martes, 31 de enero de 2017

MARTIRES DE ALMERIA (13). SIERVO DE DIOS DON RAFAEL CALATRAVA ROS


Bautizado en la almeriense parroquia de san Pedro, se doctoró en Derecho en la Universidad de Granada. Abogado ejemplar y respetado por sus colegas, publicó algunas obras que muestran su gran saber. Más lo que verdaderamente lo distinguía era su compromiso vital para con la justicia, sin reparar en sacrificios y siempre desde la humildad.
Muy devoto de la Santísima Virgen y de santa Teresa de Jesús, perteneció a la Adoración Nocturna. Auténtico caballero cristiano, era íntimo amigo del Siervo de Dios don José Álvarez Benavides de la Torre. Junto a éste y a otros distinguidos católicos se ocupó, por disposición de los Prelados, del Monte de Piedad del Obispado.
El once de septiembre de 1911 casó con doña Carmen Romero Martínez – Carrasco en la Iglesia Parroquial de santa Escolástica de Granada. En sus veinticinco años de amor matrimonial, formaron una familia de once hijos que fueron Iglesia doméstica.
Al inicio de la Persecución Religiosa fue detenido junto a su hijo, el Siervo de Dios don Jaime Calatrava Romero y sufrieron juntos prisión. Ya que su hijo se negó a separarse de él, también unidos dieron testimonio de Cristo en el martirio. El Siervo de Dios tenía cuarenta y cuatro años.
Su hija doña Concepción recordaba así a su padre: «Mi padre era un hombre muy recto, muy caballero, le teníamos mucho cariño. Como cristiano puedo decir que era un católico practicante convencido. Tenía caridad con el prójimo; era buen esposo, buen padre, daba muchas limosnas a los pobres, pero no alardeaba por ello. En la Persecución no se acobardó; al contrario, pudo esconderse y no lo hizo. Se entregó dócilmente y con gran valentía soportó la prisión y el martirio.»


lunes, 30 de enero de 2017

MARTIRES DE ALMERIA (12). SIERVO DE DIOS DON JAIME CALATRAVA ROMERO


Nacido en una familia auténticamente cristiana, como monaguillo se ganó la admiración de todos por su piedad y simpatía. La devoción a la Santísima Virgen del Mar, patrona de Almería, marcó su existencia. Ni un solo día dejó de acudir a su Santuario para encomendarse a la Madre de Dios.
Despierto e inteligente, comenzó sus brillantes estudios en el Colegio de la Salle. En la Universidad de Granada se licenció en Derecho, trabajando desde entonces como abogado en el despacho de su padre. En los difíciles tiempos de la II República fundó la Asociación de Estudiantes Católicos e ingresó en la Acción Católica para promover la evangelización. Como adorador nocturno, tomaba de la Eucaristía las fuerzas para su incesante apostolado.
Vinculado a los Padres Dominicos, ingresó en el noviciado de Almagro pero descubrió que su auténtica vocación era el matrimonio. El uno de febrero de 1936 contrajo matrimonio con doña Elvira Enciso Reynaldo en la Iglesia Parroquial de Santiago de Almería.
Detenido junto a su padre, el Siervo de Dios don Rafael Calatrava Ros, sufrieron prisión junto a los Beatos Ventaja y Medina Olmos. El veintiséis de septiembre sucedió lo que recordaba un testigo ocular: «Por referencias recogidas de los que sobrevivieron al martirio en el barco prisión Astoy Mendi, el Siervo de Dios no iba en la lista de esa saca, pero al escuchar el nombre de su padre se levantó para acompañarlo a donde fuera trasladado. Le dijeron que a él no le habían nombrado, a lo que Jaime respondió: “No importa, yo voy donde vaya mi padre”. Le dijeron: “No te conviene”, pero él contestó: “No importa”. Los condujeron juntos a los pozos de Tabernas donde fueron martirizados. No hubo juicio ni defensa, sólo matar.»
Tenía veintidós años y sólo había transcurrido medio año desde su enlace. Su esposa, doña Elvira, se encontraba embarazada del primer hijo del matrimonio.


domingo, 29 de enero de 2017

MARTIRES DE ALMERIA (11). SIERVO DE DIOS DON PÍO NAVARRO MORENO


Con doce años marchó a Lorca, donde estudió bachillerato y fundó la Academia de la Juventud Católica. Ingresó en el Seminario de san Indalecio en 1881, donde fue paje del Obispo Orberá. Fue ordenado presbítero en 1885.
Nunca descuidó la ampliación de sus estudios, impartiendo clases en el Seminario y en el Colegio del Carmen de Vélez Rubio. En 1891 fundó el semanario católico La Paz. Asiduo colaborador periodístico, fue socio de la romana Academia Tiberina y de la Asociación de la Buena Prensa.
Presbítero dinámico, fundó en los Vélez la Asociación de la Cruz Roja Española donde desarrolló una meritoria labor. También introdujo las Congregaciones de las Hijas de María y de san Luis Gonzaga, así como la Guardia de Honor del Sagrado Corazón y el Jubileo de las Cuarenta Horas. Los Prelados le confiaron diversas responsabilidades. Desde 1896 vinculado a las religiosas de María Inmaculada, ya que colaboró en la redacción de sus Constituciones, también prestó servicios a las Siervas de María y a los Franciscanos.
En su ministerio pastoral fue coadjutor de Gádor y de Los Gásquez, cuyo templo restauró a sus expensas. Tras atender durante siete años el culto de la iglesia de la Purísima, en 1907 fue Ecónomo de la Parroquia de su villa natal. En 1909 marchó a Almería como párroco de San Sebastián. El Papa Benedicto XV lo nombró canónigo de la Catedral en 1922, donde ocupó el oficio de chantre.
Detenido al inicio de la Persecución Religiosa, a sus setenta y seis años padeció prisión y martirio con el Siervo de Dios don José Álvarez Benavides de la Torre. A pesar de sus múltiples ocupaciones, un testigo ocular recuerda que: «Se desvivía con las personas que estaban a su alrededor. Era todo para todos y esto de verdad y gozando con servir.»

