domingo, 12 de marzo de 2017

MARTIRES DE ALMERIA (97). SIERVO DE DIOS DON ANTONIO MARTÍNEZ LÓPEZ


Recibió las aguas bautismales a los dos días de nacer en la Iglesia Parroquial de san Pedro de su ciudad natal. De su padre, profesor de Instituto, aprendió el amor a la cultura que siempre lo distinguió. Al concluir sus estudios en el Seminario de Almería, fue ordenado presbítero en la capilla del Palacio Episcopal el veintiocho de marzo de 1914.
Comenzó su ministerio en Gérgal, como Coadjutor encargado por la enfermedad del Párroco. En noviembre de 1914 regresó a Almería, compaginando la coadjutoría del Sagrario con su labor docente en el Seminario. En febrero de 1917 fue nombrado Cura Regente de santa María de Lucainena de las Torres. Tres años después, en febrero de 1920, fue nombrado Cura Ecónomo de Garrucha y, a los tres meses, de Gádor. Sin menoscabar su oficio pastoral, en octubre de 1922 se licenció en Teología por el Seminario de Granada. Finalmente, el uno de mayo de 1928 tomó posesión de la Parroquia de Nuestra Señora de la Anunciación de Serón.
Una antigua feligresa, doña Juana Sola, refería: « Tengo el recuerdo de un sacerdote querido por el pueblo, con fama de inteligente y de preocuparse mucho por todo lo referente a su ministerio y como profesor muy cumplidor, paciente, alegre, nos hacía las clases muy amenas. Sacrificado por los suyos, pues tenía a su cargo tres hermanas y algún tiempo un sobrino. »
Al estallar la Persecución Religiosa, antes que nada, puso a salvo el Santísimo Sacramento. Expulsado de su casa, los milicianos le impidieron retornar a Almería y quedó arrestado en una pensión de Tíjola junto a sus padres y hermanas. El veintiocho de septiembre de 1936 lo llevaron a Serón. Un testigo ocular recuerda que: « Lo llevaban tres o cuatro milicianos paseándolo por las calles con un mono azul. Al pasar junto a nosotros, chiquillos, nos hizo una caricia en la cabeza a cada uno. »

Arrastrado hasta el Polvorín, en la carretera de Serón a Baza, lo obligaron a cavar su propia fosa. Como los milicianos de Serón no se atrevían a matarlo, llegaron refuerzos desde el pueblo granadino de Caniles. Al intentar bendecir el siervo de Dios a sus verdugos, éstos le golpearon hasta fracturarle el brazo. Fue martirizado a los cuarenta y cinco años de edad.

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