sábado, 11 de marzo de 2017

MARTIRES DE ALMERIA (93). SIERVO DE DIOS DON FRANCISCO MANZANO CRUZ


En la Iglesia Parroquial de la Inmaculada de su ciudad natal fue bautizado tres días después de nacer. Ingresó en los Seminarios de Almería y de Granada. Mucho tuvo que sacrificarse su familia y él mismo para sufragar estos estudios, pues ni siquiera podía pagar el billete del tren durante las vacaciones y volvía caminando a Adra.
El Arzobispo Meseguer y Costa, el dieciocho de septiembre de 1909, le confirió el Presbiterado en Granada. Cinco días después fue nombrado Coadjutor de Alboloduy y, un año después, Cura Ecónomo de Torre – Cardela. Desde el dieciséis de octubre de 1911 sirvió la coadjutoría de su Parroquia natal, edificando con su santidad a sus paisanos por un cuarto de siglo.
Muy piadoso y entregado a su ministerio, vivía con gran austeridad. Doña Josefa Gómez, antigua feligresa suya, cuenta que: « Yo nunca le vi usar manteo, al contrario que los otros sacerdotes. Recuerdo que cuando celebró las bodas de plata sacerdotales un grupo de amigos le regalaron un reloj de oro de la marca Longines y el siervo de Dios no se lo quería poner porque decía él que era mucho lujo para un sacerdote. » Aficionado al dibujo, aún se conservan algunas de sus obras como auténticas reliquias.
Al inicio de la Persecución Religiosa, la sierva de Dios doña Carmen Godoy y su tía le enviaron un giro postal para que pudiera refugiarse en Madrid. Devolvió el dinero y les respondió: « Mi puesto está en Adra y en la iglesia. » También se negó a quitarse la sotana. A las doce de la noche del uno de septiembre de 1936, su vecina doña Ángeles Martínez refería que: « Lo apresaron en su misma casa sin que pusiera resistencia. El marido de su sobrina que estaba allí, de la impresión e impotencia ante la injusticia que estaban cometiendo, perdió el habla y quedó así hasta que murió. »

En unión con el siervo de Dios don José Peris Ramos, los llevaron a la rambla de Albuñol. Ataron sus manos y arrastraron sus cuerpos por el suelo hasta mutilarlos, fusilándolos después. El humilde padre Manzanico, como aún lo llaman cariñosamente los abderitanos, fue martirizado a sus cincuenta y cinco años.

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