sábado, 28 de enero de 2017

MARTIRES DE ALMERIA (10). SIERVO DE DIOS DON MANUEL MARTÍNEZ JIMÉNEZ

Sus padres, don Manuel y doña Pastora, siguieron los consejos del Obispo don José María Orberá y Carrión y lo enviaron al Colegio de los Padres Jesuitas en Orihuela. Allí cursó brillantísimos estudios y se licenció en Derecho.
Seglar de comunión diaria, de su devoción eucarística maduró una vida entregada por entero al apostolado de la caridad. Solícito administrador de sus fincas, todo lo empleaba en generosas limosnas. No es sencillo cuantificar sus incontables obras caritativas. Fundador de los Asilos de la Sagrada Familia de Tíjola y Oria, conferenciante de san Vicente de Paúl y colaborador de las Hermanitas de los Pobres. Su caridad lo llevaba a la búsqueda de la justicia, siendo el único que se atrevía a contratar gitanos en su pueblo.
Para fomentar las vocaciones sacerdotales fundó una importante beca para el Seminario y, en 1926, el Obispo fray Bernardo Martínez Noval lo nombró Vicepresidente de la Junta Diocesana de Vocaciones Eclesiásticas. Este mismo Prelado, sabedor de su mecenazgo para con la Basílica de Nuestra Señora de las Mercedes de Oria, le confió trabajar en el monumento del Sagrado Corazón de Almería.  
Próxima la Persecución Religiosa, aceptó del Beato Ventaja la responsabilidad de Vicepresidente de la Junta Diocesana de Acción Católica. Con valor regreso de una peregrinación a Tierra Santa y, tres días después, fue detenido en Tíjola. Preso en las Adoratrices, coincidió con los Beatos Ventaja y Medina Olmos. Trasladado al Cuartel de Milicias, a sus sesenta y sieta años compartió martirio con el Siervo de Dios don José Álvarez Benavides de la Torre. Antes del martirio le cortaron aquellas manos que tanto socorrieron a los necesitados.

Un testigo refiere que: «Era un hombre que con su testimonio cristiano atraía a los demás hacia Dios. Era notorio su amor y predilección a los pobres.»

viernes, 27 de enero de 2017

EL EVANGELIO: DIOS QUE NOS AMA “FUENTE DE NUEVA ALEGRÍA”.

De la red
... En realidad, su centro y esencia es siempre el mismo: el Dios que manifestó su amor inmenso en Cristo muerto y resucitado. Él hace a sus fieles siempre nuevos… ... La Iglesia no deja de asombrarse por «la profundidad de la riqueza, de la sabiduría y del conocimiento de Dios» (Rm 11,33) ... ... Jesucristo también puede romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su constante creatividad di­vina. Cada vez que intentamos volver a la fuen­te y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, pa­labras cargadas de renovado significado para el mundo actual. En realidad, toda auténtica acción evangelizadora es siempre « nueva ».
Exhortación Apostólica “La alegría del Evangelio” (n.º 11)
Papa Francisco.

MARTIRES DE ALMERIA (9). SIERVO DE DIOS DON LUIS EDUARDO LÓPEZ GASCÓN

Nacido en una ilustre familia granadina, con diecisiete años huyó a Roma para abrazar una vida humilde como religioso pasionista. Tras completar su formación en Lucca y Roma, fue ordenado presbítero el uno de enero de 1880.
Miembro fundador de la primera comunidad pasionista de España, marchó como misionero a México. Diferencias con los religiosos hicieron que se integrara en el clero secular en 1883, desarrollando el ministerio pastoral en México e Italia. Incardinado en su Archidiócesis natal de Granada desde 1887, le encomendaron la parroquia de Viso de Alcor. Como párroco de san Nicolás de Bari de Alhama de Almería realizó una gran labor, promoviendo el patronazgo de la Purísima y fomentando las vocaciones sacerdotales. En 1905 se hizo cargo de la parroquia de Algarinejo y de La Zubia en 1909.
En 1911 tomó posesión de la parroquia de Adra y del arciprestazgo de Berja. A los abderitanos entregó los siguientes veinticinco años de su vida, iluminándolos con su santidad. Siempre caritativo, promovió los estudios entre sus feligreses y les abrió las puertas de su gran biblioteca. Venerado por todos, supo ejercer un gran apostolado con la ayuda de sus dos coadjutores y la seglar doña Carmen Godoy Calvache. Todos serán beatificados próximamente.
La Persecución Religiosa comenzó pronto en Adra, aunque antes tuvo oportunidad de peregrinar a Tierra Santa. Desde el incendio del templo parroquial en 1933 lo acosaron sin descanso. El catorce de abril de 1936 saquearon su casa. Con valentía resistió hasta julio, refugiándose en Vera y Almería. Detenido en agosto, lo arrastraron a Alhama de Almería donde fue torturado por negarse a blasfemar. Trasladado a Almería, compartió prisión y martirio con el Siervo de Dios don José Álvarez Benavides de la Torre. A sus ochenta y un años, fue forzado a tragar sus medallas religiosas antes del martirio.

Once días antes de su muerte había escrito: «Cuanto tenía, Dios me lo ha dado y Él me lo ha quitado. Sea bendito su Santo Nombre. […] Ahora es cuando principio a ser discípulo de Jesucristo.»

jueves, 26 de enero de 2017

MARTIRES DE ALMERIA (8). SIERVO DE DIOS DON JUAN IBÁÑEZ MARTÍNEZ

Aunque nació en la alpujarreña localidad de Fondón, creció en Gádor donde su madre viuda buscó el amparo de una de sus hijas casada en esta villa del Andarax. La precariedad económica de su familia hizo que, desde pequeño, trabajara como barbero. Al sentir la vocación sacerdotal, ingresó en 1893 en el desaparecido Colegio de san Juan de Almería que se destinaba a seminaristas sin recursos. Fue ordenado presbítero el veintitrés de diciembre de 1905 en la Catedral de Guadix.
Tras colaborar un año en el Seminario Conciliar de san Indalecio, fue coadjutor de la parroquia de san Roque de la ciudad durante dos años. En 1909 atendió pastoralmente el Marchal de Lubrín y, posteriormente, el mismo pueblo de Lubrín. Los siguientes dos años fue párroco de santa Fe de Mondújar en el valle del Andarax donde había crecido.
En abril de 1912 tomó posesión de la parroquia de la Concepción de la Loma de Albox, donde se entregó por un cuarto de siglo y ejercería un fecundo apostolado. Ardiendo de caridad para con el prójimo, llegaba a entregar el puchero entero y hasta sus mismos pantalones. Catequista heroico, no dudaba en ir a los más recónditos cortijos para anunciar la Fe. En 1916 inició el movimiento Scouts en Almería. Fundó el primer sindicato de trabajadores en Albox, situado en el histórico edificio del Hogar Parroquial de la plaza san Francisco. Venerado por sus hermanos presbíteros, desde el Vicario Ortega hasta el último de los coadjutores lo tenían por su consejero. Desde 1921 fue arcipreste de Albox.
Solía decir a sus íntimos: «¡Qué suerte sí yo muriera mártir!» La Providencia no le negó esta gracia. Estaba celebrando la Santa Misa en el Taberno cuando estalló la Persecución Religiosa. Se negó a ocultarse y regresó a su parroquia. Allí fue detenido y, tras sufrir prisión en el antiguo Ayuntamiento, trasladado a Almería. Alcanzó la palma del martirio, a sus cincuenta y ocho años, junto al Siervo de Dios don José Álvarez Benavides de la Torre.

