En las primeras sacas colectivas
de presos para ser asesinados, en la noche del 14 de agosto en la Playa de la
Garrofa de Almería, y en la del 30 en el Barranco del Chisme de Vícar, a los
verdugos se les planteaba el problema de ocultar los cadáveres. Para
solventarlo buscaron lugares en los que pudieran asesinar en masa a los
“enemigos de la revolución”, sin dejar mayor rastro, y sin necesidad de
enterrar sus cuerpos, y optaron por pozos rurales de zonas desérticas, secos en
aquel verano, donde se podía asesinar junto a su pretil y empujar a su fondo a
muertos o agonizantes sin dejar mayor prueba. El primero fue el Pozo de La
Lagarta en término de Tabernas, a unos 30 Kms. de Almería.
Así en la noche del 31 de agosto
de 1936 sacaron del Astoy-Mendi y de la cárcel de las Adoratrices a los
restantes 31 miembros de la lista leída el día anterior que no pudieron
trasladar al Barranco del Chisme por falta de vehículos, y los llevaron a
Tabernas, en cuyo desierto se hallaba el Pozo de Fábregas conocido como de La
Lagarta, y allí asesinaron a 22 presos, entre ellos a dos jesuitas y dos
dominicos, y los arrojaron a su fondo. La masacre se repitió en noches
sucesivas y comenzaron a acudir en el autobús de línea gentes de Tabernas, unos
a presenciar las ejecuciones, y otros trayendo sus escopetas y pistolas para
participar en ellas.
Anochecido llegaban los camiones
de Almería con los presos ya atadas sus manos, y se les reunía alrededor del
pozo, iluminados por los focos de los camiones aparcados en semicírculo. Tras los
disparos empujaban a los heridos o moribundos y les hacían caer al fondo sobre
los cuerpos de los agonizantes fusilados antes. A los pocos días el pozo, llenó
de cadáveres en descomposición, despedía tal hedor que se percibía a varios Kms
en el pueblo y desde la carretera, por lo que el Inspector de Sanidad dispuso
se arrojaran varias toneladas de cal viva hasta cegarlo. Extraídos sus restos
después de la guerra, muchos de los cadáveres presentaban signos de haber sido
torturados y algunos asfixiados tras haber sido arrojados vivos al fondo.
Dice el miembro de la Comisión
Histórica de la Causa, D. Alfredo Gallego Fábrega que del más de un centenar de
las personas asesinadas y arrojadas a este pozo, han sido ya beatificadas 31,
tres hermanos de las Escuelas Cristianas, los Hermanos Edmigio, Amalio y
Valerio, 24 sacerdotes diocesanos, dos jesuitas y dos dominicos, que fueron
beatificados en Aguadulce el 25 de marzo de2017, entre ellos D. Ángel Noguera Gallegos,
Párroco de Alboloduy, junto con otros compañeros mártires.
FUENTE: Hispania Martiry
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