Su anciano tío – abuelo, el presbítero don Antonio Cantero y
Márquez, lo bautizó en la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Visitación
de su pueblo granadino a los dos días de nacer. Ya Bachiller en Artes por el
Instituto Provincial de Granada, ingresó en 1894 en el Seminario de san
Cecilio. Como seminarista recibió varios oficios en la Catedral granadina.
Ordenado presbítero el veintiocho de marzo de 1901, se le encomendó
la capellanía del Convento de santo Tomás de Villanueva. A la par fue
bibliotecario del Seminario de Granada y, desde 1906, recibió varios oficios en
la Capilla Real. Párroco de Nuestra Señora de la Cabeza de Ogíjares entre 1911
y 1914, ese año marchó a la Catedral de Guadix como Sochantre. En la ciudad
accitana se ocupó de los Seises, de enseñar música en el Seminario, de
organizar la biblioteca catedralicia, de la capellanía del Hospital Real y
dirigir el semanario católico Patria
Chica.
Su profundo amor a la Madre de Dios le hizo trabar una profunda
amistad con el siervo de Dios don Federico Salvador Ramón, canónigo por
entonces de la Catedral de Guadix. Contagiado por el carisma de su Esclavitud
Mariana, renunció a su beneficio catedralicio y lo acompañó en sus misiones por
tierras africanas, granadinas y ejidenses. Finalmente, quedó como Capellán del
Colegio de la Divina Infantita en Instinción.
Aunque no se arredró al comenzar la Persecución Religiosa, pues
continúo rezando el breviario por las calles, fue expulsado del Colegio. Don
Gaspar Ros Salvador, un niño por aquella época, recuerda que: « Cuando lo
expulsaron del Colegio donde residía, mis padres lo acogieron en mi casa donde
estuvo unos quince días hasta que lo sacaron para asesinarlo. Él pudo huir pero
no lo hizo, todo el pueblo sabía que estaba allí. Un día dijo a mi padre que
sabía que lo iban a matar y quién lo iba a hacer. »
Fue torturado en la prisión de Alhama de Almería y después en
Instinción, junto al siervo de Dios don Andrés Molina Muñoz. En las primeras
horas del diecinueve de septiembre de 1936 lo arrastraron hasta la cuesta de
Juan Pascual, entre Íllar y Alhama de Almería. Allí recibió la palma martirial,
a sus sesenta años de edad.
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