Sería imposible resumir aquí la magna labor pastoral de este bendito párroco, tan creativo en su evangelización como coherente con la Verdad que predicaba. Su figura es todavía hoy referencia obligada para cualquier albojense por su extraordinaria fama de santidad.

miércoles, 25 de enero de 2017

MARTIRES DE ALMERIA (7). SIERVO DE DIOS D. DON JOAQUÍN GISBERT AGUILERA

La Calahorra, 14 de abril de 1903 – Tahal, 13 de septiembre de 1936

Tanto la vida como el ministerio del Siervo de Dios transcurren en la Diócesis de Guadix, pues por aquella época aquellas tierras estaban bajo la jurisdicción de los Prelados accitanos. Hijo de un sencillo jornalero, con gran esfuerzo pudo cursas sus estudios en el Seminario de san Torcuato de Guadix.
Ordenado presbítero el veinticuatro de mayo de 1926, le encargaron las Parroquias de Matián, Doña María y Escúllar; ocupándose posteriormente también de Ocaña. Presbítero humilde y sencillo, vivía con dos de sus hermanas en un ambiente gozosamente austero. Recordado por su carácter bueno y sensible, se ocupaba con gran fidelidad de sus deberes pastorales. Siempre rodeado de niños, no dudaba en jugar con ellos al fútbol o al frontón.
Sus familiares recordaban que: «Unos cuantos días antes de su detención su padre le sirvió de tentación. Llevado del amor a su hijo y viendo el cariz que iban tomando las cosas, le dijo: “Joaquín, quítate la sotana, sal a la plaza y diles: Muchachos, soy comunista de los vuestros”. Él, bajando la cabeza, respondió: “Padre, yo no puedo hacer eso”.» Tras celebrarla la Santa Misa, fue detenido pacíficamente mientras hablaba con su madre en el huerto y trasladado a Almería. Su familia trato de rescatarlo mediante la entrega de dinero. Los milicianos parecían favorables pero, al conocer su identidad sacerdotal, dijeron: «”No hay nada que hacer, sí es cura nada”.»

Con la misma edad que la tradición asigna al Salvador en la hora de su crucifixión, treinta y tres años, compartió prisión y martirio con el Siervo de Dios don José Álvarez Benavides de la Torre. El presbítero don José Serrano Rodríguez, que lo sucedió en la Parroquia, conservaba así su memoria: «Él no tenía enemigos y convivía con el pueblo, comía con las gentes gachas y migas, incluso pasaba hambre con los más pobres. Por eso fue auténticamente mártir de Cristo y de la Iglesia, ya que no había motivación alguna humana, ni social, ni política para que persona alguna tuviera odio o quisiera vengarse de él. Fue una muerte verdaderamente sufrida como discípulo de Cristo, que no podía ser de otra manera, porque era un hombre de Dios, sacerdote auténtico.»

martes, 24 de enero de 2017

MI TÍO ÁNGEL.

   Siempre está el bien y el mal desde el origen. S. Agustín afirmó que la bondad procedía de Dios y la maldad de la libertad del hombre. No, no cumple su propio consejo de conciliar fe y razón: Crede ut intelligas (cree para comprender) e Intellige ut credas (comprende para creer). En una de las mentes más prodigiosas de la humanidad, la fe obnubila a la razón. Es asombroso que el meme [1] maniqueo aún perviva en la fe actual. Sí, la replicación de un gen cultural que contradice a la razón.


