martes, 24 de enero de 2017

MI TÍO ÁNGEL.

   Siempre está el bien y el mal desde el origen. S. Agustín afirmó que la bondad procedía de Dios y la maldad de la libertad del hombre. No, no cumple su propio consejo de conciliar fe y razón: Crede ut intelligas (cree para comprender) e Intellige ut credas (comprende para creer). En una de las mentes más prodigiosas de la humanidad, la fe obnubila a la razón. Es asombroso que el meme [1] maniqueo aún perviva en la fe actual. Sí, la replicación de un gen cultural que contradice a la razón.


De la red
   Aunque la memética no esté aún estructurada como ciencia, considero a la religión como un macro meme universal. De todas las religiones, el meme verdaderamente humano, auténticamente revolucionario, es el de Cristo: ama al prójimo y a tus enemigos. S. Agustín lo expresa en una magnífica sentencia: ama y haz lo que quieras. ¿Implicará la exaltación de la libertad total del hombre? Porque la razón nos dice, que este haz lo que quieras es el causante justificado (por amor a dios) de tantas atrocidades del hombre. Porque la razón nos dice, que este haz lo que quieras es el causante justificado (por amor a dios) de que tantos hombres y mujeres vivan entregados al prójimo e incluso lleguen a la muerte. El hombre, fe y razón, siempre decide según sus convicciones de los memes heredados. Esto es incuestionable, como lo es, también, que cada cual lo interioriza y actúa, individual o gregariamente, en consecuencia. Todo ello sin olvidar que lo que rige la conducta es las emociones.
   Mi abuelo Federico era republicano. Vivió, entre siglos, (XIX y XX) una época de convulsión. Las injusticias y las privaciones agitaban su mente. La injusticia siempre es reconocible, aunque se guarde en el lado oscuro del silencio. Podías llorar o lanzar bombas, creer o negar la existencia de un alma inmortal. Él era ateo. Era anticlerical. Era republicano. Se rebelaba ante el dolor y la miseria que cegaban sus ojos. Sin saber como, por pendencia o gangrena, le amputaron una pierna. Malvivió, con su familia, ganándose la vida de zapatero remendón. No, no encontraran su tumba en ningún cementerio.
   Mi abuela Amalia era católica. Su carácter, dulcemente firme y decidido, contribuyó a temblar las palabras de la ira y los gritos del llanto, a reconocer la injusticia, pero a decir un Federico, calla, que evaporaba la soledad de las lágrimas.
   Sí, es imposible calibrar las emociones de mi tío Ángel [2]  en su infancia, adolescencia y adultez. Los memes antagónicos siempre han existido. Decantarse por uno u otro es una decisión personal. Decisión personal determinada por el carácter, las influencias, la capacidad, el conocimiento y, en definitiva, por tu estado emocional. Testimonios directos de sus compañeros, lo definen como poseedor de un carisma atrayente. Sí, establezco esta redundancia (sin matiz religioso), porque abarcaba todos los ámbitos: afable, bromista, “listísimo”, futbolero, entusiasta, actor, tenor extraordinario (oírlo cantar ponía los pelos de punta) y, sobre todo, siempre dispuesto a ayudar a los demás (el prójimo).
   Sí, es imposible estimar la situación familiar que provocaría su decisión de entrar en el seminario y ser cura. Por mi madre sé, que mi abuelo desataba su ira contra la horma de su único zapato en una negación visceral. Mi abuela era condescendiente, pero no impulsora de su decisión. Una realidad de privaciones y estrecheces no podía costearlo. Cuando una señora, ricachona, sufragó los gastos, entró.
   Aquí empieza el valor de su martirio: su decisión personal. Una decisión que contradiría, por un lado, una vivencia memética atea, anticlerical, republicana; y, por otro, coincidiría con otra vivencia memética católica, monárquica, de práctica religiosa.
   Hoy día ya se ha superado, razonadamente, la filosofía escolástica. Atribuirle, a su decisión, una intervención divina sería negar su propia fe. Su precocidad, su continuidad, las adversidades, su determinación, no son sino producto de una profunda fe personal. Su alta capacidad cognitiva, reconocida por sus compañeros, le llevaría a doctorarse en Teología, pero no a una teorización o misticismo, ni a establecer un distancia de superioridad sobre los demás. Le llevó a poner en práctica el verdadero valor de Cristo: amar al prójimo y a tus enemigos. Esta acción, testimoniada, se verificaba en la cercanía, disponibilidad sin límites, en la entrega a los demás (el prójimo). De los dos destinos que tuvo, Fuentevaqueros y Alboloduy, mi madre relataba que al principio no iba nadie a la iglesia y que poco a poco logró llenarla; que casi nunca estaba en la casa, que mi abuela le reconvenía porque solo lo veía en la misa y, algunos días, a la hora de comer; que jugaba al fútbol en la plaza; que la gente le pedía que les cantara en la calle; que siempre visitaba a los enfermos y a los más necesitados; que enseñaba a leer a niños y a mayores (durante un tiempo, recibía mi madre, en el piso de granada, la visita de un jornalero de Fuentevaqueros en señal de gratitud por todo lo que su hermano Ángel había hecho por él, especialmente, por haberle enseñado a leer); que la gente lo quería.
   Así continúa el valor de su martirio: su decisión personal de una acción de amor y haz lo que quieras.
   La convulsión sociopolítica y militar llega, en el 36, a su máxima expresión: la guerra. La vive en Alboloduy. Cuando queman la iglesia, se resiste a seguir los consejos de abandonar el pueblo y refugiarse en un cortijo, vestido de paisano, como un campesino más. Su madre y su hermana serían determinantes para seguirlos. Siempre hay realidades que no se pueden ocultar, casualidades del espacio-tiempo imposibles de controlar. Un día, digamos al atardecer, cuando el río Nacimiento es sombra de arrebolada arena, una cuadrilla llega al cortijo buscando a un cura. A él no lo buscaban. Hay actuaciones que traen esta consecuencia. Pero como el tiempo y el espacio, y las palabras, se mueven inexorablemente, le preguntan si él también es cura. No lo niega. Soy tan cura como cualquier otro. El calvario tiene su itinerario de prisión en un convento, el traslado a un barco prisión y un destino final en el desierto de la muerte. Atestiguaron de él, que en el barco prisión infundía ánimos, cantaba y eran lágrimas negras el brillo de los ojos, que se desvivía por ayudar al trasiego de espuertas de carbón, quizás tiznándose para presentarse a la muerte.
   Aquí radica el mayor valor de su martirio: afirmar su fe con la certeza que conlleva a la muerte.


De la red
   Sí, considero a la religión como un macro meme. Solo creo en la persona. Ser persona es anterior a todo. Ser cura o policía o ateo no da cualidad a la persona. Recalco que las cualidades de las personas obedecen a múltiples factores. La influencia memética es manifiesta, pero no determinante. Hay un yo emocional más poderoso. Solo creo en las personas que se entregan a las demás. Mi tío Ángel aunó influencias contradictorias: su sacerdocio fue una acción de ayuda a todos, especialmente, a los necesitados.
   No, no me contradigo si acepto a mi tío ángel como mártir y beato de la Iglesia Católica, porque afirmo, con orgullo, que fue una excelente persona.
Bernardo Federico Delgado Noguera. Enero de 2017




[1] Meme: es, en la teoría de difusión cultural, la unidad teórica de información cultural transmisible de un individuo a otro, de una mente a otra, de una generación a la siguiente. Ver “El gen egoísta” de Richard Dawkins.

[2] Para ir a su biografía: Ángel Federico Noguera Gallegos

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