jueves, 17 de octubre de 2019

LA SANTIDAD NO ES UN PRIVILEGIO DE UNOS POCOS.


Llamados a la santidad.
Recuerdo aquel lejano 1978, en que todos quedamos impresionados por la muerte de Juan Pablo I, 33 días después de su elección. Pero mayor fue la impresión cuando unos días después fue elegido Sumo Pontífice el Cardenal Karol Wojtyla, el papa polaco que conduciría la Barca de Pedro hasta 2005. Los que ya comenzamos a peinar canas, somos hijos de Juan Pablo II y al que hoy veneramos como San Juan Pablo II, canonizado por el Papa Francisco en 2014.
Cuando aquel 5 de noviembre de 1982, miles de granadinos pudimos acompañarlo en su visita a Granada, dedicó su homilía a los educadores de la fe, y de una u otra manera todos somos educadores de la fe. Juan Pablo II sigue, como todos los santos, acompañándonos en la fe, nos muestra el camino de la fe, de la esperanza y de la caridad. Él, como todos los santos y beatos, nos muestran el camino de la santidad, un camino que está al alcance de todos, que nos es un privilegio de unos elegidos. La santidad, como ya hemos dicho en otras ocasiones es la vocación de la Iglesia, de todo el pueblo de Dios, él nos enseñó como servirla. Un servicio, que como San Juan Pablo II, no debe reducirse al ámbito eclesial, sino que tiene que llegar a cada hombre y mujer de la tierra a toda la humanidad. Y hacerlo con valentía, sin miedo, Él está con nosotros, todos los días, hasta el fin de los tiempos.
Y nos quiere santos, porque “Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante Él por el amor”.
Paco H.

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