«Mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?»
(ls 43, 19).
El exilio
en Babilonia y la destrucción del templo de Jerusalén habían provocado en el
pueblo de Israel un trauma colectivo y les había planteado un interrogante
teológico: ¿sigue estando Dios con nosotros, o nos ha abandonado? El fin de
esta parte del libro de Isaías es ayudar al pueblo a entender lo que Dios está
obrando, a fiarse de Él y así poder volver a la patria. Y precisamente en la
experiencia del exilio es donde se revela el rostro de Dios creador y salvador.
«Mirad
que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?».
Isaías
recuerda el amor fiel de Dios por su pueblo. Su fidelidad se mantiene constante
incluso durante el tiempo dramático del exilio. Aunque las promesas que había
hecho a Abrahán se ven inalcanzables y el pacto de la Alianza pasa por momentos
críticos, el pueblo de Israel sigue siendo un lugar especialmente privilegiado
de la presencia de Dios en la historia. El libro profético aborda preguntas
existenciales, fundamentales no solo para aquel tiempo: ¿quién lleva las
riendas del discurrir y del sentido de la historia? Esta pregunta se puede
plantear también a título personal: ¿quién tiene en mano el destino de mi vida?
¿Qué sentido tiene lo que estoy viviendo o lo que he vivido?
«Mirad
que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?».
Dios actúa
constantemente en la vida de cada uno, haciendo «algo nuevo». No siempre nos
damos cuenta o conseguimos entender su sentido y su alcance porque aún son
brotes o porque no estamos dispuestos a reconocer lo que Él está obrando.
Distraídos por cosas que nos suceden, por las mil preocupaciones que nos
atenazan el alma, por pensamientos que nos importunan, quizá no nos paramos
suficientemente a observar esos brotes, que son la certeza de su presencia. Él
nunca nos ha abandonado, y crea y recrea una y otra vez nuestra vida.
«Nosotros
somos ese "algo nuevo", la "nueva creación" que Dios ha
engendrado. [...] No sigamos mirando al pasado añorando todo lo bello que nos
ha sucedido o lamentando nuestros fallos: creamos con fuerza en la acción de
Dios, que puede seguir realizando algo nuevo»[1].
«Mirad
que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?».
Junto con
quienes comparten con nosotros el camino de nuestra existencia, nuestra comunidad,
los amigos y los compañeros de trabajo, hagamos la prueba de trabajar,
compartir y no perder la confianza de que las cosas pueden cambiar a mejor.
2025 es un
año especial porque la fecha de la Pascua ortodoxa coincide con la de las otras
denominaciones cristianas. Que este acontecimiento, la fiesta de la Pascua
común, pueda ser un testimonio de la voluntad de las Iglesias por continuar
dialogando sin descanso para afrontar juntos los desafíos de la humanidad y
promover acciones conjuntas. Preparémonos, pues, a vivir este tiempo pascual
con alegría plena, fe y esperanza. Así como Cristo ha resucitado, también
nosotros, después de haber atravesado nuestros desiertos, dejémonos acompañar
en este viaje por Aquel que guía la historia y nuestra vida.
Patrizia Mazzola y el equipo de la Palabra de vida