Nacido y bautizado en Olula de Castro, la
pronta muerte de su padre lo vinculó a su piadosa madre, doña Carmen, que lo
educó santamente. Estudió en el Colegio de Seises de la Catedral de Almería y
en el Seminario de san Indalecio. Ya como seminarista dio pruebas de su afán
evangelizador, propagando el apostolado de la Buena Prensa por diversos
lugares.
Ordenado presbítero el veinte de mayo de
1921, el tres de junio cantó su primera Misa en Santa Cruz de Marchena.
Doctorado en Teología y eminente orador sagrado, poseía una gran cultura y
agudos conocimientos de los místicos españoles. Además, era un fiel amante de
la Sagrada Liturgia. Ingresó en la Hermandad de Operarios Diocesanos, siendo
destinado a los Seminarios de Segovia, Sevilla, Astorga y Belchite.
Reintegrado al clero diocesano por enfermedad
de su madre, y tras ser Ecónomo de su pueblo natal, fue nombrado Cura Regente
de Níjar en 1935. A pesar de la brevedad de su ministerio, es difícil
sintetizar la afectuosa memoria que guardan de él los nijareños. Presbítero
simpático, nadie acertaba a descubrir cuando dormía o comía; pues todo lo
entrega a los demás. Dinámico y amigo de la juventud, hasta parte de sus
ingresos acababan en la Casa del Pueblo para socorrer a los parados.
Iniciada la Persecución Religiosa, las
autoridades locales no se atrevieron a prenderlo y le pidieron que se marchase.
La niña Francisca Herrero Ruiz recordaba así su despedida de Níjar: «Yo le
saludaba entre lágrimas y él me dijo: “No te apures, hija mía” y señaló con la
mano hacia el cielo. » Refugiado primero en Almería y luego en Santa Cruz de
Marchena, fue detenido el seis de agosto de 1936. Tres días después, en el
convento de las Adoratrices, pudo despedirse de su queridísima madre y lo
trasladaron al barco Astoy Mendi. Desde allí partió hacia la gloria del
martirio a sus treinta y siete años.
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