«Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor» (1 Jn 4, 8).
La
Primera Carta de Juan va dirigida a los cristianos de una comunidad de Asia
Menor para alentarla a restablecer la comunión entre ellos, pues están
divididos por doctrinas varias. El autor los exhorta a tener presente lo que ha
sido proclamado «desde el principio» de la predicación cristiana y repite lo
que los primeros discípulos vieron, oyeron y palparon en la convivencia con el
Señor, a fin de que también esta comunidad pueda estar en comunión con ellos y,
por tanto, con Jesús y con el Padre (cf 1 Jn 1, 1-3).
«Quien no ama no
ha conocido a Dios, porque Dios es Amor»,
Para
recordar la esencia de la revelación recibida, el autor subraya que, en Jesús,
Dios nos amó tomando la iniciativa, adoptando hasta el fondo la existencia
humana con todas sus limitaciones y debilidades.
En
la cruz, Jesús compartió y sintió en su carne nuestra separación del Padre.
Dándose completamente, la restableció con un amor sin límites ni condiciones.
Nos demostró lo que es el amor que nos había enseñado su vida.
Por
el ejemplo de Jesús entendemos que amar de verdad conlleva valentía, esfuerzo y
exponerse a pasar por la adversidad y el sufrimiento. Pero quien ama así
participa en la vida de Dios y experimenta su libertad y la alegría de quien se
entrega.
Amando
como Jesús nos ha amado nos liberamos del egoísmo, que cierra las puertas a la
comunión con los hermanos y con Dios, y podemos experimentarla.
«Quien no ama no
ha conocido a Dios, porque Dios es Amor»
Conocer
a Dios, Aquel que nos ha creado, que nos conoce y conoce la verdad más profunda
de todas las cosas, es desde siempre un anhelo, a veces inconsciente, del
corazón humano.
Si
Él es amor, amando como Él podemos vislumbrar algo de esta verdad. Podemos
crecer en el conocimiento de Dios porque vivimos esencialmente su vida y
caminamos en su luz. Y esto se cumple plenamente cuando el amor es recíproco,
ya que, si nos amamos mutuamente, «Dios permanece en nosotros» (cf. 1 Jn 4, 12).
Sucede más o menos como cuando los dos polos eléctricos se tocan y la luz se enciende
e ilumina todo alrededor.
«Quien no ama no
ha conocido a Dios, porque Dios es Amor»
Testimoniar
que Dios es amor -afirma Chiara Lubich- es la «gran revolución que hemos sido
llamados a ofrecer hoy al mundo moderno, en extrema tensión [...], tal como la
mostraban los primeros cristianos al mundo pagano de entonces»[1].
¿Cómo
hacerlo? ¿Cómo vivir este amor que viene de Dios? Aprendiendo de su Hijo a
ponerlo en práctica, en particular en «[...] el servicio a los hermanos,
especialmente a quienes tenemos al lado, empezando por las cosas pequeñas, por
los servicios más humildes. A imitación de Jesús, nos esforzaremos en ser los
primeros en amarlos, con desapego de nosotros mismos y abrazando todas las
cruces, pequeñas o grandes, que todo esto pueda suponer. De ese modo no
tardaremos en llegar también nosotros a tener esa experiencia de Dios, esa
comunión con Él, esa plenitud de luz, paz y alegría interior a la que Jesús
quiere llevarnos»[2].
«Quien no ama no
ha conocido a Dios, porque Dios es Amor»
Santa
visita a menudo una residencia de ancianos, un entorno católico. «Un día,
Roberta y ella conocen a Aldo, un hombre alto, muy culto, rico. Aldo mira a las
dos jóvenes con una mirada sombría: "¿Por qué venís aquí? ¿Qué queréis de
nosotros? ¡Dejadnos morir en paz!», Santa no se desanima y le dice:
"Estamos aquí para usted, para pasar un rato juntos, conocernos, hacernos
amigos”. [...] Vuelven más veces. Cuenta Roberta:
"Aquel
hombre estaba especialmente cerrado, muy abatido. No creía en Dios. Santa fue
la única que consiguió entrar en su corazón, con mucha delicadeza, escuchándolo
durante horas"». Rezaba por él, y una vez le regaló un rosario, que él
aceptó. «Más tarde Santa se enteró de que Aldo había muerto nombrándola. El
dolor por su muerte es más leve al saber que ha muerto serenamente, teniendo
entre las manos el rosario que un día ella le había regalado»[3].
Silvano
Malini y el equipo de la Palabra de Vida
[1] Cf. C. LUBICH, Pensamiento espiritual «Aquí
me tienes, ante cualquier hermano», 19-1-1984: La vida, un viaje, Madrid 1994,
pp. 147-148.
[2] C. LUBICH, Palabra de vida de mayo de 1991:
Ciudad Nueva n. 266 (5/1991). p. 28.
[3] P. LUBRANO, Un volo sempre piú alto. La vita di Santa Scorsese,
Cittá Nuova, Roma 2003, pp. 83-84, 107.
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