomendarle
nuestra vida, creer en su misericordia. Pues Jesús «permanece» con nosotros
siempre, fielmente.
Al
mismo tiempo nos llama a ponernos tras Él con decisión para hacer de nuestra
existencia un regalo al Padre, como Él; nos propone imitarlo afrontando con
delicadeza las necesidades de cada persona con la que compartimos una parte
pequeña o grande de nuestra jornada, con generosidad y desinterés, para así dar
«mucho fruto».
«Permaneced en mi amor: daréis mucho
fruto»,
Resuenan
muy actuales las palabras que Chiara Lubich pronunció en Ginebra en octubre de
2002 durante las celebraciones del Día de la Reforma: «[...] ¡Cuánta necesidad
de amor en el mundo! [...] (Jesús) dijo que el mundo nos reconocería como
suyos, y lo reconocería a Él a través de nosotros, por el amor recíproco, por
la unidad: "En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis
unos a otros" (Jn 13,35). [...] Lo hemos entendido: el tiempo presente
reclama amor de cada uno de nosotros, reclama unidad, comunión, solidaridad. Y
llama también a las Iglesias a recomponer la unidad desgarrada desde hace
siglos. Esta es la reforma de las reformas que el Cielo nos pide. Es el primer
paso, necesario, hacia la fraternidad universal con todos los demás: hombres y
mujeres del mundo. Pues el mundo creerá si estamos unidos. Lo dijo Jesús: «Que
todos sean uno [...] para que el mundo crea» (Jn 17,21). ¡Dios lo quiere! [...]
Que Él nos dé la gracia, si no de ver realizado todo esto, al menos de
prepararlo».
LETIZIA MAGRI.
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