De la red
   Aunque la memética no esté aún estructurada como ciencia, considero a la religión como un macro meme universal. De todas las religiones, el meme verdaderamente humano, auténticamente revolucionario, es el de Cristo: ama al prójimo y a tus enemigos. S. Agustín lo expresa en una magnífica sentencia: ama y haz lo que quieras. ¿Implicará la exaltación de la libertad total del hombre? Porque la razón nos dice, que este haz lo que quieras es el causante justificado (por amor a dios) de tantas atrocidades del hombre. Porque la razón nos dice, que este haz lo que quieras es el causante justificado (por amor a dios) de que tantos hombres y mujeres vivan entregados al prójimo e incluso lleguen a la muerte. El hombre, fe y razón, siempre decide según sus convicciones de los memes heredados. Esto es incuestionable, como lo es, también, que cada cual lo interioriza y actúa, individual o gregariamente, en consecuencia. Todo ello sin olvidar que lo que rige la conducta es las emociones.
   Mi abuelo Federico era republicano. Vivió, entre siglos, (XIX y XX) una época de convulsión. Las injusticias y las privaciones agitaban su mente. La injusticia siempre es reconocible, aunque se guarde en el lado oscuro del silencio. Podías llorar o lanzar bombas, creer o negar la existencia de un alma inmortal. Él era ateo. Era anticlerical. Era republicano. Se rebelaba ante el dolor y la miseria que cegaban sus ojos. Sin saber como, por pendencia o gangrena, le amputaron una pierna. Malvivió, con su familia, ganándose la vida de zapatero remendón. No, no encontraran su tumba en ningún cementerio.
   Mi abuela Amalia era católica. Su carácter, dulcemente firme y decidido, contribuyó a temblar las palabras de la ira y los gritos del llanto, a reconocer la injusticia, pero a decir un Federico, calla, que evaporaba la soledad de las lágrimas.
   Sí, es imposible calibrar las emociones de mi tío Ángel [2]  en su infancia, adolescencia y adultez. Los memes antagónicos siempre han existido. Decantarse por uno u otro es una decisión personal. Decisión personal determinada por el carácter, las influencias, la capacidad, el conocimiento y, en definitiva, por tu estado emocional. Testimonios directos de sus compañeros, lo definen como poseedor de un carisma atrayente. Sí, establezco esta redundancia (sin matiz religioso), porque abarcaba todos los ámbitos: afable, bromista, “listísimo”, futbolero, entusiasta, actor, tenor extraordinario (oírlo cantar ponía los pelos de punta) y, sobre todo, siempre dispuesto a ayudar a los demás (el prójimo).
   Sí, es imposible estimar la situación familiar que provocaría su decisión de entrar en el seminario y ser cura. Por mi madre sé, que mi abuelo desataba su ira contra la horma de su único zapato en una negación visceral. Mi abuela era condescendiente, pero no impulsora de su decisión. Una realidad de privaciones y estrecheces no podía costearlo. Cuando una señora, ricachona, sufragó los gastos, entró.
   Aquí empieza el valor de su martirio: su decisión personal. Una decisión que contradiría, por un lado, una vivencia memética atea, anticlerical, republicana; y, por otro, coincidiría con otra vivencia memética católica, monárquica, de práctica religiosa.
   Hoy día ya se ha superado, razonadamente, la filosofía escolástica. Atribuirle, a su decisión, una intervención divina sería negar su propia fe. Su precocidad, su continuidad, las adversidades, su determinación, no son sino producto de una profunda fe personal. Su alta capacidad cognitiva, reconocida por sus compañeros, le llevaría a doctorarse en Teología, pero no a una teorización o misticismo, ni a establecer un distancia de superioridad sobre los demás. Le llevó a poner en práctica el verdadero valor de Cristo: amar al prójimo y a tus enemigos. Esta acción, testimoniada, se verificaba en la cercanía, disponibilidad sin límites, en la entrega a los demás (el prójimo). De los dos destinos que tuvo, Fuentevaqueros y Alboloduy, mi madre relataba que al principio no iba nadie a la iglesia y que poco a poco logró llenarla; que casi nunca estaba en la casa, que mi abuela le reconvenía porque solo lo veía en la misa y, algunos días, a la hora de comer; que jugaba al fútbol en la plaza; que la gente le pedía que les cantara en la calle; que siempre visitaba a los enfermos y a los más necesitados; que enseñaba a leer a niños y a mayores (durante un tiempo, recibía mi madre, en el piso de granada, la visita de un jornalero de Fuentevaqueros en señal de gratitud por todo lo que su hermano Ángel había hecho por él, especialmente, por haberle enseñado a leer); que la gente lo quería.
   Así continúa el valor de su martirio: su decisión personal de una acción de amor y haz lo que quieras.
   La convulsión sociopolítica y militar llega, en el 36, a su máxima expresión: la guerra. La vive en Alboloduy. Cuando queman la iglesia, se resiste a seguir los consejos de abandonar el pueblo y refugiarse en un cortijo, vestido de paisano, como un campesino más. Su madre y su hermana serían determinantes para seguirlos. Siempre hay realidades que no se pueden ocultar, casualidades del espacio-tiempo imposibles de controlar. Un día, digamos al atardecer, cuando el río Nacimiento es sombra de arrebolada arena, una cuadrilla llega al cortijo buscando a un cura. A él no lo buscaban. Hay actuaciones que traen esta consecuencia. Pero como el tiempo y el espacio, y las palabras, se mueven inexorablemente, le preguntan si él también es cura. No lo niega. Soy tan cura como cualquier otro. El calvario tiene su itinerario de prisión en un convento, el traslado a un barco prisión y un destino final en el desierto de la muerte. Atestiguaron de él, que en el barco prisión infundía ánimos, cantaba y eran lágrimas negras el brillo de los ojos, que se desvivía por ayudar al trasiego de espuertas de carbón, quizás tiznándose para presentarse a la muerte.
   Aquí radica el mayor valor de su martirio: afirmar su fe con la certeza que conlleva a la muerte.


De la red
   Sí, considero a la religión como un macro meme. Solo creo en la persona. Ser persona es anterior a todo. Ser cura o policía o ateo no da cualidad a la persona. Recalco que las cualidades de las personas obedecen a múltiples factores. La influencia memética es manifiesta, pero no determinante. Hay un yo emocional más poderoso. Solo creo en las personas que se entregan a las demás. Mi tío Ángel aunó influencias contradictorias: su sacerdocio fue una acción de ayuda a todos, especialmente, a los necesitados.
   No, no me contradigo si acepto a mi tío ángel como mártir y beato de la Iglesia Católica, porque afirmo, con orgullo, que fue una excelente persona.
Bernardo Federico Delgado Noguera. Enero de 2017




[1] Meme: es, en la teoría de difusión cultural, la unidad teórica de información cultural transmisible de un individuo a otro, de una mente a otra, de una generación a la siguiente. Ver “El gen egoísta” de Richard Dawkins.

[2] Para ir a su biografía: Ángel Federico Noguera Gallegos

Entradas relacionadas:


MARTIRES DE ALMERIA (6). SIERVO DE DIOS D. JOSÉ ROMÁN GARCÍA GONZÁLEZ

Carboneras, 9 de agosto de 1881 – Tahal, 13 de septiembre de 1936
FUENTE DIÓCESIS DE ALMERÍA. MÁRTIRES DE ALMERÍA

Sin variar el paisaje costero del Mediterráneo, el Siervo de Dios abandonó su pueblo natal en 1893 para estudiar en el Seminario Conciliar de san Indalecio de Almería. Ordenado presbítero el veintiocho de mayo de 1904, desempeñó el ministerio en diversos lugares de la Diócesis.
Su primer destino fue Cura Encargado de Fernán – Pérez en 1904. Coadjutor de su Parroquia natal desde 1904 hasta 1913, exceptuando un quinquenio que se hizo cargo de la coadjutoría de Mojácar. Tras hacerse cargo de las Parroquias de Alcóntar y Pozo de los Frailes entre 1913 y 1914, hizo lo propio en Benitagla, Alcudia de Monteagud y Uleila del Campo desde 1914 a 1931. Ese año retornó al Pozo de los Frailes, añadiendo el oficio de Cura de Cabo de Gata. Allí es recordado por sus feligreses de antaño con fama de santidad, siendo un entregado y dulce catequista del Evangelio para con los niños.
Una niña de la época recordaba que: «Comenzados ya los días de la revolución, y con el ambiente muy enrarecido e incierto, mi madre vio venir un día muy azorado y con la sotana muy desaliñada al Siervo de Dios y le preguntó: “¿Don José dónde va usted?”: y el Siervo de Dios le respondió: “¡A dónde Dios quiera! ¡En sus manos estoy!”.»

