A los tres días de su nacimiento
fue bautizada en la Iglesia Parroquial de la Inmaculada de su ciudad natal.
Antes de fallecer, su hermana le hizo prometer que casaría con su viudo. En
consecuencia, contrajo matrimonio el dieciséis de enero de 1916 con don Antonio
María Coromina Bignati.
Ocho años duró su matrimonio, alumbrando a cuatro hijos de los que
sobrevivieron dos. Durante su último embarazo, en 1924, su esposo murió y quedó
viuda a los treinta y siete años. Marchó a vivir en la casa de su anciana tía
doña Emilia, educando a sus hijos como buenos católicos.
Generosa y justa con los honorarios de sus empleados, gastaba gran
parte de su patrimonio en obras caritativas. En las hambrunas de los años
treinta, repartió diariamente pan a los pescadores. Fiel colaboradora de su
Párroco, el siervo de Dios don Luis Eduardo López Gascón, realizó una
impresionante campaña de limosnas para reparar el templo abderitano quemado por
los republicanos en 1932.
Odiada por liderar esta campaña, huyó a Madrid. Allí empieza un
prolongado martirio difícil de resumir y que, sin duda, la convierten en el
testimonio más conmovedor de la Persecución Religiosa en Almería. Detenida en
agosto de 1936 e internada en el Hospital de la Princesa, fue trasladada a
Adra. Encarcelada en su propia casa, le prohibieron vestirse y sólo le daban
orinas para beber. Al exigirle que delatara a los benefactores del templo
contestaba: « Yo tengo la maleta preparada para la eternidad, podéis hacer
conmigo y con mis hijos lo que queráis, pero la lista no os la entrego. »
Torturada por más de cuatro meses, jamás le arrancaron un nombre.
Violada y golpeada en incontables ocasiones, llegaron a cortarle un pecho y
ahogarla en el puerto. Incluso asesinaron a su hermano e internaron en un
psiquiátrico a su tía. En la nochevieja de 1936 la llevaron a la Albufera,
golpeándola con un azadón en la cabeza. Tras abusar de su quebrantado cuerpo,
fue enterrada viva. Cuarenta y nueve años tenía esta heroica mártir.
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