La santidad es el rostro más bello de la Iglesia. Pero aun fuera de la Iglesia Católica y en
ámbitos muy diferentes, el Espíritu suscita «signos de su presencia, que ayudan
a los mismos discípulos de Cristo». Por otra parte, san Juan Pablo II nos
recordó que «el testimonio ofrecido a Cristo hasta el derramamiento de la
sangre se ha hecho patrimonio común de católicos, ortodoxos, anglicanos y
protestantes». En la hermosa conmemoración ecuménica que él quiso celebrar en
el Coliseo, durante el Jubileo del año 2000, sostuvo que los mártires son «una herencia que habla con una voz más fuerte que la
de los factores de división».
SANTO PADRE FRANCISCO. GAUDETE ET EXULTATE, nº 9
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