Detenido salvajemente el nueve de septiembre, sufrió prisión en Almería y compartió martirio con el Siervo de Dios don José Álvarez Benavides de la Torre. Apenas reunía cincuenta y cinco años en su existir cuando recibió la palma del martirio.

lunes, 23 de enero de 2017

MARTIRES DE ALMERIA (5). SIERVO DE DIOS D. JUAN CAPEL SEGURA

Huércal de Almería, 18 de enero de 1875 – Tahal, 13 de septiembre de 1936

Tras estudiar en el Seminario Conciliar de san Indalecio de Almería y ser ordenado presbítero el cinco de junio de 1909, entregó su ministerio en su Parroquia natal como humilde y virtuoso Coadjutor.
Son muchos y abundantes los huercalenses que rememoran la profunda y sencilla santidad del Siervo de Dios. De origen muy humilde, tuvo que hacerse cargo de la familia de su hermana al enfermar su cuñado. Aunque a él mismo poco le faltaba para pedir limosna, se quitaba literalmente el pan de la boca para entregárselo a los pobres. Fiel cumplidor de sus deberes presbiterales, siempre obedeció obedientemente a sus párrocos. Hombre de oración, su ejemplo y autenticidad predicaban más que sus discretos sermones.
Así decían de él: «Era un hombre profundamente religioso. Jamás le oí a nadie hablar mal de él; antes al contrario todos le trataban con la veneración de un santo. Era un hombre de fe, que manifestaba cada día su pobreza y se mantenía fiel a su vocación sacerdotal en todos sus detalles. Era un hombre que rezaba ante el Sagrario y la Purísima. Pasaba largos ratos en el confesionario, y se le veía visitar a los enfermos y ancianos.»
Su humildad no fue óbice para que, al iniciarse la Persecución Religiosa, el tímido Coadjutor mostrara una gran fortaleza y contagiara de valor al párroco también hostigado. Detenido en su propia casa en la noche del diez de septiembre de 1936, trataron de hacerle blasfemar mediante tortura. Aunque le dispararon a los pies, conminó a sus verdugos a la conversión y los perdonó de todo corazón.

Trasladado a Almería, sufrió martirio con el Siervo de Dios don José Álvarez Benavides de la Torre. A sus sesenta y un años, el humilde y tímido Coadjutor de Húercal recibió la excelsa gloria del martirio.

domingo, 22 de enero de 2017

MÁRTIRES DE ALMERÍA (4). SIERVO DE DIOS DON JOSÉ CANO GARCÍA

Tíjola, 23 de febrero de 1904 – Tahal, 13 de septiembre de 1936

Alumbrado en una humilde familia campesina, gracias a la profunda fe de sus padres cursó sus estudios meritoriamente en el Seminario Conciliar de san Indalecio. Allí mismo fue ordenado presbítero el dos de junio de 1928. Apenas un año ejerció de coadjutor de Tabernas, siendo Cura Ecónomo de Castro de Filabres durante tres años y Cura Encargado de Alcudia y Benitorafe hasta 1933. Ese año tomó posesión de la Parroquia de Tahal y, tres años después, fue nombrado Arcipreste.
Aunque su ministerio resultó breve en el tiempo, tan sólo ocho años, fue un presbítero verdaderamente excelente. Hombre de simpático trato, sabía dotar a su apostolado de dinamismo e iniciativa. Apasionado de la música religiosa, incluso compuso algunas piezas e inculcó la cultura musical entre sus feligreses. Profundamente enamorado de la Sagrada Eucaristía y de la Santísima Virgen, destacaba su oratoria y exquisitez en el confesionario. Austero en sus costumbres, era sensible a las necesidades del prójimo.
El Siervo de Dios fue apresado junto a su padre por treinta milicianos el veintiséis de julio de 1936. La brutalidad acometida hizo perder el sentido a su madre, por lo que permitieron que residiera bajo vigilancia en la casa familiar de Tíjola. Reclamado después por los milicianos de Tahal, fue salvajemente arrastrado a Tahal donde lo torturaron por diez días. Trataron de embriagarlo para que confesara crímenes inventados, forzándolo a beber anís en un vaso sagrado robado. En estas angustiosas jornadas hizo llegar unas trágicas letras a su madre.
Trasladado penosamente a Almería el diez de septiembre, tres días después fue conducido con el Siervo de Dios don José Álvarez Benavides de la Torre y sus compañeros al martirio. Al advertir que se dirigían a los pozos para ser fusilados, quiso avisar a sus compañeros. Para evitarlo, ataron una cuerda a su cuello y lo ahorcaron en el mismo camión. Su cuerpo, arrastrado hasta el pozo, fue arrojado antes de iniciarse los fusilamientos. El joven presbítero sólo tenía treinta y dos años.

Su sobrino, el canónigo don Juan Torrecillas, dice de su venerable tío: «Tiene fama de mártir entre los feligreses donde estuvo de sacerdote y que aún viven. Yo creo que es mártir de la fe. Personalmente le admiro y he sentido su ayuda en algunas cosas de mi vida sacerdotal.»

sábado, 21 de enero de 2017

MÁRTIRES DE ALMERÍA (3). SIERVO DE DIOS DON RAMIRO ARGÜELLES HEVIA

Mieres, 16 de julio de 1871 – Tahal, 13 de septiembre de 1936

La mayor parte de la vida del Siervo de Dios transcurrió en su Asturias natal, formándose en el Seminario Conciliar de Oviedo con gran aprovechamiento. Ordenado presbítero el diecinueve de diciembre de 1896, su ministerio estuvo marcado por su dedicación a la formación seminarística de los futuros pastores del Pueblo de Dios. A sus dilatadas responsabilidades en el Seminario ovetense, unió sus servicios en el Montepío del Clero y en las capellanías del Obispado.
En 1928 llegó a Almería, siendo desde entonces Canónigo Maestrescuela de la S. y A. I. Catedral de la Encarnación. No perdió su entregado servicio a la formación sacerdotal, haciéndose cargo de la prefectura de Estudios y de la enseñanza de varias asignaturas. Su amor y vinculación al Seminario Conciliar de san Indalecio fue tal que, en 1934, lo declaró heredero universal de sus bienes.
Un testigo ocular de sus años almerienses recordaba que: «El Siervo de Dios era un hombre de gran preparación intelectual, de amplia cultura. Tenía estudios especiales sobre latín y temas propios de Religión. Vivía plenamente dedicado a su ministerio sacerdotal. Pasaba muchas horas de confesionario en la Catedral; era director espiritual de muchos fieles.»

