En la Iglesia Parroquial de Nuestra
Señora de la Encarnación de su villa natal fue bautizado, dos días después de
su nacimiento. Debido a la falta de recursos de su familia ingresó en el
Colegio de san Juan de Almería, pasando después al Seminario de san Indalecio
donde estudió con gran aprovechamiento.
Ordenado presbítero en diciembre de
1907, marchó a Macael donde celebró su primera Misa en el altar de la Santísima
Virgen del Rosario. Siempre se distinguió por su amor a la Madre de Dios. A este
respecto doña Catalina Alarcón, una antigua feligresa, decía que: « Recuerdo
todavía las canciones que él mismo componía a la Virgen y que nos enseñaba a
todos los chiquillos de entonces en las catequesis que nos daba. Hacía
apostolado entre la juventud, siempre estábamos con él. Era un gran devoto de
la Virgen. »
El primer año de su ministerio fue
Cura Regente de Castro de Filabres, siendo nombrado Párroco de Alcudia de
Monteagud en 1909. Tras ocupar los curatos de Fuencaliente y Turre, fue Párroco
de Fines en 1915. El veinticinco de enero de 1920 tomó posesión de la Parroquia
de la Purísima Concepción de Turre, sirviéndola por más de dieciséis años.
Estallada la Persecución Religiosa
trataron de que se marchara a Argentina, pero replicó: « Yo nunca abandonaré a
mi rebaño. » Expulsado de la casa rectoral, se refugió en un cortijo que su
hermana tenía en el barranco del Negro. Unos milicianos lo detuvieron en la
noche del dieciséis de agosto de 1936. Prisionero, marchó con ellos mientras
entonaba una de sus canciones a la Virgen: « Salva presurosa al pueblo español.
»
Arrastrado hasta la cañada del
Conejo de Turre, doña Encarnación Muñoz narra que: « De su martirio sé que le
clavaron pinchos de zábila en los ojos. Pretendían que blasfemara, pero él
gritaba: “¡Viva Cristo Rey!” Y, en el colmo de sus maldades, le castraron. »
Cincuenta y dos años tenía este mariano presbítero en el momento de su
martirio.
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