Cuarto domingo de Cuaresma
- 1 Sam 16, 1b. 6-7.
10-13a.
David es ungido rey de Israel.
- Sal 22. R. El Señor es mi
pastor, nada me falta.
- Ef 5, 8-14. Levántate de entre los
muertos y Cristo te iluminará.
- Jn 9, 1-41. Él fue, se lavó, y
volvió con vista.
En
aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y escupió en
tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo:
«Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).»
Él
fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo
pedir limosna preguntaban: «¿No es ése el que se sentaba a pedir?»
Unos
decían: «El mismo.»
Otros
decían: «No es él, pero se le parece.»
Él
respondía: «Soy yo.»
Llevaron
ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo
barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había
adquirido la vista.
Él
les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.»
Algunos
de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el
sábado.»
Otros
replicaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?»
Y
estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del
que te ha abierto los ojos?»
Él
contestó: «Que es un profeta.»
Le
replicaron: «Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones
a nosotros?»
Y
lo expulsaron.
Oyó
Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del
hombre?»
Él
contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»
Jesús
le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.»
Él
dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él.
MEDITACION
PAPA FRANCISCO:
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy el
Evangelio nos muestra a Jesús que devuelve la vista a un hombre ciego de
nacimiento (cfr Jn 9,1-41). Pero este prodigio no es bien recibido
por varias personas y grupos. Veamos en detalle.
Pero
primero quisiera deciros: hoy, tomad el Evangelio de Juan y leed vosotros este
milagro de Jesús, es hermoso el modo en el que Juan lo cuenta. Capítulo 9, en
dos minutos se lee. Hace ver cómo procede Jesús y cómo procede el corazón
humano: el corazón humano bueno, el corazón humano tibio, el corazón humano
temeroso, el corazón humano valiente. Capítulo 9 del Evangelio de Juan. Hacedlo
hoy, os ayudará mucho. ¿Y de qué manera las personas acogen este signo?
En primer
lugar, están los discípulos de Jesús, que ante el ciego de nacimiento terminan
en el chismorreo: se preguntan si la culpa es de sus padres o suya (cf. v. 2).
Buscan un culpable; y nosotros muchas veces caemos en esto que es tan cómodo:
buscar un culpable, en lugar de plantearse preguntas exigentes en la vida. Y
hoy podemos decir: ¿qué significa para nosotros la presencia de esta persona?
¿Qué nos pide a nosotros? Después, una vez curado, las reacciones aumentan. La
primera es la de los vecinos, que se muestran escépticos: “Este hombre siempre
ha sido ciego: ¡no es posible que vea ahora, no puede ser él, es otro!”:
escepticismo (cfr vv. 8-9). Para ellos es inaceptable, mejor dejar todo como
era antes (cfr v. 16) y no meterse en este problema. Tienen miedo, temen a las
autoridades religiosas y no se pronuncian (cfr vv. 18-21). En todas estas
reacciones, emergen corazones cerrados frente al signo de Jesús, por varios
motivos: porque buscan un culpable, porque no saben sorprenderse, porque no
quieren cambiar, porque están bloqueados por el miedo. Y muchas situaciones se
parecen hoy a esta. Delante de algo que es precisamente un mensaje de
testimonio de una persona, es un mensaje de Jesús, nosotros caemos en esto:
buscamos otra explicación, no queremos cambiar, buscamos una salida más
elegante que aceptar la verdad.
El único
que reacciona bien es el ciego: él, feliz de ver, testimonia lo que le ha
sucedido de la forma más sencilla: «Era ciego y ahora veo» (v. 25). Dice la
verdad. Primero se veía obligado a pedir limosna para vivir y sufría los
prejuicios de la gente: “es pobre y ciego de nacimiento, debe sufrir, debe
pagar por sus pecados o por los de sus antepasados”. Ahora, libre en el cuerpo
y en el espíritu, da testimonio de Jesús: no inventa nada y no esconde nada.
“Era ciego y ahora veo”. No tiene miedo de lo que dirán los otros: el sabor
amargo de la marginación ya lo ha conocido durante toda la vida, ya ha sentido
sobre él la indiferencia, el desprecio de los transeúntes, de quien lo
consideraba como un descarte de la sociedad, útil a lo sumo para la piedad de
alguna limosna. Ahora, curado, ya no teme esas actitudes de desprecio, porque
Jesús le ha dado plena dignidad. Y esto es claro, sucede siempre: cuando Jesús
nos sana, nos devuelve la dignidad, la dignidad de la sanación de Jesús, plena,
una dignidad que sale del fondo del corazón, que toma toda la vida; y Él en
sábado, delante de todos, le ha liberado y le ha donado la vista sin pedirle
nada, ni siquiera un gracias, y él da testimonio. Esta es la dignidad de una
persona noble, de una persona que se sabe curada y retoma, renace; ese renacer
en la vida, del que se hablaba hoy en “A Sua Immagine”: renacer.
Hermanos,
hermanas, con todos estos personajes el Evangelio de hoy nos pone también a
nosotros en medio de la escena, así que nos preguntamos: ¿qué posición
tomamos?, ¿qué hubiéramos dicho entonces? Y, sobre todo, ¿qué hacemos hoy? Como
el ciego, ¿sabemos ver el bien y ser agradecidos por los dones que recibimos?
Me pregunto: ¿cómo es mi dignidad? ¿Cómo es tu dignidad? ¿Testimoniamos a Jesús
o difundimos críticas y sospechas? ¿Somos libres frente a los prejuicios o nos
asociamos a los que difunden negatividad y chismes? ¿Estamos felices de decir
que Jesús nos ama, que nos salva o, como los padres del ciego de nacimiento,
nos dejamos enjaular por temor a lo que pensará la gente? Los tibios de corazón
que no aceptan la verdad y no tienen la valentía de decir: “No, esto es así”. Y
también, ¿cómo acogemos las dificultades y la indiferencia de los demás? ¿Cómo
acogemos a las personas que tienen tantas limitaciones en la vida, ya sean
físicas, como este ciego; o sociales, como los mendigos que encontramos por la
calle? ¿Y esto lo acogemos como una maldición o como ocasión para hacernos
cercanos a ellos con amor?
Hermanos
y hermanas, pidamos hoy la gracia de sorprendernos cada día por los dones de
Dios y de ver las diferentes circunstancias de la vida, también las más
difíciles de aceptar, como ocasiones para obrar el bien, como hizo Jesús con el
ciego. La Virgen nos ayude en esto, junto a San José, hombre justo y fiel.
ÁNGELUS,
Plaza de San Pedro, domingo 19 de marzo de 2023
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