Mieres, 16 de julio de 1871 – Tahal, 13 de
septiembre de 1936
La mayor parte de la vida del Siervo de Dios
transcurrió en su Asturias natal, formándose en el Seminario Conciliar de
Oviedo con gran aprovechamiento. Ordenado presbítero el diecinueve de diciembre
de 1896, su ministerio estuvo marcado por su dedicación a la formación
seminarística de los futuros pastores del Pueblo de Dios. A sus dilatadas
responsabilidades en el Seminario ovetense, unió sus servicios en el Montepío
del Clero y en las capellanías del Obispado.
En 1928 llegó a Almería, siendo desde
entonces Canónigo Maestrescuela de la S. y A. I. Catedral de la Encarnación. No
perdió su entregado servicio a la formación sacerdotal, haciéndose cargo de la
prefectura de Estudios y de la enseñanza de varias asignaturas. Su amor y
vinculación al Seminario Conciliar de san Indalecio fue tal que, en 1934, lo
declaró heredero universal de sus bienes.
Un testigo ocular de sus años almerienses
recordaba que: «El Siervo de Dios era un hombre de gran preparación
intelectual, de amplia cultura. Tenía estudios especiales sobre latín y temas
propios de Religión. Vivía plenamente dedicado a su ministerio sacerdotal.
Pasaba muchas horas de confesionario en la Catedral; era director espiritual de
muchos fieles.»
La Persecución Religiosa lo sorprendió
veraneando en Enix, donde fue delatado. Salvajemente detenido y conducido a
Almería, compartió prisión y martirio con el Siervo de Dios don José Álvarez
Benavides de la Torre. Contaba sesenta y cinco años de edad al inmolarse por
Cristo.
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