La Persecución Religiosa lo sorprendió veraneando en Enix, donde fue delatado. Salvajemente detenido y conducido a Almería, compartió prisión y martirio con el Siervo de Dios don José Álvarez Benavides de la Torre. Contaba sesenta y cinco años de edad al inmolarse por Cristo.

viernes, 20 de enero de 2017

MÁRTIRES DE ALMERÍA (2). SIERVO DE DIOS DON EMILIO ANTEQUERA LUPIAÑEZ

Narila – Cádiar, 16 de marzo de 1868 – Tahal, 13 de septiembre de 1936


Nacido en tierras granadinas, cursó sus estudios en el Seminario Conciliar de san Indalecio y fue ordenado presbítero en 1895. Impulsado por su afán apostólico, marchó a Iberoamérica para ejercer de misionero y ofrecer al anuncio del Evangelio los primeros frutos de su sacerdocio.
Tras regresar a Almería en 1898, permaneció durante tres años como adscrito a la Parroquia de Níjar y durante tres años fue coadjutor de la Parroquia de Carboneras. Cura Regente de Santa María de Senés desde 1905 a 1916, ese mismo año marchó a la ciudad de Almería donde entregaría los últimos años de su ministerio.
Adscrito a la Parroquia de san Pedro de la ciudad en un primer momento, se le confío la rectoría de la iglesia del Sagrado Corazón tras la expulsión de los Padres Jesuitas por la II República. Así lo recordaba un testigo ocular: «El Siervo de Dios practicó activamente la caridad, siendo un protector de los pobres y gentes sencillas, a las que ayudaba incluso con fondos propios. Hombre de oración y permanente dedicación a su ministerio sacerdotal.»

Detenido en su propia casa con gran violencia el siete de agosto, compartió prisión y martirio con el Siervo de Dios don José Álvarez Benavides de la Torre. Tenía sesenta y dos años al ofrecer su vida por Cristo.

EL EVANGELIO: EMBAJADORES DE LA ALEGRÍA.

De la red
La propuesta es vivir en un nivel superior, pero no con menor intensidad: «La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás». Cuando la Iglesia convoca a la tarea evangelizadora, no hace más que indicar a los cristianos el verdadero dinamismo de la realización personal: « Aquí descubrimos otra ley profunda de la realidad: que la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros. Eso es en definitiva la misión ».5 Por consiguiente, un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral. Recobremos y acrecentemos el fervor, « la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas […] Y ojalá el mundo actual —que busca a veces con angustia, a veces con esperanza— pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo »
Exhortación Apostólica “La alegría del Evangelio” (n.º 10)

Papa Francisco.

jueves, 19 de enero de 2017

MÁRTIRES DE ALMERÍA (1). SIERVO DE DIOS DON JOSÉ ALVARES-BENAVIDES DE LA TORRE

Málaga, 9 de septiembre de 1865 – Tahal, 13 de septiembre de 1936


Aunque nació en Málaga, en la casa de los condes de Torres Marín, su familia se trasladó a Almería y en 1878 ingresó en el Seminario Conciliar de san Indalecio. Alumno brillante, compaginó la docencia a los seminaristas con el ministerio pastoral. Ordenado diácono por el beato don Marcelo Spínola en 1887, recibió el presbiterado el veinticinco de febrero de 1878 de manos del obispo don Santos Zárate. Coadjutor de Fines y del Sagrario de Almería, fue también capellán del Real Convento de las Puras de la ciudad.
Los sucesivos Prelados le confiaron las más diversas responsabilidades tanto en la Curia como en otras misiones fuera de la Diócesis. Rara fue la iniciativa cultural, religiosa o caritativa donde no interviniera el Siervo de Dios. Canónigo Archivero de la S. y A. I. Catedral de la Encarnación de Almería desde 1893, realizó una ingente labor archivística y periodística para ordenar y difundir el patrimonio documental catedralicio. Todavía hoy, los historiadores siguen bebiendo del fecundo trabajo del Siervo de Dios.
Deán de la Catedral desde 1927, todos los días celebraba puntualmente la Santa Misa en el altar de la Purísima. Un testigo ocular refiere: «El Siervo de Dios era un sacerdote de gran personalidad. Vivía en un ambiente de austeridad y ejemplaridad. Resplandecían sus virtudes sacerdotales. Tenía un sólido prestigio en la ciudad, dentro del clero diocesano y ante la población seglar.»
Con la burda acusación de que escondía supuestos tesoros y armas en la Catedral, fue detenido y arrastrado al mismo templo el veintitrés de agosto de 1936. Prisionero en las Adoratrices primero y luego en el barco Astoy – Mendi, el trece de septiembre fue trasladado al Pozo de Cantavieja junto con nueve presbíteros, dos hermanos de la Salle y nueve seglares. Así contó su martirio un testigo: «Aquí “La Alsina” llegaba hasta unos 20 pasos de la boca del mismo y los presos eran sacados por los milicianos uno a uno, y éstos los entregaban a los ejecutores, quienes los colocaban al borde del mismo, haciéndoles un disparo en la cabeza o en el pecho y arrojándolos al fondo, tras empujarles con un bieldo. Los presos morían dignamente y daban el grito de ¡Viva Cristo Rey! Las demás víctimas presenciaban la muerte de los que eran primeramente asesinados. Al caer al Pozo algunas de ellas tenían aún vida y lanzaban quejidos desde el fondo y entonces desde la boca del mismo le hacían varios disparos rematándolos. Al terminar las ejecuciones echaban varias espuertas de cal viva, tierra y piedras.»
A sus setenta y un años, el Siervo de Dios don Manuel Álvarez – Benavides de la Torre entregó su vida por Cristo y, por su condición de Deán de la Catedral, lidera a los mártires almerienses.

viernes, 13 de enero de 2017

EL EVANGELIO: NECESIDAD DE COMUNICARLO.

