FUENTE
DIÓCESIS DE ALMERÍA.
Un
día después de su nacimiento fue bautizado por el siervo de Dios don José
Almunia López Teruel, en la Iglesia Parroquial de santa María de su pueblo.
Tras realizar sus estudios, ayudó a la maltrecha economía familiar dedicándose
al comercio.
Devotísimo
de la Madre de Dios, ingresó en la Acción Católica y en la Adoración Nocturna.
Era el colaborador por antonomasia de su Párroco, el siervo de Dios don Joaquín
Berruezo. Una de sus amigas, doña Francisca Herrero, lo describe como: « Un
joven que era un verdadero discípulo de Jesús, así que se le veía, por todos
los lados la gracia de su comunión diaria. Las virtudes que yo destacaría en
él, con la sencillez y pureza de vida, serían la piedad, bondad, nunca dio un
mal ejemplo. Era una persona alegre, bueno de verdad. »
Cuando
comenzó la Persecución Religiosa rechazó las ofertas que el hicieron para
ocultarlo. El uno de marzo de 1938 fue denunciado por un antiguo benefactor de
la familia. Ese mismo día lo detuvieron y enviaron a la prisión del Ingenio de
Almería. A sus treinta y tres años, el tres de mayo, fue enviado al campo de
exterminio de Turón. A pesar de las torturas, escribió unas letras a su familia
para consolarlos.
Su
hermana, doña Dolores, narra así su martirio: « Lo mataron – remataron – cuando
apenas podía mantenerse ya en pie, pues su martirio, por ser joven, fuerte y de
una fe muy firme, fue muy duro y prolongado, con palizas, golpes, escarnios y
torturas, para hacerlo vacilar y renegar. Como no lo conseguían, arreciaban las
torturas y castigos. Se dio cuenta de que ya sí lo mataban; soltó la pala y
gritó: “¡Viva Cristo Rey!” Fue lo último que dijo. »
No hay comentarios:
Publicar un comentario