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De la red |
“Hay
cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua.
Pero reconozco que la alegría no se vive del mismo modo en todas las
etapas y circunstancias de la vida, a veces muy duras. Se adapta y se
transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que
nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de
todo. Comprendo a las personas que tienden a la tristeza por las
graves dificultades que tienen que sufrir, pero poco a poco hay que
permitir que la alegría de la fe comience a despertarse, como una
secreta pero firme confianza, aun en medio de las peores angustias: «
Me encuentro lejos de la paz, he olvidado la dicha […] Pero algo
traigo a la memoria, algo que me hace esperar. Que el amor del
Señor no se ha acabado, no se ha agotado su ternura. Mañana tras
mañana se renuevan. ¡Grande es su fidelidad! […] Bueno
es esperar en silencio la salvación del Señor» (Lm
3,17.21-23.26)”.
Exhortación
Apostólica “La alegría del Evangelio” (n.º 6)
Papa
Francisco.
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