«Dichosos los que no han visto y han creído»
(Jn 20, 29).
El Evangelio de Juan describe los
encuentros de los apóstoles, de María de Magdala y de otros discípulos con
Jesús Resucitado. Este se aparece varias veces con los signos de la crucifixión
para volverles a abrir el corazón a la alegría y a la esperanza. En una de
estas ocasiones el apóstol Tomás está ausente. Los otros, que han visto al
Señor, le cuentan esta maravillosa experiencia, quizá queriendo transmitirle su
misma alegría. Pero Tomás no es capaz de aceptar este testimonio indirecto;
quiere ver y tocar a Jesús en persona.
Lo cual ocurre días más tarde: Jesús se
presenta de nuevo a un grupo de discípulos, y entre ellos esta vez sí que está
Tomás, quien proclama su fe, su total adhesión al Resucitado: «¡Señor mío y
Dios mío!». Y Jesús le responde:
«Dichosos
los que no han visto y han creído»,
Este Evangelio fue escrito después de
que los testigos oculares de la vida, muerte y resurrección de Jesús ya
hubiesen desaparecido. Era inevitable que el mensaje evangélico se encomendase
a las generaciones sucesivas, que su transmisión se fundase en el testimonio de
quienes habían recibido el anuncio. Aquí comienza el tiempo de la Iglesia,
pueblo de Dios que sigue anunciando el mensaje de Jesús transmitiendo fielmente
su Palabra y viviéndola con coherencia.
También nosotros hemos conocido a Jesús,
el Evangelio y la fe cristiana a través de la palabra y el testimonio de otros,
y hemos creído. Por eso somos «dichosos».
«Dichosos
los que no han visto y han creído»,
Para vivir esta Palabra, recordemos esta
invitación de Chiara Lubich: «Él quiere grabar, en ti y en todos los hombres
que no vivieron en torno a Él, la convicción de que posees la misma dignidad
que los apóstoles. Jesús quiere decirte que no estás en desventaja con respecto
a los que lo vieron, pues tienes fe, y esta es el nuevo modo de "ver"
-por así decir- a Jesús. Con ella puedes acercarte a Él, comprenderlo en
profundidad, encontrarlo en lo más hondo de tu corazón. Con la fe puedes
descubrirlo entre dos o más hermanos unidos en su nombre, o en la Iglesia, que
es su prolongación. [...] Además estas palabras de Jesús son una llamada a
reavivar tu fe, a no esperar apoyos o signos para avanzar en la vida
espiritual, a no dudar de la presencia de Cristo en tu vida y en la historia,
aunque pueda parecerte que Él está lejos. [...] Quiere que creas en su amor,
aunque te encuentres en situaciones difíciles o te amenacen circunstancias que
parecen imposibles».
Anne es una joven australiana nacida con
una discapacidad grave. Cuenta: «En la adolescencia me preguntaba por qué no
había muerto pronto, de lo mucho que me pesaba mi discapacidad. Mis padres, que
viven la Palabra de vida, siempre me respondían lo mismo: "Anne, Dios te ama
inmensamente y tiene un plan especial para ti': Me ayudaron a no bloquearme
ante las limitaciones físicas sino a "tomar la iniciativa de amar" a
los demás, como hizo Dios con nosotros. He visto que muchas situaciones a mi
alrededor han cambiado y muchas personas han comenzado a su vez a abrirse más,
y no solo conmigo. De mi padre recibí un mensaje personal que debía abrir tras
su muerte, en el que había escrito una sola frase: "Mi noche no tiene
oscuridad': Esta es mi experiencia diaria: cada vez que elijo amar y servir a
quien tengo al lado, las tinieblas desaparecen y soy capaz de sentir el amor
que Dios me tiene».
LETIZIA
MAGRI
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