Nacido en una humilde familia almeriense,
dedicada a la calderería, fue bautizado en la Iglesia Parroquial de san
Sebastián. A la Santísima Virgen del Carmen allí venerada, tributaría una gran
devoción a lo largo de toda su vida. Estudió con las Hijas de la Caridad y, en
1913, ingresó en el Seminario de Almería.
Fue ordenado presbítero el once de octubre de
1925 y cantó su primera Misa dos semanas después en el Santuario de la
Santísima Virgen del Mar. Durante los primeros seis años de su ministerio fue
Salmista de la Catedral, organista de la Parroquia de san José, maestro del
Colegio de Seises, Teniente Cura Castrense y Coadjutor de la Parroquia de
Santiago.
En 1931 fue nombrado Coadjutor de su
Parroquia natal. Presbítero joven y extrovertido, se hizo muy conocido por toda
la ciudad. Valiente en su apostolado, fue detenido hasta cuatro veces durante
la República. Su sobrino, don José, cuenta que: « Todas las mañanas aparecía,
escrito con tiza en la puerta de su casa, esta frase: “Aquí hay un cura. Hay
que matarlo”. Mi abuelo cada mañana, muy temprano, quitaba con agua la frase
para que la familia no supiéramos nada. »
Detenido en las inmediaciones de la Catedral
el diecinueve de julio de 1936, al preguntarle por su ideología respondió: «
Yo, soy sacerdote de Cristo, ¿no me habéis conocido?» Le propinaron tal tortura
que hasta el mismo médico del barco Astoy Mendi quiso llevarlo al hospital,
pero el sargento Cañadas le respondió: « No hace falta, porque esta misma noche
lo voy a matar. » Así lo hizo el verdugo en el pozo de la Lagarta, jactándose
luego: « ¡Qué buena puntería he tenido, le he dado una muerte cruel,
descargándole todos los disparos por la cabeza que se la he hecho saltar! ».
Tenía treinta y tres años.
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