Gozaron del
consuelo de Dios.
Hace
unos días, leyendo “Luz del mundo. El Papa, la Iglesia y los signos de los
tiempos” (Ed. Heder, 2010) sobre la conversación de Peter Seewald con el entonces
Papa Benedicto XVI, hay una fragmento de una de las respuestas del Papa Emérito
que me ha impresionado y que rápidamente me ha hecho pensar en D. Ángel y en
todos los mártires, que como él, ha dado su vida por Dios.
El fragmento es este: “Ahora, la responsabilidad la tienes Tú. ¡Tú tienes que conducirme! Yo no puedo. Si tú me has querido a mí, entonces también tienes que ayudarme. Digamos, pues, que en ese sentido yo me encontraba en un relación de urgido diálogo con el Señor, diciéndole que, si El hace lo uno, tiene que también que hacer lo otro.”
El fragmento es este: “Ahora, la responsabilidad la tienes Tú. ¡Tú tienes que conducirme! Yo no puedo. Si tú me has querido a mí, entonces también tienes que ayudarme. Digamos, pues, que en ese sentido yo me encontraba en un relación de urgido diálogo con el Señor, diciéndole que, si El hace lo uno, tiene que también que hacer lo otro.”
Los
mártires también son elegidos por Dios, son llamados por Él, y seguro que
también ellos dirían más de una vez que no podían, que como Jesús en el Huerto
del los Olivos, pedirían que pasara el amargo cáliz de la prisión, del carbón
que asfixiaba, de las burlas e insultos de sus carceleros, de los maltratos… Pero
tenían la seguridad de Él los ayudaba y “si
El hace lo uno, también tiene que hacer lo otro”.
No
cabe en cabeza humana, cómo Dios tiene que consolar al mártir en el momento de
su martirio, en los brazos de Dios, sentir la caricia de Dios, ante tanto amor
es imposible la menor resistencia, cantando, como los mártires del Coliseo en
los primeros siglos del cristianismo.
Que
aprendamos de nuestros mártires, a dejarnos consolar por Dios, a gozar de su
ternura, a disfrutar de la paz que solo se puede encontrar en Dios.
Paco H.
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