De la red
El bien siempre tiende a comunicarse. Toda experiencia auténtica de verdad y de belleza busca por sí misma su expansión, y cualquier persona que viva una profunda liberación adquiere mayor sensibilidad ante las necesidades de los demás. Comunicándolo, el bien se arraiga y se desarrolla. Por eso, quien quiera vivir con dignidad y plenitud no tiene otro camino más que reconocer al otro y buscar su bien. No deberían asombrarnos entonces algunas expresiones de san Pablo: « El amor de Cristo nos apremia » (2 Co 5,14); « ¡Ay de mí si no anunciara el Evangelio! » (1 Co 9,16).
Exhortación Apostólica “La alegría del Evangelio” (n.º 9 )

Papa Francisco.

miércoles, 11 de enero de 2017

NUESTROS MÁRTIRES. MODELOS DE VIDA.

“¿Cómo hacer normal la vida”
“Quizás la vida es más normal, cuándo más normal la vida es.
Y yo me atrevería a cambiar el quizás, por un rotundo “seguro que”, y es que a veces, lo más obvio es lo que menos vemos. Cuantas veces nos pasamos pensando qué se yo, pero cosas complicadísimas, esfuerzos grandísimos, sacrificios… hasta dar la vida.
Y es que nos vamos al final y no al principio.
El final de un mártir lo conocemos: “dio la vida por Dios
Pero si al mártir Dios lo toma para sí, ese es un privilegio que solo depende de Dios. De D. Ángel, como de sus otros ciento catorce compañeros de esta causa o de todos aquellos que a lo largo de la historia han sido llamados al martirio, hay algo que desde el principio llama la atención: su gran fe y su deseo de alabar continuamente a Dios. Sus vidas son continuos himnos de alabanza a Dios que los salva. Ellos sienten que Dios pasa por sus vidas y que en su debilidad e incertidumbre, hay una mano poderosa que los guía y los lleva adelante. Han descubierto el sentido intimo y profundo de todo lo que les pasa, hay una mano poderosa y fuerte que los guía: “la mano de Dios”. Dios les hace sentir que “su fidelidad es eterna”.
De la red
Ellos vieron la gran luz que nace de lo alto y sus tinieblas se hicieron luz. Para ellos la historia es otra, y aunque estén rodeados de “tinieblas y sombras de muerte”, sus almas no temen porque ellos, por la gracia de Dios, han visto la gran luz.
Nosotros, mientras llega ese momento sagrado de encontrarnos con El, debemos de tener viva nuestra fe y el propósito de que nuestra vida sea una alabanza continua a Aquel del que recibimos todo, un gloria incesante al que nos ha llamado de las tinieblas y sombre de muerte donde nos ha llevado nuestras continuas faltas de amor hacia nuestros hermanos.

Paco H.

domingo, 8 de enero de 2017

EMILIA “LA CANASTERA”', LA PRIMERA GITANA MÁRTIR

Dio a luz entre rejas. Emilia Fernández Rodríguez tuvo a su hija sobre una estera de esparto, en la cárcel de las Gachas Colorás.

La dejaron morir, entre rejas, tras el parto por no desvelar quién le enseñó a rezar el rosario.

La joven es alta, esbelta y de piel morena. Lleva el cabello negro recogido en un moño bien peinado y calza unas alpargatas. Sus ojos son grandes y negros. Las manos, carne agrietada de fabricar canastos. Cuando el 21 de junio de 1938, cayendo la tarde, llega en un camión a la cárcel de las Gachas Colorás en Almería, tiene 24 años y una niña creciendo dentro de la falda. Los primeros días ni siquiera hablará. Se acurrucará en una esquina, llorando. Su nombre es Emilia. No sabe leer ni escribir. Ni puede imaginar que, casi 80 años después, lo que le ocurra en esa cárcel hará historia. Emilia la Canastera, criada en las grutas de Tíjola, es la primera mujer de etnia gitana en todo el mundo a la que la Iglesia católica convertirá en mártir.
La desconocida historia de Emilia Fernández Rodríguez se esconde en la lista de 115 nombres que la diócesis de Almería lleva desde los años 90 promoviendo como candidatos a la beatificación por sufrir la persecución religiosa durante la Guerra Civil española. "Los mártires de Almería", los llaman. Son 95 sacerdotes y 20 laicos, todos asesinados o dejados morir entre 1936 y 1939. Esta semana, el Papa Francisco les ha dado su visto bueno y sólo queda que la propia diócesis organice una ceremonia. Detrás hay más de 20.000 páginas de investigación, con declaraciones de testigos y otras pruebas presentadas ante el Vaticano.
Un equipo de historiadores y expertos canónicos impulsado en Italia por la Pastoral Gitana de Milán y en España, en estos últimos años, por el delegado episcopal para las Causas de los Santos, José Juan Alarcón Ruiz, han realizado las pesquisas sobre Emilia. Los expertos han podido reconstruir sus últimos siete meses de vida en aquella cárcel, aunque no han dado con ninguna fotografía suya. De la gitana sólo existe una recreación, un cuadro a óleo que un pintor andaluz llamado J. Rubio donó a la diócesis. Muestra a Emilia en su celda, con la niña que alumbró sobre el suelo helador antes de morir enferma, y agarrando el rosario que le costó la vida.
Su tragedia empieza de recién casada. Emilia, segunda de tres hermanos, ha nacido en 1914 y se ha criado en las casas-gruta que los gitanos pueblan en la parte alta de Tíjola, a unos cien kilómetros de Almería ciudad. Cuando a los cuatro años la gripe se lleva por delante a medio centenar de niños del pueblo, Emilia sobrevive. Cuando a la familia le falta el pan, también. Sus padres le han enseñado el oficio: desde niña fabrica cestos de mimbre que después vende en el mercado de los sábados de Tíjola y en otros pueblos cercanos.

