«Dadles vosotros de comer» (Lc 9, 13).
Estamos
en un lugar solitario cerca de Betsaida, en Galilea. Jesús está hablando del
Reino a la muchedumbre. El maestro había ido allí con los apóstoles para que
descansasen después de su larga misión por aquella región, en la que habían
predicado la conversión «anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes» (Lc
9, 6). Cansados, pero con el corazón rebosante, contaban lo que habían vivido.
Sin
embargo, la gente se entera y acude. Jesús acoge a todos: escucha, habla,
cuida. La muchedumbre aumenta. Se acerca la noche y empiezan a tener hambre.
Los apóstoles se dan cuenta y le proponen al maestro una solución lógica y
realista: «Despide a la gente para que vayan a los pueblos y aldeas del
contorno y busquen alojamiento y comida». Después de todo, Jesús ya había hecho
mucho... Pero Él les responde:
«Dadles vosotros de comer».
Se
quedan desconcertados. Es impensable: solo tienen cinco panes y dos peces para
varios miles de personas; no es posible encontrar lo necesario en la pequeña
Betsaida, y tampoco tendrían dinero para comprarlo.
Jesús
quiere abrirles los ojos. Conmovido por las necesidades y los problemas de las
personas, se dispone a dar una solución. Y lo hace partiendo de la realidad y
valorando lo que hay. Es cierto, lo que tienen es poco, pero les encomienda una
misión: ser instrumentos de la misericordia de Dios, que piensa en sus hijos.
El Padre interviene, y sin embargo, los necesita.
El
milagro requiere nuestra iniciativa y nuestra fe, que de ese modo crecerá.
«Dadles vosotros de comer».
Así
pues, a la objeción de los apóstoles, Jesús responde ocupándose, pero les pide
que hagan su parte, aunque sea pequeña. No la desdeña. No resuelve el problema
en lugar de ellos. El milagro sucede, pero requiere que participen con todo lo
que tienen, con lo que han podido conseguir y han puesto a disposición de Jesús
para todos. Esto implica algún sacrificio y confianza en Él.
El
maestro parte de la situación para enseñarnos a ocupamos, juntos, los unos de
los otros. Ante las necesidades de los demás no valen excusas («no nos
compete»; «no puedo hacer nada»; «tienen que
apañarse, como hacemos todos» ...). En la sociedad que Dios ha pensado, son
bienaventurados quienes dan de comer a los hambrientos, quienes visten a los
pobres y van a ver a quienes lo necesitan (cf. Mt 25, 35-40).
«Dadles vosotros de comer».
La
narración de este episodio nos recuerda la imagen del banquete que describe el
libro de Isaías, un banquete que Dios mismo ofrece a todas las gentes, cuando
Él «enjugará las lágrimas de todos los rostros» (/s 25, 8). Jesús manda que se
sienten en grupos de cincuenta, como en las grandes ocasiones. Siendo Hijo, se
comporta como el Padre, lo cual subraya su divinidad.
Él
mismo lo dará todo hasta hacerse alimento por nosotros en la Eucaristía, el
nuevo banquete de la comunión.
Ante
tantas necesidades como surgieron en la pandemia del covid-19, la comunidad de
los Focolares de Barcelona creó un grupo a través de las redes sociales en el
que comparten las necesidades y ponen en común bienes y recursos. Y es
impresionante ver cómo circulan muebles, alimentos, medicinas, electrodomésticos...
Porque «solos podemos hacer poco -dicen-, pero juntos se puede hacer mucho».
Aún hoy, el grupo Fent família contribuye a que nadie entre ellos pase
necesidad, como en las primeras comunidades cristianas (cf. Hch 4, 34).
Silvano Malini y el equipo de
la Palabra de vida
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