FUENTE DIOCESIS DE ALMERIA.
Fue bautizado el día posterior a su
nacimiento en la Iglesia Parroquial de la Encarnación de su ciudad natal. Su
Párroco, el siervo de Dios don Alfredo Almunia López – Teruel, lo llevó al
Seminario de san Indalecio de Almería.
Estudió con gran aprovechamiento, pero cayó enfermo y perdió una de
sus piernas. Superada la dolencia, fue ordenado presbítero el catorce de junio
de 1924. El veintinueve de julio regresó a Vera, donde se celebró con gran
regocijo su primera Misa.
En un primer lugar fue nombrado Coadjutor de Tabernas y capellán del
Colegio de los Hermanos de las Escuelas Cristianas de Cuevas del Almanzora. En
octubre de 1925 retornó a la ciudad veratense, dedicándose a la enseñanza y al
servicio parroquial. Un antiguo alumno, don Pedro Masegosa, cuenta que: «
Llevaba una pierna ortopédica que le obligaba a ser más lento en sus
movimientos, pero que no era un obstáculo para que siempre estuviera alegre y
de buen humor con nosotros. Era un hombre de fe y cariñoso. Le teníamos mucho afecto.
Él nos encauzaba por el buen camino. Confesábamos todos con él, nos acercaba a
Dios y nos apartaba del mal. Era un sacerdote joven, alegre, ejemplar y
cariñoso con todos nosotros. »
Fue detenido al iniciarse la Persecución Religiosa y lo liberaron al
entregar su familia dos mil pesetas a los milicianos. Más tarde, el Comité
condenó a muerte al Párroco y al siervo de Dios. Tras martirizar a su Párroco,
en plena noche, nueve milicianos se presentaron con grandes golpes en su hogar.
Como su madre, doña Vicenta, se negaba a abrirles; hicieron la puerta añicos y
se llevaron al tullido presbítero.
A sus treinta y siete años alcanzó la corona de los Mártires en la
rambla de Ballabona, junto a un puente próximo a Antas.
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