El mismo día de su nacimiento nació a la vida de la gracia por el
Santo Bautismo que recibió en la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la
Cabeza del barrio Alto de su granadino pueblo. Muy precoz en la vida
espiritual, ingresó en el Colegio de los Carmelitas de Córdoba. Su pobre salud,
pues padecía de reumatismo, forzó su salida de la vida consagrada y entró en el
Seminario de san Cecilio de Granada en 1922.
El diez de junio de 1933 fue ordenado presbítero en la capilla del Palacio
Arzobispal por el Obispo auxiliar don Lino Rodríguez Ruesca. Pocos días después
recibió la encomienda pastoral de Cura Regente de Instinción y Encargo de
Rágol. Don Gaspar Ros, uno de sus antiguos feligreses refiere que: « El
criterio del pueblo entero era que don Andrés era un ángel. No tuvo nunca una
mala palabra con nadie. En el pueblo el recuerdo que tenemos, los que le
conocimos, es de un hombre santo. »
En la fiesta de la Virgen del Carmen, poco antes de la Persecución
Religiosa, marchó a Granada para felicitar a su madre por su onomástico.
Angustiada su progenitora por los acontecimientos políticos, trató de
retenerlo: « Que las cosas están mal, quédate unos días. » Pero su hijo le
respondió resueltamente: « Tengo que estar con mis feligreses el domingo y el
día de Santiago. »
Hostigado nada más llegar, pudo dirigir una emocionante misiva a su
madre que describía su situación: « Acaba de decirme esta pobre gente a la que
compadezco y perdono de todo corazón que si quiero librar mi vida tengo que
casarme y si no lo hago que me matarán; y yo, pensando no en esta vida sino en
la otra que es la verdadera vida, les he contestado que prefiero que me maten
antes de renegar de nuestra Santa Religión. »
De la cárcel fue sacado el veinte de septiembre de 1936 para ser
martirizado en un paraje de Terque llamado el Umbrión. Este mártir de la
castidad sólo tenía veintisiete años de edad. Ya que los milicianos no pudieron
vencerlo, se ensañaron en descuartizar y quemar su casto cuerpo.
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