Emilia "la Canastera", Martir. Foto de la Red
Emilia se casa cuando la guerra ya ha estallado también en la provincia de Almería, que desde la sublevación de Franco hasta el final de la contienda será territorio republicano. En Tíjola se cierra la iglesia. El ayuntamiento decreta un bando para expulsar a los gitanos. Van y vienen camiones con víveres, con combatientes, con heridos, con muertos. Como en toda España, en el pueblo se instala el miedo. Pero en febrero o marzo de 1938, suena el cante flamenco y el taconeo gitano en las cuevas. Emilia se casa con Juan Cortés, pariente suyo y un año menor, por el rito gitano. Pero la alegría les dura poco. Pronto los milicianos republicanos entran en el poblado en busca de hombres e interpelan a Juan. Él, como Emilia, observa la guerra como algo ajeno. No quiere ir al frente. Y ella hará lo posible por no separarse de su marido. Está embarazada.
Así que urden un plan, como Romeo y Julieta. Aunque en vez de una pócima para que la enamorada parezca muerta durante un tiempo, Emilia prepara un líquido azulado con cardenillo -la pátina venenosa que se forma sobre superficies cobrizas como la Estatua de la Libertad y que servía para sulfatar los campos- y le echa al enamorado unas gotas en los ojos. La trampa funciona: durante un tiempo, Juan queda ciego. Pero los milicianos regresan, comprueban que el joven ve perfectamente y se llevan a la pareja. Él ingresa en el Ingenio, una antigua azucarera mutada en cárcel. A ella, por ayudarlo, la trasladan a las Gachas Colorás.
Llamaban así a esta cárcel de mujeres porque en la zona hubo una taberna cuyo plato más frecuente era esta pasta de cereales con caldo de pimentón. Pero no fueron gachas colorás lo que Emilia comió en la cárcel. Su compañera de prisión María de los Ángeles Roda Díaz ha dejado testimonio de cómo transcurrían los días entre aquellas paredes: por las mañanas recibían "agua sucia"(café) y un pedazo de pan; al mediodía, "lentejas con gusanos, habas cocidas con sus cáscaras y una torta de arroz cocido"; de cena, pan y agua.
"Allí dentro todas nosotras estábamos más bien delgadas y desnutridas, pues el alimento que nos daban era apenas suficiente para vivir. A la gitana le daban la misma ración que a las demás, sin tener en consideración que llevaba un hijo en el seno. Algunas de nosotras en las comidas le pasábamos algo de los víveres que nos traían las familias. Lo mejor que nos llegaba de casa era para ella".
Atardecer en la cárcel de mujeres
En aquel cuadrilátero de 60 metros por 60, dos plantas y hombres armados hasta en el patio, Emilia se entera de que un juez la ha condenado a seis años entre rejas. Allí conviven por entonces unas 40 reclusas que, al atardecer, lloran, cantan y rezan. Emilia, que no habla con nadie y que, cuando habla, suelta expresiones en caló incomprensibles para sus compañeras, empieza a abrirse con una chica de su misma edad que se compadece de ella, Dolores del Olmo Serrano. Tras algunas tardes, la gitana pide a Lola que le enseñe a rezar y a hacerse correctamente la señal de la cruz. Emilia -"una persona muy buena, humilde y religiosa", una mujer "fascinante", cuenta Ángeles- aprende el padrenuestro, el avemaría y el Gloria, aunque no acierta a memorizar las letanías en latín y sólo repite "Ora pro nobis"(ruega por nosotros).
Los días pasan con la niña creciendo en su vientre, hasta que la suerte de Emilia se tuerce del todo. La directora de la cárcel, Pilar Salmerón Martínez, se entera de que la joven gitana ha aprendido a rezar el rosario y llama a Emilia para que delate a su catequista. A cambio le ofrece varias recompensas: la alimentará mejor, intercederá por su libertad, intentará sacar a Juan de prisión. Pero Emilia decide callar. Nunca delató a Lola. Su castigo: una celda de aislamiento. Aquí empieza el martirio que reconoce la Iglesia.

De la red
El invierno llega en aquella celda solitaria y la salud de la joven se resiente. Emilia pide al gobernador civil que la liberen por su embarazo y su delicado estado; no recibe respuesta. El 13 de enero, a las dos de la madrugada, en la estera de esparto sobre la que duerme, la Canastera da a luz con la sola ayuda de varias reclusas que logran entrar en aquel agujero. El milagro es una niña, que Lola bautiza esa tarde como Ángeles. Por la noche, madre e hija son trasladadas al hospital. Las graves hemorragias de Emilia no impiden que cuatro días después ambas regresen a la misma celda. Y Emilia empeora. El 25 de enero, una carroza de caballos lleva su cuerpo casi sin vida al hospital. La hermosa gitana se está muriendo. Aquella mañana, a las nueve y media, respiró por última vez. El certificado médico señala una infección fruto del parto, añadida a un cuadro de bronconeumonía.
"La Iglesia no considera mártir sólo a aquel que fue asesinado por vivir su fe, sino a quien, como Emilia, fue castigada dejándola morir", subraya José Juan Alarcón.
El religioso sonríe estos días: está viendo cumplido un sueño que empezó en 1995, cuando arrancó el proceso de canonización de los "mártires de Almería". Con ellos ya serán por encima de un millar los españoles beatificados por su persecución y muerte durante la Guerra Civil. Hay más iniciativas en marcha, desde que Juan Pablo II abriera el camino que cerró Pablo VI para no interferir en la Transición. La Iglesia española calcula hasta 7.000 mártires...
¿Y qué fue de Emilia? Su sepultura figura en el libro de ingresos del cementerio municipal de Almería. Sus restos fueron arrojados a una fosa común, sin nombre. ¿Y Juan? Salió libre cuando las tropas nacionales llegaron a Almería. Se volvió a casar, con la hermana pequeña de la Canastera, Isabel. Ambos han muerto y no constan hijos.

¿Y aquella niña que vino al mundo en una celda? "No hemos encontrado nada", dice Alarcón. Se sabe que figura como acogida en "los establecimientos benéficos de la Diputación almeriense". Se sospecha que fue dada en adopción, quizá a una familia republicana. Pero nunca se supo más de su paradero. Probablemente le dieran otro nombre, distinto al de Ángeles Cortés Fernández. Aquella niña debería tener hoy 77 años y, si vive, lo más seguro es que desconozca que este martes el Papa estampó su firma bajo el nombre de su verdadera madre, la primera calé mártir.
FUENTE: EL MUNDO