jueves, 15 de agosto de 2019

DE ORUGA A MARIPOSA.


Firme sobre una hoja, la oruga miró alrededor: ¡quién cantó!, ¡quién saltó!, ¡quién corrió!, ¡quién voló!... todos los insectos estuvieron en continuo movimiento.
Él sólo, pobrecillo, no tenía voz, no corría y no volaba.
Con un gran esfuerzo logró moverse, pero tan despacio, que cuando pasaba de una hoja a la otra le pareció de haber dado la vuelta al mundo.
Sin embargo no envidió a nadie.
Sabía que era una oruga, y que las orugas tienen que aprender a hilar una baba sutilísima para tener, con arte maravilloso, su casita.
Por tanto, con mucho empeño, empezó su trabajo.
En poco tiempo la oruga se encontró encerrada en un tivio capullo de seda, aislado del resto del mundo.
"Y ¿ahora? se preguntó.
"Ahora espera" le contestó una voz. "Todavía un poco más de paciencia y verás".
Al momento justo la oruga se despertó, y ya no era una oruga.
Salió fuera del capullo, con dos alas bellísimas, pintadas de vivarachos colores, y enseguida se alzó a lo alto del cielo.

La imagen es de la RED


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