lunes, 3 de marzo de 2025

PALABRA DE VIDA DE MARZO DE 2025 ,

 «¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo?» (Lc 6,41).

Jesús baja de la montaña tras una noche de oración y elige a sus discípulos. Al llegar a una llanura les dirige un largo discurso que comienza con las Bienaventuranzas.

En el texto de Lucas son solo cuatro y se refieren a los pobres, los que tienen hambre, los que sufren y los afligidos, y añade otras tantas advertencias a los ricos, los hartos y los arrogantes (Lc 6, 20-26). Jesús convierte esta predilección de Dios por los últimos en su misión cuando, en la sinagoga de Nazaret (Lc 4, 16-21), afirma que está lleno del Espíritu del Señor y que trae a los pobres la buena nueva, la liberación a los cautivos y la libertad a los oprimidos.

Luego exhorta a sus discípulos a amar incluso a los enemigos (Lc 6,27-35), un mensaje que se inspira en el comportamiento del Padre celestial: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo» (Lc 6,36).

Esta afirmación es también el punto de partida de lo que sigue: «No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados, perdonad y seréis perdonados» (Lc 6, 37). Luego, Jesús amonesta mediante una imagen intencionadamente disparatada:

«¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo?».

Jesús conoce nuestro corazón de verdad. ¡Cuántas veces hacemos esta triste experiencia! Es fácil criticar errores y debilidades en un hermano o en una hermana sin tener en cuenta que así nos atribuimos una prerrogativa que corresponde solo a Dios. Para «sacarnos la viga» del ojo nos hace falta ser conscientes de que somos pecadores necesitados del perdón de Dios. Solo quien se da cuenta de su propia «viga» podrá entender sin juzgar y sin exagerar las fragilidades y flaquezas propias y de los demás.

Pero Jesús no invita a cerrar los ojos y dejar correr las cosas. Quiere que nos ayudemos mutuamente a llevar una vida nueva. También el apóstol Pablo pide con insistencia que nos preocupemos de corregir a los indisciplinados, confortar a los pusilánimes, sostener a los débiles y ser pacientes con todos (cf. 1 Ts 5, 14).

«¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo?»

¿Cómo poner en práctica esta Palabra de Vida?

En este tiempo de Cuaresma, podemos pedirle a Jesús que nos enseñe a ver a los demás como Él los ve, como Dios los ve. Y su mirada es una mirada de amor. Luego, para ayudarnos mutuamente, podríamos restablecer una práctica que fue determinante para el primer grupo de chicas de los Focolares en Trento.

«En los inicios -cuenta Chiara Lubich a un grupo de amigos musulmanes- no siempre era fácil vivir la radicalidad del amor. [...] También entre nosotras y en nuestras relaciones podía depositarse algo de polvo, y la unidad podía languidecer. Esto ocurría, por ejemplo, cuando nos dábamos cuenta de los defectos e imperfecciones de los demás y los juzgábamos, de modo que la corriente de amor recíproco se enfriaba. Para reaccionar ante esta situación se nos ocurrió un día sellar un pacto entre nosotras, y lo llamamos «pacto de misericordia». Decidimos, cada mañana, ver nuevo al prójimo con el que nos encontrásemos -en casa, en clase, en el trabajo, etc.- y no recordar en absoluto sus defectos, sino cubrirlo todo con el amor. [...] Era un compromiso fuerte, que asumimos todas juntas y que nos ayudaba a ser siempre las primeras en amar, a imitación de Dios misericordioso, el cual perdona y olvida»[1].

 

Augusto Parody y el equipo de la Palabra de Vida



[1] C. LUBICH, «El amor al prójimo», Charla con un grupo de musulmanes. Castel Gandolfo 1-11- 2002. Cf. El amor recíproco, Ciudad Nueva, Madrid 2013, pp. 109-110.