La imagen es de la red |
La
alegría del Evangelio que llena la vida
de la comunidad de los discípulos es una alegría misionera. La experimentan
los setenta y dos discípulos, que regresan de la misión llenos de gozo
(cf. Lc 10,17). La vive Jesús, que se estremece de gozo en el
Espíritu Santo y alaba al Padre porque su revelación alcanza a los pobres y
pequeñitos (cf. Lc 10,21). La sienten llenos de admiración los
primeros que se convierten al escuchar predicar a los Apóstoles «cada uno en su
propia lengua» (Hch 2,6) en Pentecostés. Esa alegría es un signo de que el Evangelio ha sido anunciado y está
dando fruto. Pero siempre tiene la
dinámica del éxodo y del don, del salir de sí, del caminar y sembrar siempre
de nuevo, siempre más allá. El Señor dice: «Vayamos a otra parte, a predicar
también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido» (Mc 1,38).
Cuando está sembrada la semilla en un lugar, ya no se detiene para explicar
mejor o para hacer más signos allí, sino que el Espíritu lo mueve a salir hacia
otros pueblos.
Exhortación Apostólica
“La alegría del Evangelio” (nº 21)
Papa Francisco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario