“La noche de la primera “saca”
que inaugura el Pozo de la Largarta (días 30/31 de agosto de 1936)...
… Estamos en la noche del 30 al 31 de agosto: los sacerdotes, los
religiosos, los seglares de los camiones de la muerte,
intentaban mutuamente ponerse a tono con la solemne importancia de
aquellos minutos. La referencia más explícita a su estado de ánimo
la debemos a los padres del sacerdote D. Domingo Campoy, por cuyo
domicilio en la Calle Granada, pasó la caravana trágica. El jefe de
la expedición, no sabemos si por compasión o por crueldad, dio
orden de parada, y señalando, dijo a D. Domingo ‘esa es tu casa’.
La emoción y el agotamiento impedían al aludido pronunciar palabra.
Sacó al fin fuerzas como pudo y balbuceó
a sus padres:
“gustoso muero por Cristo. No siento lo que hagan conmigo; solo
siento lo que después hagan con vosotros”. Media hora más tarde
enmudecían los motores y fueron bajando en silencio los 31
condenados y la banda de milicianos.
Se formó de inmediato la columna trágica
de presos y guardianes, intercalados de uno en uno, para acometer el
sendero de la rambla de la Lagarta. Amarrados atrás las manos,
agotados por las fatigas, avanzaron como espectros durante media hora
de agonía hasta remontar su calvario. El expediente posterior
resulto, como lo sería siempre, de una aterradora sencillez; tiro en
la nuca o en el corazón al borde del orificio y vuelco mortal de la
victima hasta los cuarenta metros del fondo ¿supervivientes?
Ninguno. Los detalles postreros
de esta escena quedaron en exclusiva sobre las conciencias de sus
verdugos, a quienes nada puso sacárseles en
la investigación posterior”
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De la red |
Párrafo
tomado del libro “La
comunidad de los Jesuitas de Almería en el periodo de 1929-1939”
de Antonio Marín Cara,
Ed. Universidad de
Almería.
Para
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