Llamados a la santidad.
Recuerdo aquel lejano 1978, en que todos
quedamos impresionados por la muerte de Juan Pablo I, 33 días después de su
elección. Pero mayor fue la impresión cuando unos días después fue elegido Sumo
Pontífice el Cardenal Karol Wojtyla, el papa polaco que conduciría la Barca de
Pedro hasta 2005. Los que ya comenzamos a peinar canas, somos hijos de Juan
Pablo II y al que hoy veneramos como San Juan Pablo II, canonizado por el Papa
Francisco en 2014.
Cuando aquel 5 de noviembre de
1982, miles de granadinos pudimos acompañarlo en su visita a Granada, dedicó su homilía a los educadores de la fe, y de una u otra manera todos somos
educadores de la fe. Juan Pablo II sigue, como todos los santos, acompañándonos
en la fe, nos muestra el camino de la fe, de la esperanza y de la caridad. Él,
como todos los santos y beatos, nos muestran el camino de la santidad, un
camino que está al alcance de todos, que nos es un privilegio de unos elegidos.
La santidad, como ya hemos dicho en otras ocasiones es la vocación de la
Iglesia, de todo el pueblo de Dios, él nos enseñó como servirla. Un servicio,
que como San Juan Pablo II, no debe reducirse al ámbito eclesial, sino que
tiene que llegar a cada hombre y mujer de la tierra a toda la humanidad. Y
hacerlo con valentía, sin miedo, Él está con nosotros, todos los días, hasta el
fin de los tiempos.
Y nos quiere santos, porque “Él nos eligió
en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e
irreprochables ante Él por el amor”.
Paco
H.
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