“Dios está vivo y habla”
Cuando la distancia en el tiempo te
hace ver la historia en su justa medida, y dejas que sean las pruebas
históricas, las que te va llevando de lo particular a lo general, te lleva a
entender el hecho en sí, mirando el pasado con objetividad, aunque sea un
pasado que te afecta y del que muchas veces te han hablado. Es tratar de que
sea la misma historia la que te vaya hablando y contando lo que pasó, más allá
de ideologías o confrontaciones partidistas.
Este blog, ni por intento, trata de
entrar en el aspecto histórico, sino en el de la fe.
Los santos, en nuestro caso los
mártires, los de este siglo y los de toda la historia, los cercanos o los
lejanos, aquellos que cada día entregan su vida por Dios; los que han hecho del
Evangelio su vida, la Iglesia nos los propone como modelos, son testigos vivos
de Cristo en nuestra historia, mirarlos es darnos cuenta de que Dios existe,
que está vivo y nos habla continuamente.
Mirarlos, es sentir que Jesús está
aquí, que nos acompaña, que podemos entablar una amistad con Él, que podemos
relacionarnos con Él.
Ver a estos gigantes, conocer mejor
sus vidas, es sentir que la presencia real de Cristo vivo en la Eucaristía, en
su Palabra, en cada hermano y hermana; sentir a Dios vivo en la naturaleza, en
la belleza, en la bondad… mirar a estos gigantes que han vivido su filiación
divina hasta el extremo, es darnos cuenta de que en ellos, esta presencia real
de Cristo Vivo, es como si se recreara y se hacen otros Cristos vivos para sus
contemporáneos y para los que como nosotros ahora, los conocemos a través del
tiempo. Ellos son puentes entre generaciones, testigos de dar la vida los unos
por los otros, son puentes entre Dios y nosotros.
De la red |
Mirarlos es sentir que la experiencia
cristiana, la que ellos hicieron y hoy nos toca hacer a nosotros, es algo más
que sentirnos como seres sin destino, como si hubiéramos sido arrojados al
mundo. Mirarlos es sentir en nosotros la mano de Dios que nos sustenta y nos
lleva, es sentirnos acompañados y sostenidos por Dios.
Y en esta confianza sin límites en
Dios, hasta dar la vida por El, nuestros mártires son nuestros modelos de
santidad. Mirarlos es sentir la necesidad de pedir la gracia, para que como
ellos, demos la vida, no de una vez como hicieron ellos, sino en el día a día,
amando de manera concreta a quién tenemos a nuestro lado.
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